Sábado 22 de junio – EL TRIUNFO DEL AMOR DE DIOS

EL TRIUNFO DEL AMOR DE DIOS “Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘El Santuario de Dios estará…

 Sábado 22 de junio – EL TRIUNFO DEL AMOR DE DIOS

EL TRIUNFO DEL AMOR DE DIOS

“Y oí una gran voz del cielo que decía: ‘El Santuario de Dios estará con los hombres. Él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos, y será su Dios. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron’ ” (Apoc. 21:3, 4).

Sábado: 22 de junio

EL TRIUNFO DEL AMOR DE DIOS

Podemos afrontar el futuro con el corazón lleno de esperanza. Aunque vengan tiempos difíciles, sea cual fuere el sufrimiento por el que tengamos que transitar, las dificultades que tengamos que soportar, las penas que experimentemos, si tenemos la esperanza de que vendrá un día mejor podemos vivir la vida hoy con sentido, propósito y alegría. Franklin D. Roosevelt fue presidente de los Estados Unidos entre 1933 y 1945, uno de los períodos más difíciles de la historia del país. Sufría de parálisis debido a la poliomielitis y era incapaz de caminar sin ayuda. En cierta ocasión, escribió: “Siempre hemos mantenido la esperanza, la creencia, la convicción de que hay una vida mejor, un mundo mejor, más allá del horizonte”.

En la última lección de este trimestre, veremos el amor incondicional de Cristo durante la época más emocionante de la historia del universo, y su triunfo completo y total en el gran conflicto entre el bien y el mal. El último libro de la Biblia, el Apocalipsis, nos da esperanza para hoy, mañana y siempre.

La lección de esta semana se basa en El conflicto de los siglos, capítulos 39 al 42.

Comentarios Elena G.W

Cristo aseguró a sus discípulos que había ido a preparar moradas para ellos. Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no serán totalmente ignorantes acerca de las mansiones celestiales. Y sin embargo el apóstol Pablo declaró: «Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman». 1 Corintios 2:9. El lenguaje humano es inadecuado para describir la recompensa de los justos. Sólo podrá ser conocida por los que la contemplen. Ninguna mente finita puede comprender la gloria del paraíso de Dios.

En la Biblia a la heredad de los salvados se la llama patria. Hebreos 11:14-16. Allí el gran Pastor conduce a su rebaño a fuentes de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. Hay ríos de aguas corrientes, claras como el cristal, y en sus márgenes los árboles que siempre se mecen proyectan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí las amplias planicies desembocan en colinas hermosas, y las montañas de Dios yerguen sus elevados picos. En esas pacíficas planicies, junto a las corrientes vivas, el pueblo de Dios, por tanto tiempo peregrino y errante, encontrará un hogar (La historia de la redención, pp. 450, 451).

Consideremos más fervientemente las bendiciones del más allá. Que nuestra fe atraviese todas las nubes de oscuridad y contemple al que murió por los pecados del mundo. Él ha abierto las puertas del paraíso para todos los que lo reciben y creen en él… Permitamos que las aflicciones que tan angustiosamente nos duelen, se conviertan en lecciones instructivas que nos impulsen a avanzar hacia el premio de nuestra soberana vocación en Cristo. Que seamos alentados por el pensamiento de que el Señor viene pronto. Que esta esperanza alegre nuestros corazones…

«Estamos de regreso al hogar. Aquel que nos amó tanto que murió por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Jamás se oirán gemidos de dolor, ni endechas por las esperanzas desvanecidas y afectos sepultados. Muy pronto los vestidos de tristeza se cambiarán por la vestidura de boda. Pronto seremos testigos de la coronación de nuestro rey. Aquellos cuyas Vidas están escondidas en Cristo, los que en esta tierra han peleado la buena batalla de la fe, brillarán con la gloria del Redentor en el reino de Dios (La fe por la cual vivo, 22 de diciembre, p. 364).

Vivir la le según los méritos del Redentor crucificado los llevará [a los hijos de Dios] sanos y salvos a través del horno ardiente de la aflicción y las pruebas. Al igual que sucedió con los tres amigos de Daniel, el Cuarto los acompañará en el abrasador calor del horno ardiente y ni siquiera sus vestidos serán tocados por el olor del humo. Debemos animar a nuestros hijos para que sean estudiosos de la Biblia y tengan firmes principios religiosos que resistan la prueba de los peligros que, con toda certeza, experimentarán todos los que vivan en la tierra durante los últimos días del fin de la historia del mundo (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 210).

Elena G.W

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