Sábado 24 de agosto – CONTROVERSIAS EN JERUSALÉN

CONTROVERSIAS EN JERUSALÉN “Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que su Padre que está en…

 Sábado 24 de agosto – CONTROVERSIAS EN JERUSALÉN

CONTROVERSIAS EN JERUSALÉN

“Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que su Padre que está en los cielos perdone también sus ofensas” (Mar. 11: 25).

Sábado: 24 de agosto

CONTROVERSIAS EN JERUSALÉN

Marcos 2 y 3 registran cinco controversias entre Jesús y los líderes religiosos (ver la lección 3). En la lección de esta semana, cuando Jesús llega a Jerusalén, protagoniza seis controversias con los dirigentes religiosos. Estas dos series de controversias actúan como paréntesis, una al comienzo y otra al final del ministerio terrenal de Jesús. Cada serie tiene que ver con asuntos importantes para la vida cristiana. Las instrucciones de Jesús, aun en estas situaciones polémicas, orientan a los creyentes tanto en asuntos fundamentales de la fe como en cuestiones prácticas de la vida cotidiana.

Los líderes religiosos acuden a confrontar, tratar de confundir y derrotar a Jesús, pero sin éxito. Parte de la lección de esta semana incluirá analizar precisamente qué hace que las personas se opongan a Dios y, a su vez, considerará qué pueden hacer los cristianos para superar los prejuicios y hablar al corazón de quienes resisten el llamado del Espíritu.

En Marcos 11, el ministerio de Jesús tendrá lugar en Jerusalén durante la Pascua (marzo-abril). Marcos 11 al 16 cubre poco más de una semana; la velocidad narrativa ha disminuido marcadamente. Los primeros diez capítulos cubren aproximadamente tres años y medio. Esta desaceleración apunta a la importancia de estas escenas finales.

Comentarios Elena G.W

El tiempo de la Pascua se estaba acercando, y de nuevo Jesús se dirigió hacia Jerusalén. Su corazón tenía la paz de la perfecta unidad con la voluntad del Padre, y con paso ansioso avanzaba hacia el lugar del sacrificio. Pero un sentimiento de misterio, de duda y temor, sobrecogía a los discípulos. El Salvador «iba delante de ellos, y se espantaban, y le seguían con miedo».

Otra vez Jesús llamó a sí a los doce, y con mayor claridad que nunca les explicó su entrega y sufrimientos. «He aquí —dijo él subimos a Jerusalén, y serán cumplidas todas las cosas que fueron escritas por los profetas, del Hijo del hombre. Porque será entregado a las gentes, y será escarnecido, e injuriado y escupido. Y después que le hubieren azotado, le matarán: mas al tercer día resucitará. Pero ellos nada de estas cosas entendían, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se decía» (El Deseado de todas las gentes, p. 501

Jesús no suprimía una palabra de la verdad, pero siempre la expresaba con amor. En su trato con la gente hablaba con el mayor tacto, cuidado y misericordiosa atención. Nunca fue áspero ni pronunció innecesariamente una palabra severa, ni ocasionó a un alma sensible una pena inútil. No censuraba la debilidad humana. Decía la verdad, pero siempre con amor. Denunciaba la hipocresía, la incredulidad y la iniquidad; pero las lágrimas velaban su voz cuando profería sus penetrantes reprensiones. Lloró sobre Jerusalén, la ciudad amada, que rehusó recibirle, a él, que era el Camino, la Verdad y la Vida. Sus habitantes habían rechazado al Salvador, mas él los consideraba con piadosa ternura. Fue la suya una vida de abnegación y preocupación por los demás. Toda alma era preciosa a sus ojos. A la vez que se condujo siempre con dignidad divina, se inclinaba con la más tierna consideración sobre cada uno de los miembros de la familia de Dios. En todos los hombres veía almas caídas a quienes era su misión salvar.

Tal fue el carácter que Cristo reveló en su vida. Tal es el carácter de Dios. Del corazón del Padre es de donde manan para todos los hijos de los hombres los ríos de la compasión divina, demostrada por Cristo. Jesús, el tierno y piadoso Salvador, era Dios «manifestado en la carne». 1 Timoteo 3:16 (El camino a Cristo, p. 12).

Durante su ministerio, persiguiéronle siempre hombres astutos e hipócritas que procuraban su muerte. Seguíanle espías que acechaban sus palabras, para encontrar algo contra él. Los intelectos más sutiles e ilustrados de la nación procuraban derrotarle en controversias. Pero nunca pudieron aventajarle. Tuvieron que dejar la lid, confundidos y avergonzados por el humilde Maestro de Galilea. La enseñanza de Cristo tenía una lozanía y un poder como nunca hasta entonces conocieron los hombres. Hasta sus mismos enemigos hubieron de confesar: «Nunca ha hablado hombre así como este hombre». Juan 7:46 (El ministerio de curación, pp. 33, 34).

Elena G.W

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