Sábado 1 de febrero – EL AMOR DE DIOS POR LA JUSTICIA

EL AMOR DE DIOS POR LA JUSTICIA “Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme,…

 Sábado 1 de febrero – EL AMOR DE DIOS POR LA JUSTICIA

EL AMOR DE DIOS POR LA JUSTICIA

“Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice Jehová” (Jer. 9: 24).

Sábado: 1 de febrero

EL AMOR DE DIOS POR LA JUSTICIA

En el antiguo Cercano Oriente, los “dioses” de las naciones no solo eran volubles, inmorales e impredecibles, sino que también ordenaban atrocidades, como el sacrificio de niños. Incluso complaciéndolos, los pueblos paganos no podían contar con su favor, por lo que no se atrevían a disgustar a sus “deidades” tribales.

Según Deuteronomio 32: 17, detrás de tales “dioses” había demonios (ver también 1 Cor. 10: 20, 21). Sus formas de culto se prestaban al abuso, y sumían al pueblo en una gran oscuridad espiritual y moral.

El Dios de la Biblia es totalmente diferente de esas fuerzas demoníacas, ya que es perfectamente bueno y su carácter es inmutable. Solo en virtud de la bondad constante de Dios podemos tener esperanza ahora y para la eternidad.

En marcado contraste con los falsos dioses del mundo antiguo, e incluso con los “dioses” modernos, Jehová se preocupa profundamente por el mal, el sufrimiento, la injusticia y la opresión, todo lo cual condena de manera constante e inequívoca y hará desaparecer.

Comentarios Elena G.W

Dios nos amó con amor indecible, y nuestro amor hacia él aumenta a medida que comprendemos algo de la largura, la anchura, la profundidad y la altura de este amor que excede todo conocimiento. Por la revelación del encanto atractivo de Cristo, por el conocimiento de su amor expresado hacia nosotros cuando aún éramos pecadores, el corazón obstinado se ablanda y se somete, y el pecador se transforma y llega a ser hijo del cielo. Dios no utiliza medidas coercitivas; el agente que emplea para expulsar el pecado del corazón es el amor…

Dios es amor. Como los rayos de la luz del sol, el amor, la luz y el gozo fluyen de él hacia todas sus criaturas. Su naturaleza es dar. La misma vida de Dios es la manifestación del amor abnegado (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 66, 67).

Nuestro Dios es un Dios de misericordia. Trata a los transgresores de su ley con longanimidad y tierna compasión. Sin embargo, en esta época nuestra, cuando hombres y mujeres tienen tanta oportunidad de familiarizarse con la ley divina según se revela en la Sagrada Escritura, el gran Príncipe del universo no puede contemplar con satisfacción las ciudades impías, donde reinan la violencia y el crimen. Se está acercando rápidamente el momento en que acabará la tolerancia de Dios hacia aquellos que persisten en la desobediencia (Profetas y reyes, pp. 205, 206).

Bajo la influencia del gobierno de Acab, Israel se alejó mucho del Dios vivo. La obscura sombra de la apostasía cubría todo el país. Por todas partes podían verse imágenes de Baal y Astarte. Se multiplicaban los templos y los bosquecillos consagrados a los ídolos, y en ellos se adoraban las obras de manos humanas. El aire estaba contaminado por el humo de los sacrificios ofrecidos a los dioses falsos. Las colinas y los valles repercutían con los clamores de embriaguez emitidos por un sacerdocio pagano que ofrecía sacrificios al sol, la luna y las estrellas…

Se enseñaba al pueblo que los ídolos que se habían levantado eran divinidades que gobernaban por su poder místico los elementos de la tierra, el fuego y el agua. los arroyos y corrientes de aguas vivas, el suave rocío, las lluvias que refrescaban la tierra y hacían fructificar abundantemente los campos, se atribuían al favor de Baal y Astarte, en vez del Dador de todo don perfecto. El pueblo olvidaba que las colinas y los valles, los ríos y los manantiales, estaban en las manos del Dios vivo; y que este regía el sol, las nubes del cielo y todos los poderes de la naturaleza (From Splendor to Shadow, p. 60).

El método de Dios para tratar con el pecado no está en armonía con los puntos de vista defendidos por una gran parte de los que ocupan una posición prominente entre los profesos seguidores de Cristo. Muchos de estos hombres acarician el pecado, y alaban la benevolencia y la longanimidad de Dios, y se detienen en el carácter amoroso de Jesús, todo misericordia, todo ternura, mientras omiten las amenazas de la ira de Dios contra el pecado y los pecadores, y las mordaces denuncias de nuestro Salvador contra la hipocresía y el autoengaño. Son los que no tienen un sentido agudo de la extrema pecaminosidad del pecado los que están dispuestos a cuestionar la justicia de Dios al castigar con tanta severidad los pecados de los amalecitas, cananeos y madianitas. Los que aman el pecado son incapaces de comprender los tratos de Dios con sus súbditos (The Signs of the Times, 6 de enero, 1881, párrafo 7).

Elena G.W

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