Sábado 4 de mayo – LOS DOS TESTIGOS

LOS DOS TESTIGOS “ ‘La hierba se seca, la flor se cae; pero la palabra de nuestro Dios permanece para…

 Sábado 4 de mayo – LOS DOS TESTIGOS

LOS DOS TESTIGOS

“ ‘La hierba se seca, la flor se cae; pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre’ ” (Isa. 40:8).

Sábado: 4 de mayo

LOS DOS TESTIGOS

A lo largo de los siglos, la Palabra de Dios también ha sido despedaza, cuestionada, descartada, encadenada en monasterios y quemada en plazas públicas. A pesar de todo, la Escritura ha prevalecido.

La iglesia medieval persiguió a los cristianos fieles que creían en la Biblia. No obstante, la Palabra de Dios echó luz sobre la oscuridad. La opresión y la persecución no detuvieron la proclamación de la verdad. Cuando el traductor de la Biblia inglesa William Tyndale fue juzgado por su fe, le preguntaron quién lo había ayudado más a difundir la Palabra de Dios. Reflexionó sobre la pregunta y respondió: “el obispo de Durham”. Los magistrados se quedaron consternados. Tyndale explicó que, en una ocasión, el obispo compró una provisión de sus Biblias y las quemó públicamente. Lo que el obispo no sabía era que había comprado las Biblias a un precio mucho más alto de lo habitual. Con el dinero obtenido, Tyndale pudo imprimir muchas más Biblias de las que se quemaron. La verdad aplastada en el polvo se ha levantado una y otra vez para brillar en todo su esplendor.

Esta semana, exploramos uno de los ataques más despiadados contra las Escrituras y la fe cristiana. Durante la Revolución Francesa, la sangre corrió por las calles de Francia. La guillotina se instaló en la plaza pública de París, y miles fueron masacrados. El ateísmo se convirtió en la religión del Estado. Sin embargo, el testimonio de la Palabra de Dios no pudo ser silenciado.

La lección de esta semana se basa en El conflicto de los siglos, capítulos 12 al 17.

Comentarios Elena G.W

El que recibe las palabras que os he hablado y las convierte en el cimiento de su carácter y su vida, dijo Jesús, es como los que construyen su casa sobre la roca. Siglos antes, el profeta Isaías había escrito: «La palabra del Dios nuestro permanece para siempre» (Isaías 40:8), y Pedro, años después de que se pronunciara el Sermón del Monte, al citar estas palabras de Isaías, añadió: «Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada». 1 Pedro 1:25. La Palabra de Dios es lo único permanente que nuestro mundo conoce. Es el cimiento seguro. «El cielo y la tierra pasarán dijo Jesús—, pero mis palabras no pasarán». Mateo 24:35.

Los grandes principios de la ley, que participan de la misma naturaleza de Dios, están entretejidos en las palabras que Cristo pronunció sobre el monte. Quienquiera que edifique sobre esos principios edifica sobre Cristo, la Roca de la eternidad. Al recibir la Palabra, recibimos a Cristo, y únicamente los que reciben así sus palabras edifican sobre él. «Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo». 1 Corintios 3:11. «No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos». Hechos 4:12. Cristo, el Verbo, revelación de Dios y manifestación de su carácter, su ley, su amor y su vida, es el único fundamento sobre el cual podemos edificar un carácter que permanecerá (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 124, 125).

Necesitamos estudiar el cumplimiento del propósito de Dios en la historia de las naciones y en la revelación de las cosas futuras, a fin de poder estimar en su verdadero valor las cosas visibles e invisibles, aprender cuál es el verdadero ideal de la vida; dar el uso más noble y adecuado a las cosas del tiempo, una vez consideradas a la luz de la eternidad…

El día está cerca. El tiempo que queda es demasiado breve para las lecciones que hay que aprender, la obra que hay que hacer, la transformación del carácter que debe efectuarse.

«Hijo de hombre, he aquí que los de la casa de Israel dicen: La visión que este ve es para de aquí a muchos días, para lejanos tiempos profetiza este. Diles, por tanto: Así ha dicho Jehová el Señor: No se tardará más ninguna de mis palabras, sino que la palabra que yo hable se cumplirá, dice Jehová el Señor». Ezequiel 12:27, 28 (La educación, p. 184).

Aquellos que estudian la Palabra de Dios con corazones abiertos a la iluminación del Espíritu Santo, no permanecerán en las tinieblas en cuanto a su significado. «El que quisiere hacer su voluntad [la de Dios] —dijo Cristo—, conocerá de la doctrina, si viene de Dios, o si yo hablo de mí mismo». Juan 7:17. Todos los que acuden a Cristo en busca de un conocimiento más claro de la verdad, lo recibirán. El desplegará ante ellos los misterios del reino de los cielos, y estos misterios serán entendidos por el corazón que anhela conocer la verdad (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 18, 19).

Elena G.W

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