Sábado 5 de octubre – SIGNOS DE DIVINIDAD

SIGNOS DE DIVINIDAD “Jesús respondió: ‘Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.…

 Sábado 5 de octubre – SIGNOS DE DIVINIDAD

SIGNOS DE DIVINIDAD

“Jesús respondió: ‘Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?’ ” (Juan 11:25, 26).

Sábado: 5 de octubre

SIGNOS DE DIVINIDAD

La Biblia deja en claro que Jesucristo es el Hijo eterno, uno con el Padre, no creado ni engendrado. Jesús es quien creó todo lo que existe (Juan 1:1-3).

Por lo tanto, Jesús siempre ha existido; nunca hubo un momento en el que no haya existido. Aunque Jesús vino a este mundo y tomó sobre sí nuestra humanidad, siempre conservó su divinidad y, en momentos concretos, dijo e hizo cosas que la revelaron.

Esta verdad era importante para Juan. Por eso, al relatar algunos de los milagros de Jesús, Juan los utilizó para señalar la divinidad de Cristo. Jesús no solo dijo cosas que revelaban su divinidad, sino también respaldó sus palabras con hechos que la corroboraron.

La lección de esta semana examina tres de las mayores señales o evidencias de la divinidad de Jesús. Lo sorprendente es que, en cada caso, algunas personas no creyeron en el milagro o no percibieron su significado. Algunas de ellas se alejaron de Jesús; otras profundizaron su ceguera espiritual; y otras tramaron la muerte de Jesús. Aun otros aceptaron la evidencia que se les ofreció y creyeron en Jesús como el Mesías.

Comentarios Elena G.W

La naturaleza humana del Hijo de María, ¿fue cambiada en la naturaleza divina del Hijo de Dios? No. Las dos naturalezas se mezclaron misteriosamente en una sola persona: el hombre Cristo Jesús. En él moraba toda la plenitud de la Deidad corporalmente. Cuando Cristo fue crucificado, su naturaleza humana fue la que murió. La Deidad no disminuyó ni murió; esto habría sido imposible. Cristo, el inmaculado, salvará a cada hijo e hija de Adán que acepte la salvación que se le ofrece, que consienta en convertirse en hijo o hija de Dios. El Salvador ha comprado a la raza caída con su propia sangre.

Este es un gran misterio, un misterio que no será comprendido plena y completamente, en toda su grandeza, hasta que los redimidos sean trasladados. Entonces se comprenderán el poder, la grandeza y la eficacia de la dádiva de Dios para el hombre. Pero el enemigo ha decidido que esta dádiva sea oscurecida hasta el punto de quedar reducida a nada (Exaltad a Jesús, p. 70).

Los que apreciaban el carácter y la misión de Cristo, se llenaban de reverencia y asombro al contemplarlo, y sentían que estaban contemplando el templo del Dios viviente. Habían sido enviados oficiales para apresar al Hijo de Dios, a fin de que el templo viviente de Dios fuera destruido. Pero al acercarse y oír las palabras de sabiduría divina que salían de sus labios, quedaron encantados, y el poder y la excelencia de su instrucción llenaron de tal modo sus corazones y sus mentes, que olvidaron el propósito para el que habían sido enviados. Cristo se reveló a sus almas. La divinidad resplandeció a través de la humanidad, y regresaron tan llenos de este único pensamiento, tan cautivados por las ideas que les había presentado, que cuando los dirigentes de Israel preguntaron: «¿Por qué no lo habéis traído?», respondieron: «Nunca nadie habló como este hombre». Habían visto lo que los sacerdotes y los dirigentes no querían ver: la humanidad inundada de la luz y la gloria de la Divinidad (Signs of the Times, 20 de enero, 1890, párrafo 9).

Cuando estuvo en la tierra, Jesús dijo a los que lo rechazaron: «No queréis venir a mí para que tengáis vida». Hoy hay muchos que se niegan a responder al amor atrayente de Cristo. Jesús llama, pero muchos se niegan a responder a la invitación. No quieren valerse del privilegio de tener a Jesús como su Salvador personal. No vienen en humildad y fe, a fin de conocer por experiencia personal lo que son para Jesús, y lo que él es para ellos. Pero la promesa es: «Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho». Jesús no descansará hasta que lleve a sus seguidores a los reinos del gozo y la gloria perfectos (Signs of the Times, 27 de febrero, 1893, párrafo 5).

Elena G.W

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