Sábado 6 de julio – UN DÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS

UN DÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS “Y les dijo: ‘Vengan en pos de mí y los haré pescadores de…

 Sábado 6 de julio – UN DÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS

UN DÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS

“Y les dijo: ‘Vengan en pos de mí y los haré pescadores de hombres’ ” (Mar. 1:17).

Sábado: 6 de julio

UN DÍA EN EL MINISTERIO DE JESÚS

Cada Evangelio presenta el comienzo del ministerio de Jesús de una manera particular.

Mateo muestra a Jesús llamando discípulos y luego predicando el Sermón del Monte.

Lucas narra la historia del sermón inaugural de Jesús en la sinagoga de Nazaret.

Juan cuenta el llamado de varios de los primeros discípulos y la boda de Caná, donde Jesús realizó su primera señal.

El Evangelio de Marcos narra el llamado de cuatro discípulos, y describe un sábado en Capernaum y lo que ocurrió luego.

Este “sábado con Jesús”, al comienzo del Evangelio de Marcos, da al lector una idea de quién es él. En el segmento de Marcos que estudiaremos esta semana, hay muy pocas palabras de Jesús: un breve llamado al discipulado, la orden que le da a un demonio, el plan de visitar otros lugares y la curación de un leproso junto con la orden de presentarse ante un sacerdote para ser declarado limpio. El énfasis está en la acción, particularmente en la sanación de las personas. Al escritor del Evangelio le gusta usar la palabra “inmediatamente” para ilustrar la rapidez característica del ministerio de Jesús.

Comentarios Elena G.W

Después que hubo entrado en su ministerio, dijo: «Conviéneme obrar las obras del que me envió, entretanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede obrar». Juan 9:4. Jesús no rehuyó los cuidados y la responsabilidad, como los rehuyen muchos que profesan seguirle… El carácter positivo y enérgico, sólido y fuerte que manifestó Cristo, debe desarrollarse en nosotros, mediante la misma disciplina que él soportó. Y a nosotros se nos ofrece la gracia que recibió él.

Mientras vivió entre los hombres, nuestro Salvador compartió la suerte de los pobres. Conoció por experiencia sus cuidados y penurias, y podía consolar y estimular a todos los humildes trabajadores. Los que tienen un verdadero concepto de la enseñanza de su vida, no creerán nunca que deba hacerse distinción entre las clases, que los ricos han de ser honrados más que los pobres dignos (El Deseado de todas las gentes, pp. 53, 54).

Cristo eligió lo insensato del mundo, a los que este consideraba indoctos e ignorantes, para confundir a los sabios. Los discípulos no conocían las tradiciones de los rabinos, pero con el ejemplo de Cristo, su Maestro, obtuvieron una educación de primer orden, porque tenían ante sí un Ejemplo divino. Cristo les fue presentando las verdades más elevadas.

A los que Dios emplea en su servicio, los prepara a su manera con el fin de que lo sirvan. Los que predican a Cristo deben aprender de él diariamente, para comprender el misterio de salvar y servir a las almas por las cuales él murió… Deben seguir su ejemplo en todo, para compartir con otros su tierna compasión, y su decidida oposición a toda obra mala (Cada día con Dios, p. 39).

La vida terrenal del Salvador fue una vida de comunión con la naturaleza y con Dios. En esta comunión nos reveló el secreto de una vida llena de poder.

Jesús obró con fervor y constancia. Nunca vivió en el mundo nadie tan abrumado de responsabilidades, ni llevó tan pesada carga de las tristezas y los pecados del mundo. Nadie trabajó con celo tan agobiador por el bien de los hombres. No obstante, era la suya una vida de salud. En lo fisico como en lo espiritual fue su símbolo el cordero, víctima expiatoria, «sin mancha y sin contaminación». I Pedro 1:19. Tanto en su cuerpo como en su alma fue ejemplo de lo que Dios se había propuesto que fuera toda la humanidad mediante la obediencia a sus leyes.

Cuando el pueblo miraba a Jesús, veía un rostro en el cual la compasión divina se armonizaba con un poder consciente. Parecía rodeado por un ambiente de vida espiritual. Aunque de modales suaves y modestos, hacía sentir a los hombres un poder que si bien permanecía latente, no podía quedar del todo oculto (El ministerio de curación, p. 33).

Elena G.W

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