Sábado 7 de octubre – LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE

LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE “Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos…

 Sábado 7 de octubre – LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE

LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE

“Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19).

Sábado: 7 de octubre

LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE

La temática de Dios como un Dios misionero atraviesa toda la Escritura. Es el hilo conductor de la historia humana y demuestra el propósito de Dios para su Creación. Además, fusiona la revelación divina con un objetivo principal: la restauración de la imagen de Dios en sus hijos caídos (comparar con Col. 3:9, 10 y 1 Juan 3:2).

La misión de Dios también funciona como el marco en el que debemos ver y entender la Palabra de Dios para nosotros. Cuando leemos la Biblia, podemos identificar a un Dios que nos tiende la mano de manera intencional. A pesar de la separación causada por el pecado (Isa. 59:2), mediante su misión, Dios sigue restaurando la relación quebrada con la humanidad hasta el glorioso momento en que haga “nuevas todas las cosas” (Apoc. 21:5).

Dios ha elegido manifestarse de tal manera que podamos comprender su naturaleza y su propósito, y sobre todo, que podamos tener una relación real y duradera con él. En otras palabras, no solo llegamos a conocerlo, sino también compartimos con otros nuestra experiencia con él y con su amor salvífico.

Comentarios Elena G.W

Debemos creer que somos elegidos de Dios, para ser salvados por el ejercicio de la fe, a través de la gracia de Cristo y la obra del Espíritu Santo; y debemos alabar y glorificar a Dios por esta maravillosa manifestación de un favor que no merecemos. Es el amor de Dios el que conduce el alma a Cristo para ser benignamente recibida y presentada al Padre. Mediante la obra del Espíritu, se renueva la relación divina entre Dios y el pecador. El Padre dice: «Yo seré Dios para ellos, y ellos serán para mí hijos. Ejerceré el amor perdonador hacia ellos, y derramaré en ellos mi gozo. Ellos serán para mí un tesoro peculiar; porque este pueblo a quien yo he formado por mí mismo manifestará mi alabanza».

El Padre concede su amor al pueblo elegido que vive en medio de los hombres. Son el pueblo que Cristo ha redimido, mediante el precio de su propia sangre, y porque responden a la dirección de Cristo, mediante la misericordia soberana de Dios, son elegidos para ser salvados como sus hijos obedientes (Nuestra elevada vocación, p. 79).

Los miembros de la iglesia no muestran esa conexión viva con Dios que deben tener para llevar almas de la oscuridad a la luz… La obra del Espíritu de Dios en el corazón es esencial para la piedad. Debe ser recibido en los corazones de quienes aceptan la verdad, y crear en ellos corazones limpios, antes que uno de ellos pueda guardar sus mandamientos y ser hacedor de la Palabra. «No te maravilles», dijo el gran Maestro al asombrado Nicodemo, «no te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo».

No se estudia la Biblia tanto como se debiera; no se convierte en la regla de la vida. Si se siguieran concienzudamente sus preceptos, y fueran la base del carácter, habría un propósito firme sobre el cual ninguna especulación comercial o asunto mundanal podría influir seriamente. Un carácter así formado, y sostenido por la palabra de Dios, soportará el día de la prueba, de las dificultades y de los peligros. La conciencia debe ser iluminada y la vida santificada por el amor de la verdad recibida en el corazón, antes que la influencia sea salvadora para el mundo (Dios nos cuida, p. 330).

Sobre nosotros… [Dios] derrama innúmeras bendiciones. Debemos expresar nuestra gratitud a Dios por ser aceptados como obreros que cooperan con el Señor Jesucristo.

Los que predican la Palabra del Señor deben vivir lo que enseñan.  Si recibimos la gracia de Dios en el corazón, debemos revelar a otros esta gracia en toda palabra y acción. Los que están fundados en la misericordia sin límite de Cristo deben practicar su paciencia y tolerancia, y nunca revelar un espíritu de injusticia arbitraria hacia sus hermanos o hacia los demás (El ministerio médico, p. 337).

Elena G.W

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