Por eso he amado tus mandamientos más que el oro, y más que oro muy puro. Salmo 119:127.
En estos días de peligro, ¿manifestaremos menos devoción a la verdad de Dios y menos ferviente lealtad a su ley que en años pasados?… Ahora es el momento en que los elegidos de Cristo deben manifestar su devoción y su servicio; el momento en que todos sus seguidores deben dar su testimonio más noble en favor de su Maestro, manteniéndose firmes contra la corriente del mal que prevalece…
Cuando se deja de lado la ley divina, la mayor miseria viene como resultado, tanto para las familias como para la sociedad. La única esperanza de mejoramiento consiste en que se nos encuentre adhiriéndonos fielmente a los preceptos de Jehová… [L]a forma más segura de minar los fundamentos del orden y el gobierno, consiste en anular la ley de Dios (Hijos e hijas de Dios, 17 de febrero, p. 56).
Desde su caída del cielo, el único gozo y constante empleo de Satanás ha sido frustrar el plan de Dios impidiendo la salvación de los hombres que perecen. Ha llevado a cabo esta obra con un éxito marcado, Y la continuará hasta que Cristo ponga fin a su esfuerzo. Ha procurado inducir a los hombres a que colaboren en pisotear el honor de Dios, y muchos se han hecho colaboradores suyos y han contribuido a su rebelión. Los que hacen esto, los que se glorían en su escepticismo, y llevan a otros a despreciar la ley de Jehová, se colocan en las filas de los enemigos de Cristo, y utilizan su influencia para destruir más bien que para salvar almas. Secundan a Satanás en sus esfuerzos por socavar la ley de Dios asegurando al pecador que se salvará mientras transgreda esa ley. Sirven a Satanás y compartirán su terrible destino (The Signs of the Times, 3 abril 1884, párrafo 8).
El cristiano tiene el deber de no permitir que lo moldeen ni el medio en que vive ni las circunstancias que lo rodean; pero debe vivir por encima del ambiente y modelar su carácter de acuerdo con el Modelo divino. Debe ser fiel dondequiera que se halle. Ha de cumplir fielmente con sus deberes, cultivando las oportunidades que Dios le ha dado y aprovechando sus capacidades al máximo. Dondequiera que se encuentre debe trabajar por Jesús con el propósito único de promover la gloria de Dios. Debemos someter la voluntad y el corazón a Dios y llegar a conocer a Cristo. Debemos negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguir a Jesús. Ninguno de nosotros puede alcanzar el cielo, excepto por el camino estrecho y cargando la cruz. Sin embargo, cuántas personas prefieren llevar la cruz como un adorno, pero fracasan en llevarla en la vida práctica y cotidiana…
El conocimiento de Cristo es el elemento esencial para una obra de éxito; porque este conocimiento proporcionará los principios sanos de la rectitud, impartirá un espíritu noble y abnegado, como los de nuestro Salvador a quien profesamos servir. La fidelidad, la economía, el cuidado, la cabalidad, deberían caracterizar nuestro trabajo, no importa dónde nos encontremos: en la cocina, en el taller… o dondequiera nos toque trabajar en la viña del Señor (Exaltad a Jesús, 19 de agosto, p. 239).