“A la verdad, cuando le añades, le quitas”, dice el Talmud; pero nos gusta “añadirle” a la verdad nuestro propio matiz, sin pensar que, con ello, le estamos quitando. A esa “añadidura” que le ponemos a lo que es, para que no parezca ser tal y como es, lo llamamos “exagerar”.
Y exagerar es malo, porque resta, quita, priva. Cuando exageramos nuestros “méritos”, nos “quitamos” (privamos de) darnos cuenta de que dependemos de Dios. Él es quien produce en nosotras el querer y el hacer, por su buena voluntad.
Él es quien nos da los talentos y crea las circunstancias. Cuando añadimos algo a la verdad mientras contamos a otros lo que hemos hecho, estamos intentando impresionar; pero ¿para qué queremos impresionar a nadie? Lo que debe impresionar son única y exclusivamente los méritos de Cristo. No le quitemos al Señor lo que le corresponde.
Cuando exageramos nuestros problemas, nos “quitamos” capacidad para gestionarlos. Agrandar las adversidades nos resta fuerza y fe; es una tendencia contra la cual debemos luchar. Como dice el autor Rafael Santandreu: “La gente más sana y positiva tiene el hábito de no exagerar las adversidades y aprende a convivir con ellas; esa es la filosofía ideal para lograr equilibrio emocional”.141
Aprender a convivir con las dificultades, sin exagerarlas, es un buen camino. Y es un camino que no transitamos solas; Dios nos dice: “No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas” (Jos. 1:9).
Cuando, en conversaciones, exageramos las palabras y conductas de terceras personas, estamos mintiendo. Como dice el refrán: “Exagerar y mentir, por un mismo camino suelen ir”. Esas palabras exageradas (mentirosas) dan testimonio de un corazón que no ama, y nos “quitan” el privilegio de hacer amistad, porque “el que pasa por alto la ofensa, crea lazos de amor” (Prov. 17:9).
Elena de White, entristecida por esta tendencia humana de añadirle a lo que otros dicen y hacen, escribió: “Debemos soportarnos unos a otros y no exagerar los errores. Tengamos compasión por quienes la necesitan. […] Mi corazón se ha condolido al ver cómo trata un hermano a otro hermano, y la disposición a […] convertir a un hombre en ofensor sobre la base de una sola palabra” (Mente, carácter y personalidad, t. 2, p. 284).
No exageremos esa sola palabra; no añadamos nada a la verdad, si es que queremos escapar de la amargura.
“Sea su hablar, ‘sí’, ‘sí’, y ‘no’, ‘no’. Porque lo que va más allá de esto, procede del mal” (Mateo 5:37, RVA-2015).
141 https://salud.ideal.es/psicologia-65/1222-exagerar-es-malo.html [consultado en julio de 2021].