A veces creemos que la gente no valora las hazañas de las cuales nos habla la Biblia; hazañas como andar la segunda milla, poner la otra mejilla, dar el primer lugar al prójimo o saber sufrir burlas y persecuciones. Pero sí las valoran.
Cuenta el psicoterapeuta George Anderson, que una vez estaba esperando turno para que lo atendieran en un banco, y estaba de segundo en la fila. Había detrás de él veinte personas cuando, de pronto, entró una mujer y empezó a hacer escándalo:
“Esto es una tomadura de pelo, solo tienen dos cajeros atendiendo, me dijeron que esta hora era la mejor para venir, pero está claro que aquí ninguna hora es buena, voy a perder mi tiempo miserablemente en este lugar…”.
Anderson se acercó a ella, hablaron brevemente, y finalmente le dijo: “No se preocupe, señora, que yo le cambio de lugar, no tengo apuro”. Y condujo a la nerviosa desconocida al puesto que él había ocupado en la fila: el segundo.
Él, por su parte, se fue al final. Y se quedó esperando, caminando la segunda milla. Ella fue atendida muy rápido, y para entonces, ya su estrés se había calmado.
Cuando llegó el turno de que él fuera atendido, el cajero le dijo:
—¿Es usted el que le cedió el turno a la mujer alterada?
—Sí —respondió Anderson.
—El director quiere verlo.
Una vez en la oficina del director, este le dijo:
—Me contaron lo que usted hizo, y a partir de ahora, ni usted ni su familia tendrán que hacer fila en este banco. Ustedes son ahora clientes vip.
No pasan desapercibidos los actos de bondad, las verdaderas hazañas, porque el mundo necesita héroes cotidianos, gente ordinaria que ame de manera extraordinaria. Los necesita el mundo, y los necesita la iglesia. Y podemos ser nosotras ese tipo de héroes, si tenemos claro cómo se llega a ser un héroe de este tipo.
Gálatas 6:9 dice: “No nos cansemos, pues, de hacer el bien”. No nos cansemos de hacer “buenas acciones”, retomando el sentido original de la palabra “hazaña”. Nos cansamos porque recurrimos a nuestros mecanismos deficientes de inteligencia emocional. Si me hacen mal, yo hago mal.
Pero la hazaña de la cual nos habla la Biblia es la de no cansarnos de entregar nuestra voluntad a Dios, para que sea él quien obre en nosotros tanto el querer como el hacer. Y él nunca se cansa. Tomadas de la mano de Dios, realizaremos hazañas que le darán honra y gloria y que mostrarán a una sociedad desencantada en qué consiste el verdadero amor.
“No nos cansemos, pues, de hacer el bien” (Gálatas 6:9).