Si volvieras a nacer, ¿qué nombre te gustaría que te pusieran tus padres? Durante años yo quise llamarme Lucía, porque me gustaba mucho ese nombre; pero con el tiempo comprendí que quisiera ser llamada por algo más profundo que una palabra bonita. Sé que no podemos volver a nacer, y no estoy pensando cambiar de nombre, pero quiero que reflexionemos esta mañana en un concepto bíblico que tiene que ver con esto.
Dios les cambió el nombre a varios personajes de la Biblia, entre ellos, los que voy a mencionar. A “Abram”, que significa “padre enaltecido/exaltado”, lo llamó “Abraham”, que significa “padre de muchas naciones” (Gén. 17:5). Esto evidencia un cambio trascendental en su vida: ya no se trataba del líder individual, sino de la grandeza del colectivo.
“Sarai”, la mujer estéril cuyo nombre significaba “Princesa”, pasó a llamarse “Sara”, que significa “madre de muchas naciones” (Gén. 17:15, 16); pasó de la dureza de la infertilidad en tiempos del Antiguo Testamento al privilegio de ser elegida madre de la promesa. Jacob, que significa “Suplantador” fue llamado “Israel”, porque luchó con Dios y venció (Gén. 32:28).
Así, este hombre, que había engañado a su hermano suplantando su identidad para robarse una bendición que no le correspondía, llegó a ser definido no por su gran error de falta de fe, sino por rendirse a Dios en su encuentro con él, y esto, lo preparó para ir a la reconciliación con valentía. Si te fijas, se trata de personajes que dieron un salto hacia adelante en sus vidas, pasando página de tal manera que lo que aún no era, pudo llegar a ser. Todo, por supuesto, fue obra de Dios.
No sé qué te define en este momento, qué vivencias del pasado te siguen marcando porque no puedes dejarlas atrás; qué sentimientos de culpa y complejos de inferioridad cargas; qué etiquetas te colocas o te han colocado y te impiden dar un salto adelante, pasar la página, “recibir un nuevo nombre” que permita que lo que aún no eres pueda llegar a ser.
Lo que sí sé es que la clave del futuro está en el hábito diario de depender de Dios, para que haga de ti lo que está en su plan que llegues a ser. Solo él puede obrar así y cambiarte el nombre a uno que verdaderamente tenga sentido.
Para que ninguna etiqueta te impida dejar atrás lo que debe quedar atrás, busca a Dios hoy. Y mañana…
“A los que salgan vencedores […] les daré también una piedra blanca, en la que está escrito un nombre nuevo” (Apocalipsis 2:17).