Anita, mi compañera de trabajo, predicó en una ocasión sobre Isaías 26:3: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (RVR60). En ese momento yo no me sentía en paz (ni tan siquiera en paz incompleta); me sentía insegura, triste y consciente de mi necesidad de cambiar. Me pareció que me estaba hablando a mí, señalándome lo que no estaba siendo capaz de ver: la paz completa está íntimamente asociada a tener un pensamiento que persevera en Dios.
De hecho, eran mis pensamientos los que me habían robado la paz: lo que alguien había dicho de mí que no era verdad; lo que ese mismo alguien me había dicho a mí y que no supe encajar; lo que finalmente dijo contra mí en público, y yo recogí aun a sabiendas de que no era verdad.
Esa secuencia me había robado la paz, exponiendo con ello ante mí misma mi propia realidad espiritual: mi falta de confianza en Dios por causa de mi falta de perseverancia en un pensamiento conectado con él, con las verdades de él, no con las mentiras humanas.
Ser conscientes de la propia realidad es siempre el comienzo de un camino de cambio y dependencia total de Dios; es lo que permite romper el círculo vicioso de un pensamiento repetitivo falto de fe y de visión espiritual.
El Comentario bíblico adventista (CBA) dice: “Perfecta paz puede ser la feliz experiencia de los hijos de Dios aquí y ahora. La perfecta sumisión a la voluntad de Dios trae consigo la bendición de la perfecta serenidad.
El cristiano maduro está en paz con Dios, consigo mismo y con el mundo que lo rodea”. Qué bendición trae consigo la madurez espiritual: nos permite estar en paz con Dios y, de ahí, derivar paz con nosotras mismas y con quienes nos rodean (que a veces nos hacen un daño real, pero creo firmemente que “no saben lo que hacen”, y pueden algún día comprender y cambiar).
El CBA añade: “Esta paz interna se refleja en un rostro alegre. […] La paz del cristiano no depende de la situación pacífica del mundo que lo rodea, sino de que el Espíritu de Dios more en su corazón”.
Tener completa paz no es evitar a quien percibes como enemigo; tener completa paz es no percibir a nadie como enemigo. Antoine de Saint-Exupéry escribió: “Si queremos paz, hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor”. Ya lo creo… y por experiencia propia. Lo bonito es que el solo hecho de tomar esta decisión, trae una sonrisa a nuestro rostro.
“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3, RVR60).