Domingo 16 de abril – TEMAN A DIOS Y DENLE GLORIA

TEMAN A DIOS Y DENLE GLORIA “ ‘¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de…

 Domingo 16 de abril – TEMAN A DIOS Y DENLE GLORIA

TEMAN A DIOS Y DENLE GLORIA

“ ‘¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús!’ ” (Apoc. 14:12).

Domingo: 16 de Abril

TEMAN A DIOS

El propósito del libro de Apocalipsis para nuestra generación es preparar a un pueblo para el pronto regreso de Jesús y unirse con él para dar el mensaje de los últimos días al mundo. Apocalipsis revela los planes de Dios y desenmascara los planes de Satanás. Presenta el llamado final de Dios, su mensaje urgente, eterno y universal para toda la humanidad.

Lee el llamado urgente del apóstol Juan en Apocalipsis 14:7. (Ver también Gén. 22:12; Sal. 89:7; Prov. 2:5; Ecl. 12:13, 14; Efe. 5:21). ¿Qué instrucción específica nos da?

 

Apocalipsis 14:7

diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.

 

Génesis 22:12

12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.

 

Salmos 89:7

Dios temible en la gran congregación de los santos, Y formidable sobre todos cuantos están alrededor de él.

 

Proverbios 2:5

Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios.

 

Eclesiastés 12:13-14

13 El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. 14 Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.

 

Efesios 5:21

21 Someteos unos a otros en el temor de Dios.

La palabra griega del Nuevo Testamento para “teman”, en Apocalipsis 14:7, es phobeo. Aquí se utiliza no en el sentido de tenerle miedo de Dios, sino en el de reverencia, admiración y respeto. Transmite el pensamiento de lealtad absoluta a Dios y de entrega total a su voluntad. Es una actitud de la mente que se centra en Dios, y no en el yo. Es lo opuesto a la actitud de Lucifer en Isaías 14:13 y 14, cuando dice en su corazón: “ ‘Subiré al cielo, en lo alto, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, en el Monte de la Reunión, al lado norte me sentaré. Sobre las altas nubes subiré, y seré semejante al Altísimo’ ”. Es la actitud de Cristo, “quien, aunque era de condición divina […] se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:6, 8).

La esencia del Gran Conflicto gira en torno a la sumisión a Dios. Lucifer era egocéntrico; se negó a someterse a cualquier autoridad que no sea la suya. En lugar de someterse a aquel que ocupaba el Trono, Lucifer deseaba gobernar desde el Trono. En pocas palabras, temer a Dios es darle el primer lugar en nuestro pensamiento. Es renunciar a nuestro egocentrismo y orgullo, y vivir totalmente para él.

Y obviamente debe ser importante, porque son las primeras palabras que pronuncia el primero de los tres ángeles.

Por lo tanto, debemos prestar atención.

¿Cuál ha sido tu experiencia en cuanto a temer a Dios? ¿Cómo le explicarías a alguien, de manera positiva, por qué “el temor de Dios” es algo bueno?

Comentarios Elena G.W

El tercer ángel vuela por en medio del cielo anunciando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Representa la obra que debe hacerse en estos últimos días. El mensaje no pierde nada de su poder al progresar en su vuelo. Juan ve que la obra crece en potencia hasta que toda la tierra se llena con la gloria de Dios. El mensaje: «Temed a Dios, y dadle honra; porque la hora de su juicio es venida», debe ser dado en alta voz. Con celo y energías más intensos, los seres humanos deben impulsar la obra del Señor. Los hombres, las mujeres y los niños deben prepararse para dar el mensaje en el hogar, en la escuela y en la iglesia… Necesitamos jóvenes y señoritas fuertes, devotos y abnegados, que avancen hacia el frente (Hijos e hijas de Dios, p. 209). Los discípulos de Cristo deben precaverse hoy contra la tendencia a perder el espíritu de reverencia y temor piadoso. Las Escrituras enseñan a los hombres cómo deben acercarse a su Hacedor, a saber con humildad y reverencia, por la fe en un Mediador divino. El salmista declaró: «Porque Jehová es Dios grande; Y Rey grande sobre todos los dioses… Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro hacedor». Salmo 95:3, 6… La verdadera reverencia hacia Dios nos es inspirada por un sentido de su infinita grandeza y un reconocimiento de su presencia. Este sentido del Invisible debe impresionar profundamente todo corazón. La presencia de Dios hace que tanto el lugar como la hora de la oración sean sagrados. Y al manifestar reverencia por nuestra actitud y conducta, se profundiza en nosotros el sentimiento que la inspira. «Santo y temible es su nombre» (Salmo 111:9, VM), declara el salmista. Los ángeles se velan el rostro cuando pronuncian ese nombre. ¡Con qué reverencia debieran pronunciarlo nuestros labios, puesto que somos seres caídos y pecaminosos! (Profetas y reyes, pp. 33, 34). La humildad y la reverencia deben caracterizar el comportamiento de todos los que se allegan a la presencia de Dios. En el nombre de Jesús podemos acercarnos a él con confianza, pero no debemos hacerlo con la osadía de la presunción, como si el Señor estuviese al mismo nivel que nosotros. Algunos se dirigen al Dios grande, todopoderoso y santo, que habita en luz inaccesible, como si se dirigieran a un igual o a un inferior. Hay quienes se comportan en la casa de Dios como no se atreverían a hacerlo en la sala de audiencias de un soberano terrenal. Los tales debieran recordar que están ante la vista de Aquel a quien los serafines adoran, y ante quien los ángeles cubren su rostro. A Dios se le debe reverenciar grandemente; todo el que verdaderamente reconozca su presencia se inclinará humildemente ante él, y como Jacob cuando contempló la visión de Dios, exclamará: «¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo». Génesis 28:17 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 256, 257).

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