Viernes 5 de enero – PARA ESTUDIAR Y MEDITAR – CÓMO LEER SALMOS

CÓMO LEER SALMOS “Después les dijo: ‘Estas son las palabras que les hablé cuando estaba aún con ustedes; que era…

 Viernes 5 de enero – PARA ESTUDIAR Y MEDITAR – CÓMO LEER SALMOS

CÓMO LEER SALMOS

“Después les dijo: ‘Estas son las palabras que les hablé cuando estaba aún con ustedes; que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos’. Entonces les abrió el sentido, para que entendiesen las Escrituras” (Luc. 24:44, 45).

Viernes: 5 de enero

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee Elena de White, Profetas y reyes, “El Templo y su dedicación”, pp. 25-35; Mensajes para los jóvenes, “Los beneficios de la música”, pp. 287, 288.

El libro de Salmos consta de 150 salmos, agrupados en cinco libros: Libro I (Salmos 1-41), Libro II (Salmos 42-72), Libro III (Salmos 73-89), Libro IV (Salmos 90-106) y Libro V (Salmos 107-150). La división en cinco libros del salterio es una antigua tradición judía paralela a la división en cinco libros del Pentateuco.

El libro de Salmos aporta pruebas de algunas colecciones de salmos ya existentes: las colecciones de Coré (Sal. 42-49, 84, 85, 87, 88), la colección de Asaf (Sal. 73-83), los cantos de los ascensos (Sal. 120-134) y los salmos del aleluya (Sal. 111-118; 146-150). Salmo 72:20 da testimonio de una colección más pequeña de los salmos de David.

Aunque la mayoría de los salmos se asocian con la época del rey David y la monarquía primitiva (siglo X a.C.), la colección de salmos siguió creciendo en los siglos ulteriores: la monarquía dividida, el Exilio y el período posexílico. Es concebible que los escribas hebreos bajo el liderazgo de Esdras combinaran las pequeñas colecciones de salmos existentes en un solo libro cuando trabajaban en el establecimiento de los servicios del nuevo Templo.

El hecho de que los escribas consolidaran el libro de Salmos no le quita, a este, su inspiración divina. Los escribas, al igual que los salmistas, eran siervos devotos de Dios, y su trabajo estaba dirigido por Dios (Esd. 7:6, 10). La naturaleza divino-humana de Salmos es comparable a la unión de lo divino y lo humano en el Señor Jesús encarnado. “Pero la Biblia, con sus verdades de origen divino expresadas en el lenguaje de los hombres, muestra una unión de lo divino y lo humano. Tal unión existía en la naturaleza de Cristo, quien era Hijo de Dios e Hijo del hombre. Así, se puede decir de la Biblia lo que se dijo de Cristo: ‘Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros’ ” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 6).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. ¿Qué significa que los salmos sean oraciones e himnos divino-humanos? ¿De qué manera esta idea, aunque difícil de comprender, nos ayuda a ver la cercanía que Dios desea con su pueblo? ¿Cómo revela, a su manera, la cercanía de Dios con la humanidad y con cada uno de nosotros?

  2. En clase, comenten alguna ocasión en la que hayan encontrado en Salmos algo que hablaba directamente de la situación por la que estaban pasando. ¿Qué consuelo y esperanza encontraron?

Comentarios Elena G.W

Tan humilde y modesto como antes de su ungimiento, el pastorcillo regresó a las colinas, para vigilar y cuidar sus rebaños tan cariñosamente como antes. Pero con nueva inspiración componía sus melodías, y tocaba el arpa. Ante él se extendía un panorama de belleza rica y variada. Las vides, con sus racimos, brillaban al sol. Los árboles del bosque, con su verde follaje, se mecían con la brisa. Veía al sol, que inundaba los cielos de luz, saliendo como un novio de su aposento, y regocijándose como hombre fuerte que va a correr una carrera. Allí estaban las atrevidas cumbres de los cerros que se elevaban hacia el firmamento; en la lejanía se destacaban las peñas estériles de la montaña amurallada de Moab; y sobre todo se extendía el azul suave de la bóveda celestial.

Y más allá estaba Dios. Él no podía verle, pero sus obras rebosaban alabanzas. La luz del día, al dorar el bosque y la montaña, el prado y el arroyo, elevaba a la mente y la inducía a contemplar al Padre de las luces, Autor de todo don bueno y perfecto. Las revelaciones diarias del carácter y la majestad de su Creador henchían el corazón del joven poeta de adoración y regocijo.

En la contemplación de Dios y de sus obras, las facultades de la mente y del corazón de David se desarrollaban y fortalecían para la obra de su vida ulterior. Diariamente iba participando en una comunión más íntima con Dios. Su mente penetraba constantemente en nuevas profundidades en busca de temas que le inspirasen cantos y arrancasen música a su arpa. La rica melodía de su voz difundida a los cuatro vientos repercutía en las colinas como si fuera en respuesta a los cantos de regocijo de los ángeles en el cielo (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 693, 694).

Si nos asociamos diariamente con Cristo, sentiremos en nuestro derredor los poderes de un mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejaremos a él. Contemplándolo, seremos transformados. Nuestro carácter se suavizará, se refinará y ennoblecerá para el reino celestial. El resultado seguro de nuestra comunión con Dios será un aumento de piedad, pureza y celo. Oraremos con inteligencia cada vez mayor. Estamos recibiendo una educación divina, la cual se revela en una vida diligente y fervorosa.

El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para pedir ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la verdad y del deber, propósitos elevados, así como sed y hambre insaciable de justicia. Al mantenernos en relación con Dios, podremos derramar sobre las personas que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan en nuestro corazón. La fuerza obtenida al orar a Dios, sumada a los esfuerzos infatigables para acostumbrar la mente a ser más considerada y atenta, nos prepara para los deberes diarios, y preserva la paz del espíritu bajo todas las circunstancias (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 73, 74).

Elena G.W

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