Enero 15 – El Que Sabe “Más” – Virtuosa

Hay que ser muy sabio para aprender de alguien que sabe menos que uno. Jorge Bucay Un niño llegó corriendo…

 Enero 15 – El Que Sabe “Más” – Virtuosa

Hay que ser muy sabio para aprender de alguien que sabe menos que uno.

Un niño llegó corriendo a la casa y le dijo a su mamá:

—Mamá, hoy Huguito lloró porque se peleó con su papá.
—¿Y por qué se peleó con su papá? —le preguntó la mamá—. Eso no se hace.
—Porque la maestra le puso una mala nota y el padre, en lugar de enojarse con la maestra, le dijo que la maestra tenía razón y lo castigó —respondió el niño.
—Bueno, hijo, pues el padre de Huguito tiene razón —comentó la mamá.
—¿Y tú cómo sabes que tiene razón, si no lo conoces? —quiso saber el niño.
—Porque el papá sabe más que Huguito —explicó ella, totalmente convencida.
—¿Y por qué el papá de Huguito sabe más que Huguito? —preguntó el hijo.
—Porque es mayor, porque tiene más experiencia, porque ha leído más… Los padres siempre saben más que los hijos —le aclaró ella.
—¿¡Los padres siempre saben más que los hijos!? —exclamó él, enojado.
—Siempre —sentenció la mamá.
—¿Tú sabes más que yo? —añadió el niño.
—Sí, claro —dijo la mamá, segura de sí misma.
—¿Y yo sabré más que mis hijos?
—Sí.
—¿Y siempre fue así?
—Sí.
—Dime una cosa, mamá, ¿quién inventó el teléfono?
—El teléfono lo inventó Alexander Graham Bell —dijo ella, orgullosa de saber la respuesta.
—¿Y por qué no lo inventó su papá, si sabía más?

Qué difícil es educar a los hijos, y en qué contradicciones tan grandes caemos muchas veces como madres, olvidando que no lo sabemos todo y que estamos ahí, más que nada, para fomentar la relación de ellos con Jesús y para llevarlos de la mano en su desarrollo personal. Por el hecho de ser sus madres, no necesariamente sabemos más que ellos; tal vez en algunas cosas sí, pero en otras no.

El que sí sabe más que ellos (y que nosotras) es Dios, por eso lo mejor que se puede hacer como madre es conducir a nuestros hijos a él. Cambiar, aprender, crecer, mejorar, ampliar la mente, profundizar el corazón, esos son retos a los que nos llama el evangelio. Y todo empieza con dos requisitos: reconocer que no lo sabemos todo y volvernos como niños, con humildad, listas para observar y retener lo bueno.

“Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos” (Mat. 18:3).

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