- marzo 11, 2024
Lunes 11 de marzo – OREN POR LA PAZ DE JERUSALÉN – EL ANHELO DE DIOS EN SION
EL ANHELO DE DIOS EN SION “Anhelo y ardientemente deseo los atrios del Señor. Mi corazón y mi carne cantan…
EL ANHELO DE DIOS EN SION
“Anhelo y ardientemente deseo los atrios del Señor. Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo” (Sal. 84:2).
Lunes: 11 de marzo
OREN POR LA PAZ DE JERUSALÉN
Lee Salmo 122:1 al 5. ¿Cuáles son los sentimientos de los adoradores al llegar a Jerusalén? ¿Qué esperan encontrar en Jerusalén?
Salmo 122:1-5
1 Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos. 2 Nuestros pies estuvieron Dentro de tus puertas, oh Jerusalén. 3 Jerusalén, que se ha edificado Como una ciudad que está bien unida entre sí. 4 Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH, Conforme al testimonio dado a Israel, Para alabar el nombre de Jehová. 5 Porque allá están las sillas del juicio, Los tronos de la casa de David.
Salmo 122 expresa el gozo y la emoción de los peregrinos al llegar a Jerusalén. Las peregrinaciones a Jerusalén eran ocasiones gozosas, en las que el pueblo de Dios se reunía tres veces al año para conmemorar la bondad de Dios hacia ellos en el pasado y en el presente (Deut. 16:16). Jerusalén era el centro de la vida de la nación, porque contenía “el testimonio dado a Israel” (Sal. 122:4) y las sillas del juicio (Sal. 122:5). El “testimonio dado a Israel” se refiere al Santuario, que a veces se llamaba “el tabernáculo del testimonio” (Núm. 1:50, RVR 1960) y contenía el “arca del testimonio” (Éxo. 25:22). Las sillas, o tronos, dispuestas para juzgar, representan el sistema judicial de Jerusalén (2 Sam. 8:15). Por lo tanto, la peregrinación era el momento en que se podía buscar y obtener justicia. La fidelidad a Dios y la administración de justicia al pueblo nunca debían separarse.
Lee Salmo 122:6 al 9. ¿Cuál es la oración principal del pueblo de Dios?
Salmo 122:6-9
6 Pedid por la paz de Jerusalén; Sean prosperados los que te aman. 7 Sea la paz dentro de tus muros, Y el descanso dentro de tus palacios. 8 Por amor de mis hermanos y mis compañeros Diré yo: La paz sea contigo. 9 Por amor a la casa de Jehová nœuestro Dios Buscaré tu bien.
La oración por la paz de Jerusalén invoca las bendiciones de Dios sobre la ciudad y sus habitantes, y une a los fieles, haciendo que la paz se extienda entre ellos (Sal. 122:8). Jerusalén solamente puede ser la ciudad de la paz si existe paz entre Dios y su pueblo, y entre los hijos de Dios. Así, la oración por la paz de Jerusalén transmite un llamado al pueblo de Dios para vivir en paz con Dios y entre ellos mismos. En la paz de Jerusalén, el pueblo prosperará (Sal. 147:12-14).
El salmo nos enseña que la oración por el bienestar de la comunidad de fe debe ser el tema principal de las oraciones de los hijos de Dios, porque únicamente un pueblo de Dios fuerte y unido puede proclamar las buenas nuevas de la paz y la salvación de Dios al mundo (Juan 13:34, 35).
Orar por la “paz de Jerusalén” continúa siendo un privilegio y una responsabilidad de los creyentes, porque mantiene viva la esperanza en la venida del Reino de paz en el tiempo del fin, que abarcará no solo a la ciudad de Jerusalén, sino también al mundo entero (Isa. 52:7; 66:12, 13; Apoc. 21-22).
¿De qué formas prácticas podemos esforzarnos por lograr la armonía entre nosotros como pueblo ahora?
Comentarios Elena G.W
Por todo el país, grupos de peregrinos se dirigían hacia Jerusalén. Los pastores que habían dejado por el momento sus rebaños y sus montes, así como los pescadores del mar de Galilea, los labradores de los campos y los hijos de los profetas que acudían de las escuelas sagradas, todos dirigían sus pasos hacia el sitio donde se revelaba la presencia de Dios. Viajaban en cortas etapas, pues muchos iban a pie. Las caravanas veían continuamente aumentar sus filas, y a menudo se hacían muy numerosas antes de llegar a la santa ciudad.
La alegría de la naturaleza despertaba alborozo en el corazón de Israel y gratitud hacia el Dador de todas las cosas buenas. Se cantaban los grandiosos salmos hebreos que ensalzaban la gloria y la majestad de Jehová. A la señal de la trompeta, con acompañamiento de címbalos, se elevaba el coro de agradecimiento, entonado por centenares de voces:
«Yo me alegré con los que me decían:
A la casa de Jehová iremos. Nuestros pies estuvieron en tus puertas, oh Jerusalem…
Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH…
Para alabar el nombre de Jehová.
Pedid la paz de Jerusalem:
Sean prosperados los que te aman». Salmo 122: 1-6 (Historia de los patriarcas y profetas, p. 579).
Cristo había mandado a los primeros discípulos que se amasen unos a otros como él los había amado. Así debían testificar al mundo que Cristo, la esperanza de gloria, se había desarrollado en ellos. «Un mandamiento nuevo os doy había dicho—: Que os améis unos a otros: como os he amado, que también os améis los unos a los otros». Juan 13:34. Cuando se dijeron esas palabras, los discípulos no las pudieron entender; pero después de presenciar los sufrimientos de Cristo, después de su crucifixión, resurrección y ascensión al cielo, y después que el Espíritu Santo descendió sobre ellos en Pentecostés, tuvieron un claro concepto del amor de Dios y de la naturaleza del amor que debían tener el uno con el otro. Entonces Juan pudo decir a sus condiscípulos:
«En esto hemos conocido el amor, porque él puso su vida por nosotros: también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos»…
En su asociación diaria, revelaban el amor que Cristo les había enseñado. Por medio de palabras y hechos desinteresados, se esforzaban por despertar ese sentimiento en otros corazones (Los hechos de los apóstoles, pp. 436, 437).
El glorioso evangelio, el mensaje del amor redentor de Dios, debe llegar a toda la gente, y se debe manifestar en el corazón de los obreros. El tema de la gracia salvadora es un antídoto para la aspereza de espíritu. El amor de Cristo en el corazón se manifestará mediante una obra ferviente en favor de la salvación de las almas…
Sea presentado el evangelio como la Palabra de Dios para vida y salvación. El evangelio será ensalzado mediante la manifestación de un espíritu que obra por amor. «¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz». Isaías 52:7 (Cada día con Dios, p. 295).