Domingo 10 de marzo – UN DÍA EN TUS ATRIOS ES MEJOR QUE MIL FUERA DE ELLOS – EL ANHELO DE DIOS EN SION

EL ANHELO DE DIOS EN SION “Anhelo y ardientemente deseo los atrios del Señor. Mi corazón y mi carne cantan…

 Domingo 10 de marzo – UN DÍA EN TUS ATRIOS ES MEJOR QUE MIL FUERA DE ELLOS – EL ANHELO DE DIOS EN SION

EL ANHELO DE DIOS EN SION

“Anhelo y ardientemente deseo los atrios del Señor. Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo” (Sal. 84:2).

Domingo: 10 de marzo

UN DÍA EN TUS ATRIOS ES MEJOR QUE MIL FUERA DE ELLOS

Lee Salmo 84:1 al 4. ¿Por qué el salmista anhela habitar en el Santuario?

 

Salmo 84:1-4

1 ¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Aun el gorrión halla casa, Y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, Cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío. Bienaventurados los que habitan en tu casa; Perpetuamente te alabarán. Selah

El salmista “anhela” “ardientemente desea” hacer del Santuario su morada permanente, para poder estar cerca de Dios para siempre (Sal. 84:1, 2). La presencia viva de Dios (Sal. 84:2) hace del Santuario un lugar único. En el Santuario, los adoradores pueden “contemplar la hermosura del Señor” (Sal. 27:4; ver también Sal. 63:2) y estar “satisfechos del bien de tu casa” (Sal. 65:4). En Salmo 84, la felicidad incomparable se alcanza en la relación con Dios, que consiste en alabarlo (Sal. 84:4), hallar fortaleza en él (Sal. 84:5) y confiar en él (Sal. 84:12). El Santuario es el lugar donde se alimenta esa relación mediante el culto y la comunión con los demás creyentes. La presencia viva de Dios en el Santuario permite que los fieles vislumbren el glorioso Reino de Dios y saboreen la vida eterna.

Lee Salmo 84:5 al 12. ¿A quiénes más pueden llegar las bendiciones del Santuario?

 

Salmo 84:5-12

Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, Cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion. Jehová Dios de los ejércitos, oye mi oración; Escucha, oh Dios de Jacob. Selah Mira, oh Dios, escudo nuestro, Y pon los ojos en el rostro de tu ungido. 10 Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, Que habitar en las moradas de maldad. 11 Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad. 12 Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía.

Este salmo muestra que las bendiciones de Dios se irradian desde el Santuario. Primeramente, las reciben los que sirven en el Santuario (Sal. 84:4); luego, los peregrinos que van camino al Santuario (Sal. 84:5-10); y finalmente llegan hasta los confines de la Tierra. La espera del encuentro con Dios en el Santuario fortalece la fe de los peregrinos (Sal. 84:7). Mientras que la fuerza del viajero común se debilita bajo la carga del viaje agotador, en el caso de los peregrinos que van camino al Santuario su fuerza aumenta cuanto más se acercan a él.

Incluso cuando se alejan físicamente del Santuario, los hijos de Dios siguen llevando el sello del Santuario de Dios al vivir una vida digna (Sal. 84:11), que caracteriza a los justos que entran en el Santuario del Señor (Sal. 15:1, 2). Al Señor se lo llama “Sol” para indicar que las bendiciones del Santuario, como los rayos del Sol, se extienden hasta los confines de la Tierra (Sal. 84:11). Así, los que permanecen con Dios mediante la fe reciben su gracia, independientemente del lugar donde se encuentren.

Lee Apocalipsis 21:3. ¿Qué esperanza plasmada en el Santuario terrenal se nos revela aquí? ¿Cómo podemos siquiera imaginar cómo será esta experiencia?

Comentarios Elena G.W

Mi alma clama por el Dios vivo. Mi ser entero anhela al Señor. ¡Oh, si tan solo pudiera reflejar más perfectamente su imagen amorosa! ¡Oh, si pudiera consagrarme completamente a El! ¡Oh, cuán difícil le es morir al querido yo! Podemos regocijarnos en un Salvador completo; uno que nos salva de todo pecado. Debiéramos decirle a Dios diariamente: «Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí para obrar tanto el querer como el hacer su buena voluntad». A Dios sea la gloria. Sé que mi vida está escondida con Cristo en Dios.

El velo ha sido levantado. Contemplé el rico galardón reservado para los santos. He probado los gozos del mundo por venir, y me ha llevado a despreciar este mundo. Mis afectos, mis intereses, mis esperanzas, mi todo está en el cielo. Anhelo ver al Rey en su hermosura; a quien ama mi alma. Cielo, dulce cielo. Anhelo allí vivir; y el solo pensar cuán cerca está, me hace impacientar por ver a Cristo aparecer. Alabado sea el Señor por darnos esperanza de inmortalidad y de vida eterna a través de Cristo (Reflejemos a Jesús, p. 342).

Después de buscar al Señor en oración, doy gracias a mi Padre celestial por sus bendiciones. Voy a mi Padre celestial como un niño necesitado va a su padre terrenal. Sabemos que Dios debe estar interesado en nosotros, así como el padre terrenal se interesa en su hijo, pero en un sentido mucho mayor. Me coloco como su hija, y con fe sencilla le pido los pequeños favores, así como le pediría los dones mayores, creyendo que el Señor escucha la sencilla y contrita oración.

Continúo diciendo en mi corazón, me ama, quiere mi amor, y quiere que yo sea feliz. «No quitará el bien a los que andan en integridad». «Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová». «Jehová de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía». Salmo 84:11, 12 (A fin de conocerle, p. 145).

La obra de la redención estará completa. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia de Dios. La tierra misma, el campo que Satanás reclama como suyo, ha de quedar no solo redimida sino exaltada. Nuestro pequeño mundo, que es bajo la maldición del pecado la única mancha obscura de su gloriosa creación, será honrado por encima de todos los demás mundos en el universo de Dios. Aquí, donde el Hijo de Dios habitó en forma humana; donde el Rey de gloria vivió, sufrió y murió; aquí, cuando renueve todas las cosas, estará el tabernáculo de Dios con los hombres, «morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos». Y a través de las edades sin fin, mientras los redimidos anden en la luz del Señor, le alabarán por su Don inefable: «Emmanuel; «Dios con nosotros « (El Deseado de todas las gentes, p. 18).

Elena G.W

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