- abril 8, 2024
Lunes 8 de abril – CRISTIANOS SALVAGUARDADOS PROVIDENCIALMENTE – ¿AMOR O EGOÍSMO? ESA ES LA CUESTIÓN
¿AMOR O EGOÍSMO? ESA ES LA CUESTIÓN “No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios…
¿AMOR O EGOÍSMO? ESA ES LA CUESTIÓN
“No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios que te fortalezco. Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10).
Lunes: 8 de abril
CRISTIANOS SALVAGUARDADOS PROVIDENCIALMENTE
La gracia, la providencia y la presciencia de Dios se revelan claramente en los sucesos que llevaron a la destrucción de Jerusalén. El ejército romano de Cestio Galo rodeó la ciudad. Pero, cuando su ataque parecía inminente, inesperadamente se retiró. Los ejércitos judíos los persiguieron y obtuvieron una gran victoria.
Mientras los romanos huían y los judíos los perseguían, los cristianos de Jerusalén huyeron a Pella, al otro lado del río Jordán. “Ya estaba dada la señal prometida a los cristianos que aguardaban, y en ese momento se ofreció una oportunidad a todos los que quisieran, en obediencia a la advertencia del Salvador. Los sucesos se desarrollaron de modo tal que ni los judíos ni los romanos hubieran podido evitar la huida de los cristianos” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 34).
Lee Salmos 46:1 e Isaías 41:10. ¿Qué nos dicen estos pasajes acerca del cuidado providencial de Dios?
Salmos 46:1
1 Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Isaías 41:10
10 No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.
Dios es soberano y gobierna los acontecimientos de la Tierra para el cumplimiento final de sus propósitos divinos. Aunque a veces Dios altera sus planes originales sobre la base de nuestras decisiones humanas, su plan final para este planeta se cumplirá. Habrá momentos en que el pueblo de Dios experimentará dificultades, persecución, encarcelamiento y la muerte misma por causa de Cristo. Pero, aun en los tiempos más difíciles, Dios sostiene y salvaguarda a su iglesia.
Lee Hebreos 11:35 al 38 y Apocalipsis 2:10. ¿Qué realidad muestran estos textos sobre nuestra batalla contra las fuerzas del mal? ¿Cómo armonizan estos pasajes con la idea de la protección de Dios de la pregunta anterior? ¿Existe alguna contradicción entre la idea de la protección de Dios y el hecho de que Dios permita que algunos afronten sufrimientos dolorosos, e incluso la muerte de un mártir, por causa de Cristo?
Hebreos 11:35-38
35 Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. 36 Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. 37 Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; 38 de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
Apocalipsis 2:10
10 No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
“Vanos eran los esfuerzos de Satanás para destruir a la iglesia de Cristo por medio de la violencia. La gran lucha en que los discípulos de Jesús entregaban la vida no cesaba cuando esos fieles portaestandartes caían en su puesto. Triunfaban por medio de su derrota. Los siervos de Dios eran asesinados, pero su obra seguía siempre adelante” (ibíd., p. 45).
¿Qué debería significar para nosotros el hecho de que los autores bíblicos, que sin duda conocían el dolor y el sufrimiento, pudieran escribir, vez tras vez, sobre la realidad del amor de Dios? ¿Cómo podemos experimentar ese mismo amor?
Comentarios Elena G.W
La ruina de Jerusalén sería símbolo de la ruina final que abrumará al mundo. Las profecías que se cumplieron en parte en la destrucción de Jerusalén, se aplican más directamente a los días finales. Estamos ahora en el umbral de acontecimientos grandes y solemnes. Nos espera una crisis como jamás ha presenciado el mundo. Tal como a los primeros discípulos, nos resulta dulce la segura promesa de que el reino de Dios se levanta sobre todo. El programa de los acontecimientos venideros está en manos de nuestro Hacedor. La Majestad del cielo tiene a su cargo el destino de las naciones, así como también lo que atañe a la iglesia. El Instructor divino dice a todo instrumento en el desarrollo de sus planes, como dijo a Ciro: «Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste». Isaías 45:5 (El discurso maestro de Jesucristo, p. 102).
En la visión del profeta Ezequiel se veía como una mano debajo de las alas de los querubines. Era para enseñar a sus siervos que el poder divino es lo que les da éxito. Aquellos a quienes Dios emplea como mensajeros suyos no deben pensar que su obra depende de ellos. No se deja a los seres finitos la tarea de asumir esta carga de responsabilidad. El que no duerme, sino que obra incesantemente por el cumplimiento de sus propósitos, hará progresar su causa. Estorbará los planes de los impíos y confundirá los proyectos de quienes intenten perjudicar a su pueblo. El que es el Rey, Jehová de los ejércitos, está sentado entre los querubines, y en medio de la guerra y el tumulto de las naciones guarda aún a sus hijos. El que gobierna en los cielos es nuestro Salvador. Mide cada aflicción, vigila el fuego del horno que debe probar a cada alma. Cuando las fortificaciones de los reyes caigan derribadas, cuando las flechas de la ira atraviesen los corazones de sus enemigos, su pueblo permanecerá seguro en sus manos (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 102, 103).
Al penetrar con su vista a través de largos siglos de tinieblas y superstición, el anciano desterrado vio a multitudes sufrir el martirio por causa de su amor hacia la verdad. Pero también vio que Aquel que sostuvo a sus primeros testigos, no olvidaría a sus fieles seguidores durante los siglos de persecución que debían venir antes del fin del tiempo. «No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer — declara el Señor— He aquí, el diablo ha de enviar algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación… Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida». Apocalipsis 2:10.
Y para todos los fieles que están luchando contra el mal, Juan oyó hacer las promesas: «Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios». «El que venciere, será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles». Apocalipsis 2:7; 3:5 (Los hechos de los apóstoles, p. 470).