Por lo general, las mujeres no somos combativas; solemos ceder para mantener la paz y la tranquilidad. Por el bien de las relaciones familiares, laborales, sociales y eclesiásticas, hemos desarrollado una convicción interna de que es necesario ser sumisas a la autoridad. Pero ¿y si esa autoridad nos pide algo contrario a los principios bíblicos? ¿Qué hacer entonces?
¿A quién debo temer, a la autoridad, al combate, o a Dios? Hay dos mujeres en la Biblia que me ayudan a resolver esta duda; se llaman Sifra y Fúa. Si nunca has oído hablar de ellas, te resumo su historia, que se sitúa en Egipto, allá por los tiempos anteriores a la liberación del pueblo israelita de la esclavitud.
Sifra y Fúa eran dos parteras de las mujeres hebreas a las que, un buen día, el faraón les hizo la siguiente petición (que cuando viene del rey del alto y del bajo Egipto más que petición es una orden directa bajo pena de muerte):
“Cuando atiendan a las hebreas en sus partos, fíjense en el sexo del recién nacido. Si es niña, déjenla vivir, pero si es niño, ¡mátenlo!” (Éxo. 1:15, 16). ¡¿Pero qué clase de petición/orden es esta que se les da a estas dos mujeres?! En otras palabras: maten a todos los niños que les nazcan a las hebreas. Matar no es cosa pequeña a los ojos de Dios.
¿Qué crees que hicieron estas dos mujeres? O quizás la pregunta más pertinente es: ¿Qué hubieras hecho tú? ¿Hubieras sido partícipe de una limpieza étnica? ¿Hubieras violado abiertamente el mandamiento explícito de no matar? No voy a fingir que tengo respuesta a estas preguntas tampoco; la vida no me ha puesto en situaciones de tal envergadura como para conocerme a mí misma lo suficiente para saber cuál sería mi conducta. Pero me encanta lo que hicieron las parteras: se negaron a cumplir la orden del faraón. Punto. Pase lo que pase.
Su desobediencia no pasó desapercibida, así que “tuvieron que comparecer ante el rey para explicar por qué habían dejado vivir a los niños”. “Dieron esta excusa: “Porque las mujeres hebreas […] son muy robustas y dan a luz antes de que nosotras lleguemos a atenderlas” (Éxo. 1:18, 19). Menuda respuesta; tremendo valor. Se atrevieron a desafiar a la autoridad civil porque pedía algo que iba en contra de la autoridad divina, y por eso precisamente “Dios las favoreció”. Todo un ejemplo a seguir en materia de conciencia.
Señor, hazme saber cuándo esperas que te obedezca a ti antes que a nadie. Pon en mí ese temor santo que me permita ser fiel a una conciencia educada en tu Palabra.
“Como las parteras tuvieron temor de Dios, él las favoreció” (Éxo. 1:20, 21).