Toda vez que salimos de casa y observo a «Kido» despedirme desde la reja, me pregunto: «¿Espera él mi regreso?» Si por alguna razón yo no regresara a casa, ¿me seguiría esperando? Cada vez que por gracia de Dios hemos regresado a casa, se le puede ver corriendo de un lado a otro, demos- trando su alegría por volver a vernos. Realmente hace una fiesta perruna. Al ver esta escena recuerdo a «Hachiko», aquel perro que esperaba a su amado amigo, el profesor Hidesaburo, cada día a la misma hora en la puerta principal de la estación del tren de Shibuya en Tokio. Cierto día, mientras el profesor impartía una clase en la universidad, sufrió una hemorragia cerebral que le causó la muerte, hecho que «Hachiko» nunca comprendió y continuó esperando a su amigo en el mismo lugar a la misma hora durante nueve años hasta el día de su muerte.
A pesar de los datos que sabía sobre esta historia, tenía mis dudas sobre su veracidad. Sin embargo, hace poco vi las fotos de una de mis amigas posando junto al monumento de «Hachiko» que se encuentra en Japón y no tuve más dudas. Es verdad, existió un perro fiel que esperó con la convic- ción de que su amigo saldría algún día por esa puerta de la estación.
Mientras escribo, me conmueve imaginar esta escena, ya que me remonta hasta aquel momento cuando un grupo de personas veían alejarse y perderse detrás de las nubes a su amado amigo y Maestro. Seguramen- te se preguntaban: «¿Cuándo regresará?» En su misericordia, Dios envió a dos ángeles para que les dejaran una de las más grandes promesas que nos alcanzan hoy a ti y a mí: ¡Jesús regresará! Desde entonces, los amigos de Jesús, cada día y a cada momento se preparaban para su regreso. Pero no sucedió o, por lo menos, no en sus días. Ellos, al igual que Hachiko, murieron mientras esperaban el regreso de su amigo.
Querida amiga, la buena noticia es que ese regreso está más cerca que ayer y muy pronto veremos a Jesús aparecer por la puerta de Orión. ¡Qué maravilloso será recibirlo! Sigue esperando con paciencia, ¡pronto apare- cerá!