Un vendedor de globos ofrecía su producto por las calles de la ciudad de Nueva York. Cuando las ventas se le caían, soltaba un globo al aire para que los niños lo vieran. En esas ocasiones, siempre soltaba globos de colores, por lo que un día, se le acercó alguien:
—¿Por qué siempre suelta globos de colores y no uno negro o uno blanco? ¿Cree que si no tienen color no se elevarán al cielo? —le preguntó.
—Lo que eleva el globo al cielo no es su color externo, es lo que lleva dentro —respondió el vendedor.55
Qué peligroso es alimentar la idea de que lo externo importa más que lo interno; por ejemplo, que el color de piel que tenemos, la belleza de la ropa que llevamos, el precio del auto que manejamos o el prestigio de la carrera que estudiamos nos elevan de alguna manera sobre los demás (nos hacen superiores, más valiosas).
Es importante poner freno en nuestra cabeza a todo tipo de consideración que separa a los seres humanos por categorías. Cuidemos nuestra mente de caer en errores de este tipo, porque son antibíblicos.
Como dijo Jesús, ay de nosotras si a lo que aspiramos es a recibir el honor de la gente y, en la prosecución de esa meta, nos convertimos en sepulcros blanqueados, es decir, en mujeres muy bonitas por fuera, pero muy podridas por dentro (ver Luc. 11:39-53).
Dios nos llama a una coherencia entre lo que se ve de nosotras y lo que somos en realidad; por eso, procura ponerte siempre algo que combine, como una cabeza convertida que se manifiesta en palabras y obras auténticas y del corazón.
¿Sabes? Cuando sentimos que tenemos que proyectar una imagen, lo único que estamos mostrando es nuestra inseguridad, la diferencia que existe entre lo que pensamos de nosotras mismas y lo que queremos que piensen los demás. Pero en realidad no tenemos que demostrar nada a nadie, porque todo ser humano tiene un valor incalculable.
No tienes nada que demostrar; en todo caso, tienes que mostrar: mostrar que ese amor que no hace acepción de personas es el valor más elevado y que más nos eleva, como hermosos globos de colores que llaman la atención de los demás, haciéndoles desear llevar por dentro lo mismo que nosotras llevamos. ¿Y qué es lo que nosotras llevamos? Una preciosa fe que obra por el amor.
“Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida” (Prov. 4:23).
55 J. Vladimir Polanco, Como él nos ve (Doral, Florida: IADPA, 2020), p. 48.