Domingo 3 de diciembre – UN HEBREO EN ATENAS – MISIÓN EN FAVOR DE LOS NO ALCANZADOS: PRIMERA PARTE

MISIÓN EN FAVOR DE LOS NO ALCANZADOS: PRIMERA PARTE “El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay…

 Domingo 3 de diciembre – UN HEBREO EN ATENAS – MISIÓN EN FAVOR DE LOS NO ALCANZADOS: PRIMERA PARTE

MISIÓN EN FAVOR DE LOS NO ALCANZADOS: PRIMERA PARTE

“El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas” (Hech. 17:24).

Domingo: 3 de diciembre

UN HEBREO EN ATENAS

Lee Hechos 17:1 al 16. ¿Cómo terminó Pablo en Atenas y cómo respondió a lo que encontró allí?

 

Hechos 17:1-16

1 Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo. Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas. Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos estos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús. Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron. 10 Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. 11 Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. 12 Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres. 13 Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes. 14 Pero inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí. 15 Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron a Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, salieron.

 La ciudad de Atenas estaba “llena de ídolos” (Hech. 17:16). Como Pablo conocía la historia de su propio pueblo y sus tendencias a la idolatría (a pesar de las interminables advertencias), estaba molesto por todos los ídolos que también encontró en Atenas. Sin duda, Pablo estaba motivado por la compasión hacia los atenienses, que morirían en sus pecados si no llegaban a conocer al Dios verdadero.

En la actualidad, nuestras ciudades siguen llenas de ídolos, aunque sean menos evidentes que los que vio Pablo. Y, por desgracia, muchos creyentes pueden pasearse tranquilamente por una ciudad sin reaccionar en lo más mínimo ante sus ídolos. Sin embargo, Pablo tenía suficiente sintonía con el Espíritu Santo como para responder. A diferencia de otros creyentes que aún no comprendían que el evangelio es para todo el mundo, Pablo sabía que Dios quería que los atenienses se salvaran junto con todos los demás. Comprendía que el concepto de misión global consistía en llevar el evangelio a los grupos de personas no alcanzadas de ninguna forma, incluyendo a los paganos idólatras, así como a los filósofos que atestaban las calles de Atenas.

Por lo tanto, Pablo frecuentaba el mercado, donde se encontraba esta gente. Podríamos decir que formó el primer Centro de Estudios de Misión Global, donde utilizó el mercado con el fin de estudiar y probar métodos para llegar al corazón y la mente de esos paganos.

Pablo sabía que no podía acercarse a los atenienses de la misma manera que se acercaba a los judíos o incluso a los gentiles temerosos de Dios. Eran personas cuyo punto de partida no era el Dios de Israel ni las obras que había manifestado en medio de la nación de Israel. Por más que estos conceptos y creencias fueran esenciales para los judíos e incluso para los gentiles temerosos de Dios, no significaban nada para la gente que Pablo encontraba en el mercado ateniense. Por lo tanto, se necesitaba una estrategia totalmente nueva.

En la actualidad, a menudo tratamos de llegar a personas cuyo trasfondo no tiene nada en común con lo que se ha dado en llamar “la herencia judeocristiana”. De allí que, como Pablo, tengamos que adaptarnos. Un abordaje que podría funcionar bien, por ejemplo, en Quito, podría ser inútil en Bangkok.

¿Qué tipo de ídolos adora la gente en tu sociedad y cómo puedes abrirles los ojos para que vean lo inútil que es todo eso?

Comentarios Elena G.W

Los judíos incrédulos de Tesalónica, llenos de celo y odio hacia los apóstoles, y no conformes con haberlos ahuyentado de su ciudad, los siguieron a Berea y despertaron contra ellos las pasiones excitables de la clase inferior. Temiendo que se hiciese violencia a Pablo si permanecía allí, los hermanos le enviaron a Atenas, acompañado por algunos de los bereanos que acababan de aceptar la fe.

De ciudad en ciudad sufrían persecución los maestros de la verdad. Los enemigos de Cristo no podían impedir el progreso del evangelio; pero sí, lograban dificultar extraordinariamente la obra de los apóstoles. Con todo, frente a la oposición y a los conflictos, Pablo avanzaba firmemente, determinado a realizar el propósito de Dios como se le había revelado en la visión de Jerusalén: «Ve, porque yo te tengo que enviar lejos a los Gentiles». Hechos 22:21 (Los hechos de los apóstoles, p. 189).

La ciudad de Atenas era la metrópoli del paganismo. Allí Pablo no se encontró con un populacho ignorante y crédulo como en Listra, sino con gente famosa por su inteligencia y cultura. Por doquiera se veían estatuas de sus dioses y de los héroes deificados de la historia y la poesía, mientras magníficas esculturas y pinturas representaban la gloria nacional y el culto popular de las deidades paganas. Los sentidos de la gente se extasiaban con la belleza y el esplendor del arte. Por doquiera los santuarios y templos, que representaban gastos incalculables, levantaban sus macizas formas. Las victorias de las armas y los hechos de hombres célebres eran conmemorados mediante esculturas, altares e inscripciones. Todo esto convertía a Atenas en una vasta galería de arte.

Cuando Pablo vio la hermosura y grandeza que lo rodeaban, y la ciudad enteramente entregada a la idolatría, su espíritu se llenó de celo por Dios, a quien veía deshonrado por todas partes; y su corazón se llenó de compasión por la gente de Atenas, que, no obstante su cultura intelectual, no conocía al Dios verdadero (Los hechos de los apóstoles, p. 190).

La unión con Cristo mediante una fe viviente es duradera; toda otra unión perecerá. Cristo nos escogió a nosotros primero pagando un precio infinito por nuestra redención; y el verdadero creyente escoge a Cristo como el primero, el último y el mejor en todo; pero esta unión tiene su precio. El ser orgulloso entra en una unión de dependencia total. Todos los que entran en esta unión han de sentir su necesidad de la sangre expiatoria de Cristo. Han de experimentar un cambio de corazón. Han de someter su voluntad a la voluntad de Dios. Se llevará a cabo una obra dolorosa de desprendimiento tanto como de acercamiento. El orgullo, el egoísmo, la vanidad, la mundanalidad —el pecado en todas sus formas— han de vencerse si hemos de entrar en unión con Cristo. La razón por la que muchos encuentran la vida cristiana tan lamentablemente dura y porque son tan veleidosos y variables, es que procuran vincularse a sí mismos con Cristo sin haberse primero desprendido de sus ídolos acariciados (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 214).

Elena G.W

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