Domingo 7 de abril – UN SALVADOR CON EL CORAZÓN ROTO – ¿AMOR O EGOÍSMO? ESA ES LA CUESTIÓN

¿AMOR O EGOÍSMO? ESA ES LA CUESTIÓN “No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios…

 Domingo 7 de abril – UN SALVADOR CON EL CORAZÓN ROTO – ¿AMOR O EGOÍSMO? ESA ES LA CUESTIÓN

¿AMOR O EGOÍSMO? ESA ES LA CUESTIÓN

“No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios que te fortalezco. Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10).

Domingo: 7 de abril

UN SALVADOR CON EL CORAZÓN ROTO

Mientras Jesús estaba sentado en el Monte de los Olivos, con vistas a la ciudad de Jerusalén, su corazón estaba destrozado. El Evangelio de Juan dice: “Vino a lo que era suyo, y los suyos no lo recibieron” (Juan 1:11). Jesús hizo todo lo posible para salvar a su pueblo de la destrucción venidera de su amada ciudad.

El amor de Jesús por su pueblo fluía de un corazón de amor infinito. Repetidamente le suplicó que se arrepintiera y aceptara su misericordiosa invitación.

Lee Lucas 19:41 al 44; Mateo 23:37 y 38; y Juan 5:40. ¿Qué te dicen estos versículos sobre la actitud de Jesús hacia su pueblo y la respuesta de este a su amorosa invitación de gracia y misericordia? ¿Qué revelación del carácter de Dios puedes ver aquí?

 

Lucas 19:41-44

41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. 43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.

 

Mateo 23:37-38

37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! 38 He aquí vuestra casa os es dejada desierta.

 

Juan 5:40

40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

Es difícil entender un acontecimiento como la destrucción de Jerusalén a la luz del carácter amoroso de Dios. La historia revela que decenas de miles murieron cuando el general romano Tito atacó la ciudad. Jerusalén fue devastada. Hombres, mujeres y niños fueron masacrados. ¿Dónde estaba Dios cuando su pueblo sufría tanto? La respuesta es clara, pero no es fácil de entender. Su corazón estaba destrozado. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Durante siglos le tendió la mano a su pueblo. Por su rebelión contra la amorosa bondad de Dios, perdieron su protección divina. Dios no siempre interviene para limitar los resultados de las decisiones de su pueblo. Permite que se desarrollen las consecuencias natura- les de la rebelión. Dios no causó la matanza de niños inocentes en la destrucción de Jerusalén; la trágica muerte de los inocentes fue obra de Satanás, no de Dios.

Satanás se deleita en la guerra, porque despierta las peores pasiones del corazón humano. A lo largo de los siglos ha sido su propósito engañar y destruir, para luego culpar a Dios de sus malas acciones.

Lee Mateo 24:15 al 20. ¿Qué instrucción le dio Jesús a su pueblo para salvarlo de la destrucción venidera de Jerusalén?

 

Mateo 24:15-20

15 Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), 16 entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. 17 El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; 18 y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. 19 Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! 20 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo;

Es bueno recordar que la gran mayoría de los cristianos que vivían en Jerusalén en el año 70 d.C. eran de origen judío. Un Dios amoroso deseaba preservar la mayor cantidad posible de su pueblo. Por eso dio la instrucción de que, cuando se acercaran los ejércitos romanos, debían huir de la ciudad.

Reflexiona en lo siguiente: Nosotros no juzgamos el carácter de Dios por los sucesos que vemos a nuestro alrededor, sino que los interpretamos a través del prisma de su carácter amoroso revelado en la Biblia. ¿Por qué este es un buen consejo?

Comentarios Elena G.W

¿Podría ser que el magnífico templo que era la gloria de la nación iba a ser pronto un montón de ruinas? Los discípulos compartían ese presentimiento de mal, y aguardaban ansiosamente alguna declaración más definida de parte de Jesús…

Jesús no consideró por separado la destrucción de Jerusalén y el gran día de su venida. Mezcló la descripción de estos dos acontecimientos. Si hubiese revelado a sus discípulos los acontecimientos futuros como los contemplaba él, no habrían podido soportar la visión. Por misericordia hacia ellos, fusionó la descripción de las dos grandes crisis, dejando a los discípulos estudiar por sí mismos el significado. Cuando se refirió a la destrucción de Jerusalén, sus palabras proféticas llegaron más allá de este acontecimiento hasta la conflagración final de aquel día en que el Señor se levantará de su lugar para castigar al mundo por su iniquidad, cuando la tierra revelará sus sangres y no encubrirá más sus muertos. Este discurso entero no fue dado solamente para los discípulos, sino también para aquellos que iban a vivir en medio de las últimas escenas de la historia de esta tierra (El Deseado de todas las gentes, pp. 581, 582).

El pecado del mundo de hoy día es el mismo que acarreó la destrucción de Israel. La ingratitud a Dios, el descuido de las oportunidades y bendiciones, el aprovechamiento egoísta de los dones de Dios: todo esto estaba comprendido en el pecado que hizo caer la ira sobre Israel. Estos males están trayendo la ruina al mundo actual.

Las lágrimas que Cristo derramó sobre el Monte de las Olivas al contemplar la ciudad escogida, no las derramó solamente por Jerusalén. En la suerte de esta ciudad, él contempló la destrucción del mundo…

¿Dónde se ha de encontrar la iglesia en esta crisis?

Los hombres están en peligro. Las multitudes perecen. ¡Pero cuán pocos de los profesos seguidores de Cristo sienten anhelo por esas almas! El destino de un mundo se halla en juego en la balanza; pero esto apenas si conmueve a los que pretenden creer las verdades más abarcantes que jamás hayan sido dadas a los mortales. Hay falta de aquel amor que indujo a Cristo a abandonar su hogar celestial y tomar la naturaleza humana a fin de que la humanidad pudiera tocar a la humanidad, y llevarla a la divinidad. Hay un estupor, una parálisis sobre el pueblo de Dios, que le impide entender el deber de la hora (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 243, 244).

Dios… sabe que en los seres humanos no encontraremos consuelo para nuestros males, y se apiada de nosotros porque estamos tan necesitados y al mismo tiempo tan poco dispuestos a hacer de él nuestro confidente, el portador de nuestras cargas. Ve que los seres humanos menosprecian el amor y la misericordia provista para ellos, y dice tristemente: »Y no queréis venir a mí para que tengáis vida». Juan 5:40.

Nunca abandonará a los que acuden a él. Del alma pobre y desfalleciente, cansada de acudir a los seres humanos, solamente para recibir traición y olvido, Cristo dice: «¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo». Isaías 27:5 (Cada día con Dios, 15 de enero, p. 21).

Elena G.W

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