Lunes 22 de enero – LA SEGURIDAD DEL CUIDADO DE DIOS – EL SEÑOR OYE Y SALVA

EL SEÑOR OYE Y SALVA “Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias”…

 Lunes 22 de enero – LA SEGURIDAD DEL CUIDADO DE DIOS – EL SEÑOR OYE Y SALVA

EL SEÑOR OYE Y SALVA

“Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Sal. 34:17).

Lunes: 22 de enero

LA SEGURIDAD DEL CUIDADO DE DIOS

Lee Salmos 40:1 al 3; 50:15; 55:22; y 121. ¿Cómo interviene Dios en nuestros asuntos cotidianos?

 

Salmos 40:1-3

1 Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová.

 

Salmos 50:15

15 E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás.

 

Salmos 55:22

22 Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo.

 

Salmos 121

1 Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, Ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre.

El Señor se revela en las Escrituras como el Dios vivo que actúa en favor de quienes lo invocan. El salmista afirma: “Al Señor he puesto siempre ante mí” (Sal. 16:8). Por eso confía en Dios y lo invoca (Sal. 7:1; 9:10). El Señor lo escuchará incluso cuando clame desde lo “profundo” (Sal. 130:1, 2), dando a entender que ninguna circunstancia de la vida escapa al dominio soberano de Dios. Así, el clamor del salmista, aunque es urgente, nunca carece de esperanza.

Salmo 121, por su parte, celebra el poder del Creador en la vida del que es fiel. Este poder incluye:

  1. «No dejará que tu pie resbale” (Sal. 121:3). La imagen del “pie” a menudo describe el camino de la vida (Sal. 66:9; 119:105; Prov. 3:23). La palabra hebrea para “resbalar” describe la seguridad que Dios da al mundo (Sal. 93:1) y a Sion (Sal. 125:1).
  2. La imagen del Señor como Guardián de Israel, que no se adormece ni duerme, pone de relieve la constante vigilancia y disposición del Señor para actuar en favor de sus hijos (Sal. 121:3, 4).
  3. El Señor es “tu sombra” (Sal. 121:5, 6), lo que evoca la columna de nube durante el Éxodo (Éxo. 13:21, 22). Del mismo modo, el Señor brinda refugio físico y espiritual a su pueblo.
  4. Dios está a tu diestra (Sal. 121:5). La mano derecha suele designar la mano más fuerte de una persona, la mano de la acción (Sal. 74:11; 89:13). Aquí transmite la cercanía y el favor de Dios (Sal. 16:8; 109:31; 110:5).
  5. La protección de Dios a su pueblo se confirma claramente en Salmo 121:6 al 8. Dios preservará a sus hijos de todo mal. Ni “el sol” ni “la luna” los afectarán. Dios preservará su “salida” y su “entrada”. Estas figuras poéticas subrayan el cuidado integral e incesante de Dios.

En resumidas cuentas, el salmista confiaba en el amoroso cuidado de Dios. Nosotros, por supuesto, deberíamos hacer lo mismo.

¿De qué manera práctica puedes experimentar mejor la realidad del cuidado de Dios? ¿Cómo puedes cooperar mejor con Dios para que él pueda obrar en ti y por ti?

Comentarios Elena G.W

Nunca abandonará Cristo a aquellos por quienes murió. Nosotros podemos dejarle y ser abrumados por la tentación; pero nunca puede Cristo desviarse de un alma por la cual dio su propia vida como rescate. Si nuestra visión espiritual pudiese despertarse, veríamos almas agobiadas por la opresión y cargadas de pesar, como un carro de gavillas, a punto de morir desalentadas. Veríamos ángeles volar prestamente en ayuda de estos seres tentados, para rechazar las huestes del mal que los rodean y colocar sus pies sobre el fundamento seguro…

El que no duerme, el que está obrando de continuo para realizar sus designios, llevará adelante su obra. El estorbará los propósitos de los hombres impíos, confundirá los consejos de aquellos que maquinan el mal contra su pueblo. El que es el Rey, el Señor de los ejércitos, está sentado entre los querubines; y en medio de la lucha y el tumulto de las naciones, sigue guardando a sus hijos. Cuando las fortalezas de los reyes sean derribadas, cuando las saetas de la ira atraviesen los corazones de sus enemigos, su pueblo estará seguro en sus manos (Profetas y reyes, pp. 130, 131).

«Confíen siempre en el Señor, porque él es la Roca eterna». Isaías 26:4.

¡Qué fuente esta a la cual podemos recurrir en todos los momentos de dificultad! El corazón no puede abrigar desconfianza. Los seres humanos caemos, somos tercos y rebeldes, y nos mostramos desafiantes incluso frente a Dios. El Señor, sin embargo, es benigno y paciente y de tierna compasión. Tiene el cielo y la tierra a su disposición, y «nuestro Padre, sabe lo que ustedes necesitan, aun antes de que se lo pidan» (Mateo 6:8, TLA).

Vemos apenas un corto trecho del camino que se extiende ante nosotros; pero «todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta» (Hebreos 4:13). Él jamás vacila. Él impera por encima de la confusión y las perturbaciones de la tierra, y todas las cosas están abiertas a su divina inspección; y desde su eterno solio, majestuoso y sereno, puede ordenar lo que según su providencia considere mejor (Mi vida hoy, p. 14).

La presencia de Dios es una garantía para el cristiano. Esta Roca de fe es la presencia viviente de Dios. El más débil puede depender de ella. Los que se creen más fuertes pueden convertirse en los más débiles a menos que dependan de Cristo como su eficiencia y su dignidad

La fortaleza de toda alma reside en Dios y no en el hombre. La quietud y la confianza han de ser la fuerza de todos los que dediquen su corazón a Dios. Cristo no manifiesta un interés casual en nosotros; el suyo es más fuerte que el de una madre por su hijo… Nuestro Salvador nos ha comprado por medio de sufrimientos y penas, por insultos, reproches, abuso, burlas, rechazo y muerte. Él te está mirando, tembloroso hijo de Dios. El te dará seguridad bajo su protección… Nuestra débil naturaleza humana no impedirá nuestro acceso al Padre celestial, porque él [Cristo] murió para interceder por nosotros (Dios nos cuida, P. 17).

Elena G.W

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