Martes 23 de enero – EL SEÑOR ES UN REFUGIO EN LA ADVERSIDAD – EL SEÑOR OYE Y SALVA

EL SEÑOR OYE Y SALVA “Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias”…

 Martes 23 de enero – EL SEÑOR ES UN REFUGIO EN LA ADVERSIDAD – EL SEÑOR OYE Y SALVA

EL SEÑOR OYE Y SALVA

“Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Sal. 34:17).

Martes: 23 de enero

EL SEÑOR ES UN REFUGIO EN LA ADVERSIDAD

Lee Salmos 17:7 al 9; 31:1 al 3; y 91:2 al 7. ¿Qué hace el salmista en tiempos difíciles?

 

Salmos 17:7-9

Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian a tu diestra, De los que se levantan contra ellos. Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas, De la vista de los malos que me oprimen, De mis enemigos que buscan mi vida.

 

Salmos 31:1-3

1 En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; Líbrame en tu justicia. Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. Porque tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.

 

Salmos 91:2-7

Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, De la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará.

El salmista se encuentra con diversos tipos de problemas y, en medio de ellos, se dirige al Señor, que es un refugio en toda adversidad. La confianza es la decisión deliberada de reconocer el señorío de Dios sobre nuestra vida bajo todas las circunstancias. Si la confianza no funciona en medio de la adversidad, entonces no funcionará en ninguna ocasión.

El testimonio del salmista: “Diré al Señor: ‘Tú eres mi refugio y mi fortaleza, mi Dios en quien confío’ ” (Sal. 91:2) surge de su experiencia pasada con Dios y ahora sirve para fortalecer su fe en el futuro. El salmista llama Altísimo y Todopoderoso a Dios (Sal. 91:1, 2), recordando la incomparable grandeza de su Dios.

El salmista también habla de la seguridad que podemos encontrar en Dios: el “abrigo” (o “escondite”), la “sombra” (Sal. 91:1), el “refugio”, la “fortaleza” (Sal. 91:2), las “alas”, el “escudo”, la “defensa” (Sal. 91:4) y la “habitación” (Sal. 91:9). Estas imágenes representan refugios seguros en la cultura del salmista. Basta pensar en el calor insoportable del sol en aquella parte del mundo para apreciar el abrigo (o la sombra), o recordar los tiempos de guerras en la historia de Israel para valorar la seguridad que brinda el escudo o la defensa.

Lee Salmos 17:8 y Mateo 23:37. ¿Qué imagen se utiliza aquí y qué revela?

 

Salmos 17:8

Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas,

 

Mateo 23:37

37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!

Una de las metáforas más íntimas es la que se refiere a estar “bajo la sombra de tus alas” (Sal. 17:8; 57:1; 63:7). Esta metáfora produce consuelo y seguridad al señalar la protección de un ave madre. Se compara al Señor con un águila que protege a sus crías con sus alas (Éxo. 19:4; Deut. 32:11) y con una gallina que junta a sus polluelos bajo las alas (Mat. 23:37).

No obstante, ¿cómo afrontamos los momentos en que la calamidad nos golpea y no podemos ver la protección del Señor? ¿Por qué estos traumas no significan que el Señor no está con nosotros?

Comentarios Elena G.W

Todos se encontrarán con pruebas… Si contempláis a Jesús, si crees en él como vuestro Salvador personal, pasaréis por pruebas, y las soportaréis con paciencia, y así os fortaleceréis para soportar la prueba siguiente.

Es únicamente la estrechez de nuestra visión lo que impide que discernamos la benevolencia de Dios manifestada tanto en la disciplina a que somete a su iglesia, como en las grandes bendiciones que él provee. En todo tiempo de dificultad y confusión, Dios es un refugio seguro para su pueblo. A la sombra de su protección pueden seguir su camino con seguridad. En la aflicción asignada para purificarlos, el poder del evangelio debe ser su consuelo. Encuentran fortaleza en su palabra perdurable (Our High Calling, p. 3 17; parcialmente en Nuestra elevada vocación, p. 3 19).

«En el mundo tendréis aflicción: mas confiad, yo he vencido al mundo». Cristo no desmayó ni se desalentó, y sus seguidores han de manifestar una fe de la misma naturaleza perdurable. Han de vivir como él vivió y obrar como él obró, porque dependen de él como el gran Artífice y Maestro. Deben poseer valor, energía y perseverancia. Aunque obstruyan su camino imposibilidades aparentes, por su gracia han de seguir adelante. En vez de deplorar las dificultades, son llamados a superarlas. No han de desesperar de nada, sino esperarlo todo. Con la áurea cadena de su amor incomparable, Cristo los ha vinculado al trono de Dios. Quiere que sea suya la más alta influencia del universo, que mana de la fuente de todo poder. Han de tener poder para resistir el mal, un poder que ni la tierra, ni la muerte ni el infierno pueden dominar, un poder que los habilitará para vencer como Cristo venció (El Deseado de todas las gentes, p. 634).

La compasión divina se leía en el semblante del Hijo de Dios mientras dirigía una última mirada al templo y luego a sus oyentes. Con voz ahogada por la profunda angustia de su corazón y amargas lágrimas,  exclamó: «¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!» .

Las gemas de verdad que cayeron de los labios de Cristo en aquel día memorable, fueron atesoradas en muchos corazones. Hicieron brotar a la vida nuevos pensamientos, despertaron nuevas aspiraciones y crearon una nueva historia. Después de la crucifixión y la resurrección de Cristo, estas personas se adelantaron y cumplieron su comisión divina con una sabiduría y un celo correspondientes a la grandeza de la obra. Dieron un mensaje que impresionaba el corazón de los hombres, debilitando las antiguas supersticiones que habían empequeñecido durante tanto tiempo la vida de millares. Ante su testimonio, las teorías y las filosofías humanas llegaron a ser como fábulas ociosas. Grandes fueron los resultados de las palabras del Salvador a esta muchedumbre llena de asombro y pavor en el templo de Jerusalén (El Deseado de todas las gentes, pp. 572, 573).

Elena G.W

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