- abril 3, 2023
Lunes 3 de abril – UN MOMENTO DEL DESTINO
UN MOMENTO DEL DESTINO “Entonces miré y vi una nube blanca, y sobre la nube, a uno sentado semejante al…
UN MOMENTO DEL DESTINO
“Entonces miré y vi una nube blanca, y sobre la nube, a uno sentado semejante al Hijo del hombre, con una corona de oro en su cabeza, y en su mano una hoz aguda. Y del Santuario salió otro ángel, y clamó a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: ‘Toma tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de segar, y la mies de la Tierra está madura’ ” (Apoc. 14:14, 15).
Lunes: 3 de Abril
LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE
Apocalipsis 14 contiene los textos clave con respecto al mensaje del Señor para los últimos días para su pueblo y el mundo. El eje de todo esto es la venida de Jesús, el cumplimiento de su promesa de que “ ‘verán al Hijo del hombre sentado a la diestra del Todopoderoso, y lo verán en su venida en las nubes del Cielo’ ” (Mar. 14:62).
Lee Apocalipsis 14:14. ¿Qué título se utiliza para describir a Jesús cuando regresa a la Tierra? ¿Por qué crees que Juan usa este título para Jesús?
Apocalipsis 14:14
14 Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.
Jesús usó el término “Hijo del hombre” para referirse a sí mismo 82 veces en los evangelios. Era uno de sus títulos favoritos. Lo usó como una expresión de cariño para identificarse con nosotros. Él es un Salvador que nos entiende, padeció nuestras tentaciones y pasó por nuestras pruebas. Él es el “Hijo del hombre”, que regresará para llevarnos a casa. El Jesús que viene por nosotros es el mismo Jesús que vivió entre nosotros. Él está calificado para redimirnos porque llegó a ser uno de nosotros y así, siendo uno de nosotros, enfrentó toda la furia de las tentaciones de Satanás, y fue victorioso.
¿Qué aprendemos de los siguientes versículos bíblicos en Mateo acerca de Jesús, el Hijo del hombre?
Mat. 16:27 …………………………………………………………………………………………..
27 Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
Mat. 24:27, 30 ……………………………………………………………………………………..
27 Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.
30 Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
Mat. 25:31, 32 ……………………………………………………………………………………….
31 Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.
Observa algunos elementos en estos pasajes:
(1) Jesús, el Hijo del hombre, viene en gloria con sus ángeles. (2) Separará las ovejas de los cabritos (un juicio, básicamente). (3) El destino de las naciones y de toda la humanidad se decidirá por la eternidad.
Piensa en la expresión “Hijo del hombre” y lo que esta dice de la humanidad de Cristo. Aunque era Dios, se hizo uno de nosotros; igual a nosotros pero, a diferencia de nosotros, nunca pecó. ¿Qué esperanza asombrosa te ofrece esto en términos de (1) conocer el amor de Dios por nosotros; (2) saber que él puede relacionarse con tus luchas y darte la victoria sobre ellas?
Comentarios Elena G.W
[E]l amor de Cristo no se limita a una clase. Se identifica con cada hijo de la humanidad. A fin de que pudiésemos llegar a ser miembros de la familia celestial, se hizo miembro de la familia terrenal. Es Hijo del hombre, y así hermano de cada hijo e hija de Adán. Sus seguidores no se han de sentir separados del mundo que perece en derredor suyo. Son una parte de la trama y urdimbre de la humanidad; y el Cielo los mira como hermanos de los pecadores tanto como de los santos. Los que han caído, los que yerran y los pecaminosos, son abarcados por el amor de Cristo; y cada buena acción hecha para elevar a un alma caída, cada acto de misericordia, son aceptados como hechos a él (El Deseado de todas las gentes, p. 593). Jesús va a venir, pero no será, como en su primer advenimiento, un niño en Belén; no como cabalgó al entrar en Jerusalén, cuando los discípulos alabaron a Dios con fuerte voz y clamaron: «¡Hosanna!» sino que vendrá en la gloria del Padre y con todo el séquito de santos ángeles para escoltarlo en su traslado a la tierra. Todo el cielo se vaciará de ángeles, mientras los santos lo estén esperando, mirando hacia el cielo, como lo hicieron los galileos cuando ascendió desde el Monte de las Olivas. Entonces únicamente los que sean santos, los que hayan seguido plenamente al manso Dechado, se sentirán arrobados de gozo y exclamarán al contemplarle: «He aquí, este es nuestro Dios; le hemos esperado, y nos salvará». Y serán transformados «en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta», aquella trompeta que despierta a los santos que duermen, y los invita a salir de sus camas de polvo, revestidos de gloriosa inmortalidad, y clamando: «¡Victoria! ¡Victoria sobre la muerte y el sepulcro!» Los santos transformados son luego arrebatados juntamente con los ángeles al encuentro del Señor en el aire, para nunca más quedar separados del objeto de su amor (Primeros escritos, pp. 109, 110). Dios dispuso que el Príncipe de los sufrientes en su condición humana fuera el juez de todo el mundo. Aquel que vino de las cortes celestiales para salvar al hombre de la muerte eterna… Aquel que se sometió para ser procesado ante un tribunal terreno, y que sufrió la ignominiosa muerte de la cruz pronunciará él solo la sentencia de recompensa o castigo. Aquel que se sometió aquí al sufrimiento y la humillación de la cruz, en el consejo de Dios tendrá la más plena compensación, y ascenderá al trono reconocido por todo el universo celestial como el Rey de los santos… En el día del castigo y la recompensa finales, tanto los santos como los pecadores reconocerán en Aquel que fue crucificado al Juez de todos los vivientes (En los lugares celestiales, p. 361).
Elena G.W