Martes 28 de marzo – LA BATALLA EN EL CIELO

JESÚS GANA, SATANÁS PIERDE “Entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus…

 Martes 28 de marzo – LA BATALLA EN EL CIELO

JESÚS GANA, SATANÁS PIERDE

“Entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús” (Apoc. 12:17).

Martes: 28 de Marzo

ACEPTEMOS LA VICTORIA DE JESÚS

Como bien lo presenta la Biblia, Jesús nunca ha perdido una batalla con Satanás. Él es el Conquistador poderoso, el Vencedor sobre los poderes del mal. Una cosa es creer que Jesús obtuvo la victoria sobre las tentaciones de Satanás; otra muy distinta es creer que la victoria de Cristo es también nuestra victoria.

Lee Apocalipsis 12:10. ¿Cuánto aliento debería infundirte el hecho de que tu acusador “ha sido arrojado”?

Aunque la batalla todavía continúa en la Tierra, Satanás ha perdido. Punto. Esto se aplica no solo a la victoria final de Cristo en el punto culminante de la historia humana, sino también a nuestra batalla con los principados y las potestades del mal en nuestra vida personal. Algunos cristianos viven frustrados. Desean obtener la victoria sobre alguna actitud o hábito, pero no llegan a comprender la realidad de la victoria de Cristo por ellos en su vida personal.

Lee Apocalipsis 12:11. ¿Qué garantía de victoria nos da Cristo en este pasaje?

Siete veces en los mensajes de Apocalipsis a las siete iglesias, encontramos la expresión “El que venza”. Aquí, en Apocalipsis 12:11, volvemos a encontrar este concepto de vencer. La palabra “vencer”, en el idioma original del texto, es nikao. Se puede traducir literalmente como “conquistar, prevalecer, triunfar o vencer victoriosamente”. Fíjate cómo es posible que seamos vencedores. Apocalipsis 12:11 afirma que es solo “por la sangre del Cordero”.

En Apocalipsis 5:6, en visión profética, Juan mira al Cielo y ve “un Cordero como si hubiera sido inmolado”. El sacrificio de Cristo es el centro de atención de todo el Cielo. No hay nada más sublime que la Cruz para demostrar el amor infinito e insondable de Dios.

Cuando aceptamos por fe lo que Cristo hizo por nosotros, nuestra deuda se cancela, y somos perfectos ante los ojos de Dios. Nuestros pecados son perdonados (Col. 1:14; Efe. 1:7; Col. 2:14), y “ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos” (Apoc. 12:10). Somos redimidos, victoriosos y salvos, no por nuestros propios méritos, sino por las victorias de Cristo en nuestro favor.

Comentarios Elena G.W

Cristo en la cruz no sólo atrae a los hombres para que se arrepientan delante de Dios por las transgresiones de su ley -pues Dios a quienes perdona hace que primero se arrepientan-, sino que Cristo ha satisfecho la justicia; se ha ofrecido a sí mismo como expiación. Su sangre derramada, su cuerpo quebrantado, satisfacen las demandas de la ley transgredida, y así salva con un puente el abismo que ha hecho el pecado. Sufrió en la carne para que con su cuerpo magullado y quebrantado pudiera amparar al pecador indefenso. La victoria obtenida por su muerte en el Calvario quebrantó para siempre el poder acusador de Satanás sobre el universo, y silenció su acusación de que la abnegación era imposible en Dios y que, por lo tanto, no es esencial en la familia humana. Todos los que quieran pueden ser vencedores. Esforcémonos fervientemente para alcanzar la norma puesta delante de nosotros. Cristo conoce nuestra debilidad, y a él podemos ir diariamente en busca de ayuda. No es necesario que ganemos fortaleza para un mes por adelantado. Debemos vencer día tras día. Nos convertimos en vencedores ayudando a otros a vencer por medio de la sangre del Cordero y la palabra de nuestro testimonio. La observancia de los mandamientos de Dios producirá en nosotros un espíritu obediente, y Dios puede aceptar el servicio que es hijo de tal espíritu (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 985). Satanás aparece frecuentemente como un ángel de luz, ataviado con el uniforme del cielo; asume un aire amistoso, manifestando gran santidad de carácter y alta consideración por sus víctimas, las almas que se propone engañar y destruir. Yacen peligros en la senda que él invita a las almas a recorrer, pero tiene éxito en encubrirlos y presenta sólo las atracciones. El gran Capitán de nuestra salvación ha vencido en nuestro favor, para que a través de él podamos ser vencedores, si así lo queremos. Pero Cristo no salva a nadie en contra de su decisión; no obliga a nadie a obedecer. Hizo el sacrificio infinito para que podamos vencer en su nombre y para que su justicia nos sea imputada (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 501, 502). La luz de la cruz del Calvario resplandece ahora en rayos claros y brillantes, que revelan a Jesús como nuestro sacrificio por el pecado. Mientras lea las promesas que le he presentado, recuerde que son la expresión de un amor y una compasión inefables. El gran corazón lleno de un amor infinito se siente atraído hacia el pecador con compasión ilimitada. “Tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados” Efesios 1:7. Sí, crea tan sólo que Dios es su auxiliador. Quiere restaurar en el hombre su imagen moral. En la medida en que usted se acerque a él con confesión y arrepentimiento, él se acercará a usted con misericordia y perdón. Todo lo debemos al Señor. Es el Autor de nuestra salvación. Mientras obra su propia salvación con temor y temblor, “Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Filipenses 2:13 (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 597).

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