Martes 30 de enero – ¿DÓNDE ESTÁ DIOS? – CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA “¿Cómo habíamos de cantar canción del Señor en tierra extraña?” (Sal.…

 Martes 30 de enero – ¿DÓNDE ESTÁ DIOS? – CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

“¿Cómo habíamos de cantar canción del Señor en tierra extraña?” (Sal. 137:4).

Martes: 30 de enero

¿DÓNDE ESTÁ DIOS?

Lee Salmos 42:1 al 3; 63:1; 69:1 al 3; y 102:1 al 7. ¿Qué le causa tanto dolor al salmista?

 

Salmos 42:1-3

1 Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?

 

Salmos 63:1

1 Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas,

 

Salmos 69:1-3

1 Sálvame, oh Dios, Porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; Han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios.

 

Salmos 102:1-7

1 Jehová, escucha mi oración, Y llegue a ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; Inclina a mí tu oído; Apresúrate a responderme el día que te invocare. Porque mis días se han consumido como humo, Y mis huesos cual tizón están quemados. Mi corazón está herido, y seco como la hierba, Por lo cual me olvido de comer mi pan. Por la voz de mi gemido Mis huesos se han pegado a mi carne. Soy semejante al pelícano del desierto; Soy como el búho de las soledades; Velo, y soy Como el pájaro solitario sobre el tejado.

No solo los sufrimientos personales y comunitarios perturban al salmista, sino también, e incluso más, la aparente falta de atención de Dios a las penurias de sus siervos. La ausencia de Dios se siente como una sed intensa en tierra seca (Sal. 42:1-3; 63:1) y una angustia mortal (Sal. 102:2-4). El salmista se siente alejado de Dios y se compara con aves solitarias: “Soy semejante al pelícano del desierto, como el búho de las soledades. Velo, y soy como el pájaro solitario sobre el tejado” (Sal. 102:6, 7).

La mención del desierto enfatiza la sensación de aislamiento de Dios. Un pájaro “solitario sobre el tejado” está fuera de su nido, de su lugar de descanso. El salmista clama a Dios “de lo profundo”, como si se viera engullido por aguas caudalosas y se hundiera en un “profundo cieno” (Sal. 69:1-3; 130:1). Estas imágenes describen una situación opresiva de la que no se puede escapar, salvo mediante intervención divina.

Lee Salmos 10:12; 22:1; 27:9; y 39:12. ¿Cómo responde el salmista a la aparente ausencia de Dios?

 

Salmos 10:12

12 Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano; No te olvides de los pobres.

 

Salmos 22:1

1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?

 

Salmos 27:9

No escondas tu rostro de mí. No apartes con ira a tu siervo; Mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación.

 

Salmos 39:12

12 Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas; Porque forastero soy para ti, Y advenedizo, como todos mis padres.

Es notable que los salmistas decidan no callar ante el silencio de Dios. Los salmistas creen inquebrantablemente en la oración, porque la oración se dirige al Dios vivo y misericordioso. Dios sigue estando ahí, aun cuando parece ausente. Continúa siendo el mismo Dios que los escuchó en el pasado, y por eso confían en que los escucha ahora.

Las ocasiones de silencio de Dios hacen que los salmistas se autoexaminen y busquen a Dios, pero con confesión y peticiones humildes. Saben que Dios no callará para siempre. Los salmos demuestran que la comunicación con Dios debe continuar, independientemente de las circunstancias de la vida.

¿Qué podemos aprender de las respuestas de los salmistas a la aparente ausencia de Dios? ¿Cómo respondes tú a los momentos en que Dios parece guardar silencio? ¿Qué sostiene tu fe?

Comentarios Elena G.W

La senda que conduce hacia el día eterno no es la más fácil de recorrer, y algunas veces parecerá oscura y escabrosa. Pero tened la seguridad de que los brazos eternos de Dios os rodean para protegeros del pecado. Desea que ejercitéis una fe diligente en él, y que aprendáis a confiar en él tanto en las sombras como en la luz del sol.

En sus esfuerzos por alcanzar el nido, el águila es abatida con frecuencia por las tempestades en los estrechos desfiladeros de las montañas. Las nubes, en masas negras y encolerizadas, se deslizan entre ella y las asoleadas alturas en que ha fijado su nido. Por un instante parece perpleja y zigzaguea aquí y allá, batiendo sus alas poderosas como para dispersar las densas nubes. Despierta los ecos de la montaña con sus gritos salvajes en sus vanos esfuerzos para encontrar un camino para salir de su prisión.

Por último se lanza hacia arriba, en medio de la oscuridad, y emite un agudo chillido de triunfo, y un momento después surge en las alturas a la serena luz del sol. La oscuridad y la tempestad quedaron por debajo de ella, y la luz del cielo brilla a su alrededor. Alcanza su hogar amado en la altísima roca, y queda satisfecha. Pasando por en medio de la oscuridad, alcanzó la luz. Le costó esfuerzo lograrlo, pero su recompensa consiste en alcanzar el objeto que anhelaba.

Es este el único proceder que podemos seguir como cristianos. Debemos ejercer esa fe viva que penetra en las nubes que, como espeso muro, nos separan de la luz del cielo. Tenemos que alcanzar las alturas de la fe donde todo es paz y gozo en el Espíritu Santo (Sons and Daughters of God, p. 323; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 325).

Dios es la fuente eterna e increada de todo bien. Todos los que confíen descubrirán que efectivamente lo es. A todos los que le sirven, considerándolo su Padre celestial, les da seguridad de que cumplirá sus promesas. Su gozo estará en el corazón de ellos, y será cumplido. Es nuestro privilegio abrir el corazón y permitir que los rayos de la presencia de Cristo entren en él. Hermano mío, hermana mía, dad el rostro a la luz. Poneos en contacto verdadero y personal con Cristo, para que podáis ejercer una influencia elevadora y vivificadora. Que vuestra fe sea fuerte, pura y firme. Que la gratitud a Dios llene vuestro corazón. Cuando os levantáis en la mañana, arrodillaos junto a vuestro lecho, y pedid a Dios que os fortalezca para cumplir los deberes del día, y hacer frente a sus tentaciones. Pedidle que os ayude a poner en vuestra obra la dulzura del carácter de Cristo. Pedidle que os ayude a pronunciar palabras que inspiren esperanza y ánimo a los que os rodean, y que os acerquen al Salvador (Hijos e hijas de Dios, p. 201).

Elena G.W

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