Miércoles 31 de enero – ¿HA FALLADO PARA SIEMPRE SU PROMESA? – CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA “¿Cómo habíamos de cantar canción del Señor en tierra extraña?” (Sal.…

 Miércoles 31 de enero – ¿HA FALLADO PARA SIEMPRE SU PROMESA? – CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

“¿Cómo habíamos de cantar canción del Señor en tierra extraña?” (Sal. 137:4).

Miércoles: 31 de enero

¿HA FALLADO PARA SIEMPRE SU PROMESA?

Lee Salmo 77. ¿Qué experiencia está viviendo el autor?

 

Salmo 77

1 Con mi voz clamé a Dios, A Dios clamé, y él me escuchará. Al Señor busqué en el día de mi angustia; Alzaba a él mis manos de noche, sin descanso; Mi alma rehusaba consuelo. Me acordaba de Dios, y me conmovía; Me quejaba, y desmayaba mi espíritu. Selah No me dejabas pegar los ojos; Estaba yo quebrantado, y no hablaba. Consideraba los días desde el principio, Los años de los siglos. Me acordaba de mis cánticos de noche; Meditaba en mi corazón, Y mi espíritu inquiría: ¿Desechará el Señor para siempre, Y no volverá más a sernos propicio? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa? ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus piedades? Selah 10 Dije: Enfermedad mía es esta; Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo. 11 Me acordaré de las obras de JAH; Sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. 12 Meditaré en todas tus obras, Y hablaré de tus hechos. 13 Oh Dios, santo es tu camino; ¿Qué dios es grande como nuestro Dios? 14 Tú eres el Dios que hace maravillas; Hiciste notorio en los pueblos tu poder. 15 Con tu brazo redimiste a tu pueblo, A los hijos de Jacob y de José. Selah 16 Te vieron las aguas, oh Dios; Las aguas te vieron, y temieron; Los abismos también se estremecieron. 17 Las nubes echaron inundaciones de aguas; Tronaron los cielos, Y discurrieron tus rayos. 18 La voz de tu trueno estaba en el torbellino; Tus relámpagos alumbraron el mundo; Se estremeció y tembló la tierra. 19 En el mar fue tu camino, Y tus sendas en las muchas aguas; Y tus pisadas no fueron conocidas. 20 Condujiste a tu pueblo como ovejas Por mano de Moisés y de Aarón.

Salmo 77 comienza con una súplica de ayuda a Dios llena de lamentos y dolorosos recuerdos del pasado (Sal. 77:1-6). Todo el ser del salmista se dirige con luto a Dios. Se niega a dejarse consolar por cualquier alivio que no provenga de Dios.

No obstante, recordar a Dios parece intensificar su angustia: “Me acordaba de Dios y gemía” (Sal. 77:3). La palabra hebrea hamá (‘gemir’) a menudo representa el rugido de las aguas embravecidas (Sal. 46:3). Del mismo modo, todo el ser del salmista se encuentra en un estado de intensa inquietud.

¿Cómo puede el recuerdo de Dios producir sentimientos tan fuertes de angustia? Una serie de preguntas inquietantes delatan la causa de su angustia (Sal. 77:7-9): ¿Ha cambiado Dios? ¿Es posible que Dios traicione su Pacto?

El marcado contraste entre los actos salvíficos de Dios en el pasado y su aparente ausencia en el presente hace que el salmista se sienta abandonado por Dios. Si Dios ha cambiado, entonces el salmista no tiene esperanza, una conclusión que se esfuerza por rechazar.

Mientras tanto, el salmista no puede dormir porque el Señor no lo deja dormir (Sal. 77:4). Esto nos recuerda a otros personajes bíblicos cuyo insomnio fue utilizado providencialmente por Dios para prosperar sus propósitos (Gén. 41:1-8; Est. 6:1; Dan. 2:1-3). La larga noche de insomnio hace que el salmista considere los pasados actos de liberación del Señor, pero con nueva determinación (Sal. 77:5, 10).

La seguridad que el salmista recibe de Dios no consiste en explicaciones sobre su situación personal, sino en una confirmación de la fidelidad y la confianza de Dios (como Job). Se anima al salmista a esperar en el Señor con fe, sabiendo que él es el mismo Dios que realizó milagros en el pasado de Israel (Sal. 77:11-18). El salmista también se da cuenta de que “no se vieron tus huellas” (Sal. 77:19), reconociendo la guía de Dios, incluso en situaciones en las que su presencia no es obvia a los ojos humanos. El salmista reconoce que Dios se revela y se oculta simultáneamente, y por eso ofrece alabanzas a las sendas misteriosas y soberanas del Señor.

Piensa en momentos pasados en los que el Señor actuó en tu vida. ¿Cómo puede ayudarte esa verdad a afrontar lo que se te presenta ahora?

Comentarios Elena G.W

El ánimo del salmista David pasó por muchos cambios. A veces, cuando se percataba de la voluntad y de los caminos de Dios, sentía gran euforia; después, cuando captaba una imagen del reverso de la misericordia y del inmutable amor de Dios, todo le parecía que estaba envuelto en una nube de oscuridad. Pero a través de la oscuridad obtenía una visión de los atributos de Dios, que le daban confianza y fortalecían su fe. Pero cuando meditaba en las dificultades y en los peligros de la vida, le parecían tan difíciles de sobrellevar, que se sentía abandonado de Dios debido a sus pecados. Veía su pecado en una manera tan clara, que exclamó: «¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a sernos propicio?»

Pero mientras lloraba y oraba, obtuvo una visión más clara del carácter y de los atributos de Dios…

Su fe se aferró de Dios, y se animó y fortaleció. Aunque reconocía como misteriosos los caminos de Dios, sabía que eran misericordiosos y buenos, pues este fue el carácter divino tal como se reveló a Moisés…

Cuando David hizo suyas esas promesas y esos privilegios, decidió dejar de ser apresurado en sus juicios, y no desanimarse ni abatirse en inútil desesperación. Su alma se reanimó cuando contemplo el carácter de Dios tal como se manifiesta en sus enseñanzas, su paciencia, excelsa grandeza y misericordia, y vio que a las obras y maravillas de Dios no se debe dar una aplicación restringida (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 3, p. 1167).

Dios derrama sus bendiciones a lo largo de todo nuestro camino, para alegrar nuestro viaje e inducir a nuestros corazones a amarlo y alabarlo; y él desea que extraigamos agua de la fuente de la salvación para refrescar nuestros corazones. Podemos cantar los cánticos de Sión, podemos regocijar nuestros corazones, y podemos alegrar los corazones de otros; la esperanza debe fortalecerse, y la oscuridad debe tornarse en luz. Dios no nos ha dejado en un mundo tenebroso —como peregrinos y extranjeros que buscan un país mejor, el país celestial sin darnos preciosas promesas para aliviar toda carga. Los bordes de nuestro sendero están sembrados con hermosas flores de promesa. Florecen a todo nuestro alrededor, esparciendo por el ambiente rica fragancia.

Cuántas bendiciones perdemos porque pasamos por alto las bendiciones que recibimos diariamente, mientras nos lamentamos por aquello que no tenemos… La flor que medra en la oscuridad y en los lugares humildes, responde a todos los rayos de luz que puede obtener, y extiende sus hojas. El pájaro enjaulado canta en su prisión en el cuarto sin sol, como si estuviera en una morada asoleada… Dios ama el corazón agradecido, que confía implícitamente en sus palabras de promesa, obteniendo consuelo, esperanza y paz de ellas; y él nos revelará todavía mayores profundidades de su amor…

Apropiémonos mediante una fe viva de las ricas promesas de Dios, y seamos agradecidos desde la mañana hasta la noche (Nuestra elevada vocación, p. 12).

Elena G.W

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