Miércoles 20 de marzo – DECLARA SU GLORIA ENTRE LAS NACIONES – ADORACIÓN SIN FIN

ADORACIÓN SIN FIN “Al Señor cantaré en toda mi vida, a mi Dios salmearé mientras viva” (Sal. 104:33). Miércoles: 20…

 Miércoles 20 de marzo – DECLARA SU GLORIA ENTRE LAS NACIONES – ADORACIÓN SIN FIN

ADORACIÓN SIN FIN

“Al Señor cantaré en toda mi vida, a mi Dios salmearé mientras viva” (Sal. 104:33).

Miércoles: 20 de marzo

DECLARA SU GLORIA ENTRE LAS NACIONES

Lee Salmo 96. ¿Qué múltiples aspectos de la adoración se mencionan en este salmo?

 

Salmo 96

1 Cantad a Jehová cántico nuevo; Cantad a Jehová, toda la tierra. Cantad a Jehová, bendecid su nombre; Anunciad de día en día su salvación. Proclamad entre las naciones su gloria, En todos los pueblos sus maravillas. Porque grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; Temible sobre todos los dioses. Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; Pero Jehová hizo los cielos. Alabanza y magnificencia delante de él; Poder y gloria en su santuario. Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos, Dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrendas, y venid a sus atrios. Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad; Temed delante de él, toda la tierra. 10 Decid entre las naciones: Jehová reina. También afirmó el mundo, no será conmovido; Juzgará a los pueblos en justicia. 11 Alégrense los cielos, y gócese la tierra; Brame el mar y su plenitud. 12 Regocíjese el campo, y todo lo que en él está; Entonces todos los árboles del bosque rebosarán de contento, 13 Delante de Jehová que vino; Porque vino a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con su verdad.

La adoración incluye cantar al Señor (Sal. 96:1, 2), alabar su nombre (Sal. 96:2), proclamar su bondad y su grandeza (Sal. 96:3, 4) y llevar ofrendas al Templo (Sal. 96:8). Además de estos rasgos familiares del culto, Salmo 96 destaca un aspecto no tan obvio del culto: la dimensión evangelizadora de proclamar el Reino del Señor a otros pueblos (Sal. 96:2, 3, 10).

Sin embargo, cantar, alabar, llevar ofrendas y proclamar el evangelio no son acciones independientes, sino diversas expresiones de la adoración. La proclamación de la salvación de Dios a todas las naciones da sustancia a la alabanza y contenido a la adoración. Fíjate que los motivos de la adoración coinciden con el mensaje proclamado a otros pueblos: “Porque grande es el Señor” (Sal. 96:4); “Todos los dioses de los pueblos son ídolos, pero el Señor hizo los cielos” (Sal. 96:5); “¡El Señor reina!” (Sal. 96:10); y “Viene a juzgar la tierra” (Sal. 96:13). Entonces, el objetivo de la evangelización es unir a otros pueblos con el pueblo de Dios y, en última instancia, a toda la Creación en la adoración al Señor (Sal. 96:11-13).

La adoración es el resultado de reconocer interiormente quién es el Señor; es decir, el Creador, el Rey y el Juez (Sal. 96:5, 10, 13). Por ello, la adoración implica recordar los actos pasados de Dios (la Creación), celebrar sus maravillas presentes (el hecho de que Dios sostiene al mundo en su reinado actual) y anhelar sus actos futuros (el Juicio Final y una vida nueva en Cielos y Tierra nuevos).

El juicio, en los salmos, significa la restauración del orden divino de la paz, la justicia y el bienestar en un mundo actualmente agobiado por la injusticia y el sufrimiento; de allí que toda la Tierra se regocije al esperar los juicios de Dios (Sal. 96:10-13; 98:4-9). Además, el hecho de que el Señor sea un Juez justo debería motivar a la gente a adorarlo en santidad y a “temerlo”, y debería advertirle que no se tome la adoración a la ligera (Sal. 96:9). La adoración implica tanto alegría y confianza inmensas (Sal. 96:1, 2, 11-13) como temor y sobrecogimiento santos (Sal. 96:4, 9).

El llamado universal de Salmo 96 a adorar al Creador y Juez se refleja en la última proclamación evangélica de Dios para el mundo, el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6 al 12. En muchos sentidos, este salmo parece incorporar este mensaje del tiempo del fin: creación, salvación (“evangelio eterno”), adoración y juicio. Todo está allí.

Compara este salmo con el mensaje de los tres ángeles (Apoc. 14:6-12). ¿En qué medida enseña las mismas verdades básicas de este mensaje del tiempo del fin que debemos proclamar al mundo?

Comentarios Elena G.W

Cristo ordenó a sus discípulos que empezasen en Jerusalén la obra que él había dejado en sus manos. Jerusalén había sido escenario de su asombrosa condescendencia hacia la familia humana. Allí había sufrido, había sido rechazado y condenado. La tierra de Judea era el lugar donde había nacido. Allí, vestido con el atavío de la humanidad, había andado con los hombres, y pocos habían discernido cuánto se había acercado el cielo a la tierra cuando Jesús estuvo entre ellos. En Jerusalén debía empezar la obra de los discípulos…

Pero la obra no debía detenerse allí. Había de extenderse hasta los más remotos confines de la tierra. Cristo dijo a sus discípulos: Habéis sido testigos de mi vida de abnegación en favor del mundo. Habéis presenciado mis labores para Israel. Aunque no han querido venir a mí para obtener la vida, aunque los sacerdotes y príncipes han hecho de mí lo que quisieron, aunque me rechazaron según lo predecían las Escrituras, deben tener todavía una oportunidad de aceptar al Hijo de Dios. Habéis visto todo lo que me ha sucedido, habéis visto que a todos los que vienen a mí confesando sus pecados yo los recibo libremente. De ninguna manera echaré al que venga a mí. Todos los que quieran pueden ser reconciliados con Dios y recibir la vida eterna. A vosotros, mis discípulos, confío este mensaje de misericordia. Debe proclamarse primero a Israel y luego a todas las naciones, lenguas y pueblos. Debe ser proclamado a judíos y gentiles. Todos los que crean han de ser reunidos en una iglesia (El Deseado de todas las gentes, pp. 759, 760).

«La importancia del sábado, como institución conmemorativa de la creación, consiste en que recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe adorar a Dios», porque él es el Creador, y nosotros somos sus criaturas. «Por consiguiente, el sábado forma parte del fundamento mismo del culto divino, pues enseña esta gran verdad del modo más contundente, como no lo hace ninguna otra institución. El verdadero motivo del culto divino, no tan solo del que se tributa en el séptimo día, sino de toda adoración, reside en la distinción existente entre el Creador y sus criaturas. Este hecho capital no perderá nunca su importancia ni debe caer nunca en el olvido» (J. N. Andrews, History of the Sabbath, cap. 27).

Por eso, es decir, para que esta verdad no se borrara nunca de la mente de los hombres, instituyó Dios el sábado en el Edén y mientras el ser él nuestro Creador siga siendo motivo para que le adoremos, el sábado seguirá siendo señal conmemorativa de ello. Si el sábado se hubiese observado universalmente, los pensamientos e inclinaciones de los hombres se habrían dirigido hacia el Creador como objeto de reverencia y adoración, y nunca habría habido un idólatra, un ateo, o un incrédulo. La observancia del sábado es señal de lealtad al verdadero Dios, «que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de agua» (El conflicto de los siglos, p. 433).

Elena G.W

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *