Miércoles 29 de noviembre – MISIÓN EN FAVOR DE LOS RICOS – MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS

MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS “¿Qué aprovecha el hombre si gana el mundo entero y pierde su vida? ¿Qué…

 Miércoles 29 de noviembre – MISIÓN EN FAVOR DE LOS RICOS – MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS

MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS

“¿Qué aprovecha el hombre si gana el mundo entero y pierde su vida? ¿Qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mat. 16:26).

Miércoles: 29 de noviembre

MISIÓN EN FAVOR DE LOS RICOS

Lee Mateo 19:16 al 22. ¿Qué lecciones podemos aprender de esta historia en la que, a diferencia de Nicodemo, una persona no aceptó a Jesús?

 

Mateo 19:16-22

16 Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? 17 Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. 18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. 19 Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? 21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. 22 Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

La interacción de Jesús con el joven rico muestra lo peligrosa que puede ser la riqueza. Fíjate en estas palabras: “Repito: Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico en el Reino de Dios” (Mat. 19:24). Esto, por supuesto, no significa que los ricos no puedan salvarse, sino solo que, si no tienen cuidado, sus riquezas pueden ser realmente un impedimento para la salvación.

A fin de cuentas, los ricos y los pobres se enfrentan al mismo destino: la tumba. Esto significa que los ricos necesitan la salvación tan desesperadamente como los demás. El dinero no puede comprar la exención de la muerte; esa exención es un don que Jesús ofrece gratuitamente a quien la reclame por fe: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25).

Lee Lucas 19:1 al 10. ¿Cuál es la diferencia entre esta historia y la del joven rico?

 

Lucas 19:1-10

1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. 10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Zaqueo respondió a Jesús de una manera que, lamentablemente, no lo hizo el joven rico. Nota que Jesús no le dijo a Zaqueo que vendiera lo que tenía para dárselo a los pobres, como hizo con el joven rico. Jesús debió haber sabido cuán atado a su dinero estaba el joven rico, y por eso le dijo eso. En contraste, aunque no sabemos todo lo que hablaron cuando Jesús estuvo en su casa, Zaqueo se convirtió a Jesús y supo que tenía que hacer algunos cambios en su vida, especialmente en lo relacionado con sus riquezas.

“¿Qué aprovecha el hombre si gana el mundo entero y pierde su vida? ¿Qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mat. 16:26). ¿Qué deberían decirnos estas palabras a todos?

Comentarios Elena G.W

Hay una obra que hacer en favor de los ricos. Ellos necesitan ser despertados a su responsabilidad como personas a quienes se han encomendado los dones del cielo. Necesitan que se les recuerde que han de dar cuenta ante Aquel que juzgará a los vivos y los muertos. El hombre rico ha menester que se trabaje por él con el amor y el temor de Dios. Demasiado a menudo confía en sus riquezas y no siente su peligro. Los ojos de su mente necesitan ser atraídos a las cosas de valor perdurable. Debe reconocer la Autoridad llena de verdadera bondad, que dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.  Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga». Mateo 11:28-30 (Palabras de vida del gran Maestro, p. 182).

El [joven rico] miraba a Cristo con admiración. Su corazón era atraído hacia el Salvador. Pero no estaba listo a aceptar el principio del sacrificio propio expresado por el Salvador. Elegía sus riquezas antes que a Jesús. Anhelaba la vida eterna, pero no quería recibir en el alma ese amor abnegado, el único que es vida, y con un corazón pesaroso se apartó de Cristo.

Al alejarse el joven, Jesús dijo a sus discípulos:… «¡Hijos, cuán difícil es entrar en el reino de Dios, los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que el rico entrar en el reino de Dios. Y ellos se espantaban más». Ahora se daban cuenta de que ellos mismos estaban incluidos en la solemne amonestación. A la luz de las palabras del Salvador, fue revelado su propio anhelo secreto de poder y riquezas (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 324, 325).

La Biblia no condena a nadie por rico, si adquirió honradamente su riqueza. La raíz de todo mal no es el dinero, sino el amor al dinero. Dios da a los hombres la facultad de enriquecerse; y en manos del que se porta como administrador de Dios, empleando generosamente sus recursos, la riqueza es una bendición, tanto para el que la posee como para el mundo. Pero muchos, absortos en su interés por los tesoros mundanos, se vuelven insensibles a las demandas de Dios y a las necesidades de sus semejantes. Consideran sus riquezas como medio de glorificarse. Añaden una casa a la otra, y una tierra a otra tierra; llenan sus mansiones de lujos, mientras que alrededor de ellos hay seres humanos sumidos en la miseria y el crimen, en enfermedades y muerte. Los que así dedican su vida al egoísmo no desarrollan los atributos de Dios, sino los del maligno.

Estos hombres necesitan del evangelio. Necesitan que se les aparte la vista de la vanidad de las cosas materiales a lo precioso de las riquezas duraderas. Necesitan aprender cuánto gozo hay en dar, y cuánta bendición resulta de ser colaboradores de Dios (El ministerio de curación, p. 163).

Elena G.W

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