La serpiente de bronce fue levantada en el desierto para que pudieran ser curados los que miraban con fe. Así también Dios envía un mensaje de restauración y curación a los hombres, pidiéndoles que aparten la mirada del hombre y de las cosas terrenales y coloquen su confianza en Dios. Él ha dado la verdad a su pueblo con poder mediante el Espíritu Santo. Abrió su Palabra a los que estaban escudriñando y orando en procura de la verdad. Pero cuando estos mensajeros dieron a la gente la verdad que habían recibido, fueron tan incrédulos como los israelitas. Muchos se quedan cavilosos ante la verdad que les ha sido llevada por humildes mensajeros (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1 130).
Los discípulos seguían esperando que Cristo reinase como príncipe temporal. Creían que, si bien les había ocultado durante tanto tiempo su designio, no permanecería siempre en la pobreza y obscuridad; que debía estar acercándose el tiempo en que establecería su reino. Nunca creyeron los discípulos que los sacerdotes y rabinos no iban a cejar en su odio, que Cristo sería rechazado por su propia nación, condenado como impostor y crucificado como malhechor. Pero la hora del poder de las tinieblas se acercaba y Jesús debía explicar a sus discípulos el conflicto que les esperaba. El se entristecía al pensar en la prueba…
Ahora había llegado el momento de apartar el velo que ocultaba el futuro. «Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le convenía ir a Jerusalén, y padecer mucho de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día» (El Deseado de todas las gentes, pp. 383, 384).
En comparación con los millones del mundo, los hijos de Dios serán, como siempre lo fueron, un rebaño pequeño; pero si permanecen de parte de la verdad como está revelada en su Palabra, Dios será su refugio. Están bajo el amplio escudo de la Omnipotencia. Dios constituye siempre una mayoría. Cuando el sonido de la final trompeta penetre en la prisión de la muerte, y los justos se levanten con triunfo, exclamando: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?» (1 Corintios 15:55) para unirse con Dios, con Cristo, con los ángeles y con los fieles de todas las edades, los hijos de Dios serán una gran mayoría.
Los verdaderos discípulos de Cristo le siguen a través de duros conflictos, siendo abnegados y experimentando amargos desengaños; pero eso les muestra la culpabilidad y la miseria del pecado y son inducidos a mirarlo con aborrecimiento. Participantes en los sufrimientos de Cristo, son destinados a ser participantes de su gloria (Los hechos de los apóstoles, p. 471).