- junio 22, 2023
Jueves 22 de junio – ENCENDIDOS CON LA GLORIA DE DIOS
ENCENDIDOS CON LA GLORIA DE DIOS “Después de eso vi a otro ángel descender del cielo con gran poder, y…
ENCENDIDOS CON LA GLORIA DE DIOS
“Después de eso vi a otro ángel descender del cielo con gran poder, y la Tierra fue iluminada con su gloria” (Apoc. 18:1).
Jueves: 22 de junio
EL CORDERO, EL CORDERO INMOLADO
Hay muchos símbolos en Apocalipsis, símbolos bíblicos de importancia; por ejemplo, un dragón en el Cielo (Apoc. 12:3, 4, 7), ángeles volando en medio del cielo (Apoc. 14:6), una mujer montada sobre una bestia escarlata (Apoc. 17:3), y así sucesivamente. Estos figuran en la Palabra de Dios; el Espíritu Santo inspiró a Juan para que aparezcan allí, y cumplen una función importante: revelar la verdad a quienes leen las palabras de este libro y las cumplen, porque, como dice Apocalipsis: “¡Bienaventurado el que lee las palabras de esta profecía, y dichosos los que la oyen y guardan lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca!” (Apoc. 1:3).
No obstante, hay otra imagen que aparece una y otra vez a lo largo del libro de Apocalipsis. ¿Cuál es esa imagen y qué representa?
Lee Apocalipsis 5:6, 8 y 12; 7:17; 14:1; 15:3; 19:7; 21:22 y 23; y 22:1 y 3. ¿Cuál es el significado del simbolismo del cordero, y por qué aparece tantas veces en el libro de Apocalipsis?
Apocalipsis 5:6, 8 y 12
6 Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
12 que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
Apocalipsis 7:17
17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
Apocalipsis 14:1
1 Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.
Apocalipsis 15:3
3 Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos.
Apocalipsis 19:7
7 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.
Apocalipsis 21:22-23
22 Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. 23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.
Apocalipsis 22:1 y 3
1 Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero.
3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,
Por supuesto, como dicen las palabras introductorias del libro, esta es una revelación “de Jesucristo”. Y no solo un Cordero, sino un Cordero “muerto” (Apoc. 5:6, 12; 13:8); es decir, Jesucristo crucificado. Esto es el alma y el corazón no solo de toda la Biblia, sino del libro de Apocalipsis y del mensaje de los tres ángeles. No podemos ser fieles a nuestro llamado, no podemos hacer la obra para la que Dios ha suscitado a esta iglesia, a menos que tengamos al Cordero, al Cordero inmolado, a Jesús crucificado, como sacrificio por nuestros pecados, como el punto focal de nuestro mensaje.
“Debemos colocar intencionalmente al Cordero que fue inmolado en el centro mismo de nuestras doctrinas y misión, y en el corazón de cada sermón que predicamos, cada artículo que escribimos, cada oración que elevamos, cada canción que entonamos, cada estudio bíblico que damos, y en todo lo que hacemos. Que el amor revelado por el Cordero en la Cruz transforme la manera de tratarnos entre nosotros y nos impulse a cuidar también del mundo” (Á. M. Rodríguez, “The Closing of the Cosmic Conflict: Role of the Three Angels’ Messages”, p. 70).
Es decir, en medio de las imágenes de las bestias peligrosas, de un dragón que hace guerra, de las plagas, de la persecución y de la marca de la bestia, el Cordero, el Cordero inmolado, permanece como el centro de atención. Y solo él, y lo que él hizo, hace y hará por nosotros antes de que todo esto termine es, en última instancia, la razón del mensaje de los tres ángeles.
¿Por qué es tan importante que el Cordero inmolado permanezca en el centro de nuestro mensaje, no solo para darlo a conocer a otros, sino también para tu propia vida espiritual?
Comentarios Elena G.W
No hay muchos caminos que llevan al cielo. No puede cada uno escoger el suyo. Cristo dice: «Yo soy el camino… Nadie viene al Padre, sino por mí». Desde que fue predicado el primer sermón evangélico, cuando en el Edén se declaró que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente, Cristo ha sido enaltecido como el camino, la verdad y la vida. El era el camino cuando Adán vivía, cuando Abel ofreció a Dios la sangre del cordero muerto, que representaba la sangre del Redentor. Cristo fue el camino por el cual los patriarcas y los profetas fueron salvos. El es el único camino por el cual podemos tener acceso a Dios (El Deseado de todas las gentes, p. 618).
Cuando los labios de Cristo exhalaron el fuerte clamor: «Consumado es», los sacerdotes estaban oficiando en el templo. Era la hora del sacrificio vespertino. Habían traído para matarlo el cordero que representaba a Cristo. Ataviado con sus vestiduras significativas y hermosas, el sacerdote estaba con el cuchillo levantado, como Abraham a punto de matar a su hijo. Con intenso interés, el pueblo estaba mirando. Pero la tierra tembló y se agitó; porque el Señor mismo se acercaba. Con un ruido desgarrador, el velo interior del templo fue rasgado de arriba abajo por una mano invisible, que dejó expuesto a la mirada de la multitud un lugar que fuera una vez llenado por la presencia de Dios… Ya no era más sagrado el Lugar Santísimo del Santuario terrenal.
Todo era terror y confusión. El sacerdote esteba por matar la victima; pero el cuchillo cayó de su mano enervada y el cordero escapó. El símbolo había encontrado en la muerte del Hijo de Dios la realidad que prefiguraba. El gran sacrificio había sido hecho… Era como si una voz viva hubiese dicho a los adoradores: Ahora terminan todos los sacrificios y ofrendas por el pecado. El Hijo de Dios ha venido conforme a su Palabra: «Heme aquí (en la cabecera del libro está escrito de mí) para que haga, oh Dios, tu voluntad». «Por su propia sangre [él entra] una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención» Hebreos 10:7; 9:12 (El Deseado de todas las gentes, pp. 704, 705).
¡Qué tema de meditación nos resulta el sacrificio que hizo Jesús por los pecadores perdidos! «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz fue sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados». Isaías 53:5, ¿Cuánto debemos estimar las bendiciones así puestas a nuestro alcance? ¿Podría Jesús haber sufrido más? ¿Podría haber comprado para nosotros más ricas bendiciones? ¿No debiera esto enternecer el corazón más duro, cuando recordamos que por nuestra causa dejó la felicidad y la gloria del cielo, y sufrió pobreza y vergüenza, cruel aflicción y una muerte terrible? Si por su muerte y resurrección él no hubiese abierto para nosotros la puerta de la esperanza, no habríamos conocido más que los horrores de las tinieblas y las miserias de la desesperación. En nuestro estado actual, favorecidos y bendecidos como nos vemos, no podemos darnos cuenta de qué profundidades hemos sido rescatados. No podemos medir cuánto más profundas habrían sido nuestras aflicciones, cuánto mayores nuestras desgracias, si Jesús no nos hubiese rodeado con su brazo humano de simpatía y amor, para levantarnos (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 296).