- marzo 3, 2024
Domingo 3 de marzo – LA IMBATIBLE FIDELIDAD DEL SEÑOR- LECCIONES DEL PASADO
LECCIONES DEL PASADO “Lo que hemos oído y entendido, que nuestros padres nos contaron. No las ocultaremos a sus hijos,…
LECCIONES DEL PASADO
“Lo que hemos oído y entendido, que nuestros padres nos contaron. No las ocultaremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor, su fortaleza y las maravillas que hizo” (Sal. 78:3, 4).
Domingo: 3 de marzo
LA IMBATIBLE FIDELIDAD DEL SEÑOR
Lee Salmo 78. ¿Qué tres épocas históricas clave se destacan en este salmo? ¿Qué lecciones recurrentes extrae Asaf de cada período?
Salmo 78
1 Escucha, pueblo mío, mi ley; Inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. 2 Abriré mi boca en proverbios; Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, 3 Las cuales hemos oído y entendido; Que nuestros padres nos las contaron. 4 No las encubriremos a sus hijos, Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, Y su potencia, y las maravillas que hizo. 5 Él estableció testimonio en Jacob, Y puso ley en Israel, La cual mandó a nuestros padres Que la notificasen a sus hijos; 6 Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; Y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, 7 A fin de que pongan en Dios su confianza, Y no se olviden de las obras de Dios; Que guarden sus mandamientos, 8 Y no sean como sus padres, Generación contumaz y rebelde; Generación que no dispuso su corazón, Ni fue fiel para con Dios su espíritu. 9 Los hijos de Efraín, arqueros armados, Volvieron las espaldas en el día de la batalla. 10 No guardaron el pacto de Dios, Ni quisieron andar en su ley; 11 Sino que se olvidaron de sus obras, Y de sus maravillas que les había mostrado. 12 Delante de sus padres hizo maravillas En la tierra de Egipto, en el campo de Zoán. 13 Dividió el mar y los hizo pasar; Detuvo las aguas como en un montón. 14 Les guio de día con nube, Y toda la noche con resplandor de fuego. 15 Hendió las peñas en el desierto, Y les dio a beber como de grandes abismos, 16 Pues sacó de la peña corrientes, E hizo descender aguas como ríos. 17 Pero aún volvieron a pecar contra él, Rebelándose contra el Altísimo en el desierto; 18 Pues tentaron a Dios en su corazón, Pidiendo comida a su gusto. 19 Y hablaron contra Dios, Diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? 20 He aquí ha herido la peña, y brotaron aguas, Y torrentes inundaron la tierra; ¿Podrá dar también pan? ¿Dispondrá carne para su pueblo? 21 Por tanto, oyó Jehová, y se indignó; Se encendió el fuego contra Jacob, Y el furor subió también contra Israel, 22 Por cuanto no habían creído a Dios, Ni habían confiado en su salvación. 23 Sin embargo, mandó a las nubes de arriba, Y abrió las puertas de los cielos, 24 E hizo llover sobre ellos maná para que comiesen, Y les dio trigo de los cielos. 25 Pan de nobles comió el hombre; Les envió comida hasta saciarles. 26 Movió el solano en el cielo, Y trajo con su poder el viento sur, 27 E hizo llover sobre ellos carne como polvo, Como arena del mar, aves que vuelan. 28 Las hizo caer en medio del campamento, Alrededor de sus tiendas. 29 Comieron, y se saciaron; Les cumplió, pues, su deseo. 30 No habían quitado de sí su anhelo, Aún estaba la comida en su boca, 31 Cuando vino sobre ellos el furor de Dios, E hizo morir a los más robustos de ellos, Y derribó a los escogidos de Israel. 32 Con todo esto, pecaron aún, Y no dieron crédito a sus maravillas. 33 Por tanto, consumió sus días en vanidad, Y sus años en tribulación. 34 Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios; Entonces se volvían solícitos en busca suya, 35 Y se acordaban de que Dios era su refugio, Y el Dios Altísimo su redentor. 36 Pero le lisonjeaban con su boca, Y con su lengua le mentían; 37 Pues sus corazones no eran rectos con él, Ni estuvieron firmes en su pacto. 38 Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía; Y apartó muchas veces su ira, Y no despertó todo su enojo. 39 Se acordó de que eran carne, Soplo que va y no vuelve. 40 ¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, Lo enojaron en el yermo! 41 Y volvían, y tentaban a Dios, Y provocaban al Santo de Israel. 42 No se acordaron de su mano, Del día que los redimió de la angustia; 43 Cuando puso en Egipto sus señales, Y sus maravillas en el campo de Zoán; 44 Y volvió sus ríos en sangre, Y sus corrientes, para que no bebiesen. 45 Envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban, Y ranas que los destruían. 46 Dio también a la oruga sus frutos, Y sus labores a la langosta. 47 Sus viñas destruyó con granizo, Y sus higuerales con escarcha; 48 Entregó al pedrisco sus bestias, Y sus ganados a los rayos. 49 Envió sobre ellos el ardor de su ira; Enojo, indignación y angustia, Un ejército de ángeles destructores. 50 Dispuso camino a su furor; No eximió la vida de ellos de la muerte, Sino que entregó su vida a la mortandad. 51 Hizo morir a todo primogénito en Egipto, Las primicias de su fuerza en las tiendas de Cam. 52 Hizo salir a su pueblo como ovejas, Y los llevó por el desierto como un rebaño. 53 Los guio con seguridad, de modo que no tuvieran temor; Y el mar cubrió a sus enemigos. 54 Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, A este monte que ganó su mano derecha. 55 Echó las naciones de delante de ellos; Con cuerdas repartió sus tierras en heredad, E hizo habitar en sus moradas a las tribus de Israel. 56 Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo, Y no guardaron sus testimonios; 57 Sino que se volvieron y se rebelaron como sus padres; Se volvieron como arco engañoso. 58 Le enojaron con sus lugares altos, Y le provocaron a celo con sus imágenes de talla. 59 Lo oyó Dios y se enojó, Y en gran manera aborreció a Israel. 60 Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, La tienda en que habitó entre los hombres, 61 Y entregó a cautiverio su poderío, Y su gloria en mano del enemigo. 62 Entregó también su pueblo a la espada, Y se irritó contra su heredad. 63 El fuego devoró a sus jóvenes, Y sus vírgenes no fueron loadas en cantos nupciales. 64 Sus sacerdotes cayeron a espada, Y sus viudas no hicieron lamentación. 65 Entonces despertó el Señor como quien duerme, Como un valiente que grita excitado del vino, 66 E hirió a sus enemigos por detrás; Les dio perpetua afrenta. 67 Desechó la tienda de José, Y no escogió la tribu de Efraín, 68 Sino que escogió la tribu de Judá, El monte de Sion, al cual amó. 69 Edificó su santuario a manera de eminencia, Como la tierra que cimentó para siempre. 70 Eligió a David su siervo, Y lo tomó de las majadas de las ovejas; 71 De tras las paridas lo trajo, Para que apacentase a Jacob su pueblo, Y a Israel su heredad. 72 Y los apacentó conforme a la integridad de su corazón, Los pastoreó con la pericia de sus manos.
Las reseñas del pasado de Israel ponen de relieve la fidelidad de Dios y la infidelidad de Israel. También deben enseñar a las generaciones venideras a no repetir los errores de sus antepasados, sino a confiar en Dios y permanecer fieles a su alianza. El salmista utiliza la historia como una parábola (Sal. 78:2), lo que significa que el pueblo debe meditar profundamente en el mensaje del salmo y buscar su significado por sí mismo. Salmo 78:2 es una descripción profética del método de Jesús de enseñar en parábolas (Mat. 13:34, 35).
Este salmo también considera la época del Éxodo (Sal. 78:9-54), el establecimiento en Canaán (Sal. 78:55-64) y la época de David (Sal. 78:65-72). Muestra las gloriosas hazañas del Señor y las consecuencias de la ruptura del pacto con Dios por parte del pueblo. La historia de Israel relata muchas formas de deslealtad del pueblo hacia Dios, especialmente su idolatría (Sal. 78:58).
Sin embargo, el salmista subraya la raíz de la infidelidad de Israel: olvidó lo que Dios había hecho por él, no confió en Dios, puso a Dios a prueba (Sal. 78:18, 41, 56) y se rebeló contra él; y no guardó su Ley, su Pacto ni sus testimonios (Sal. 78:10, 37, 56). Al subrayar estas formas concretas de deslealtad, el salmista da a entender que el rechazo de Israel en la historia se ha debido a un pecado esencial: la falta de confianza del pueblo en el Señor (Sal. 78:7, 8).
Al leer el salmo, nos sobrecogemos ante la constante obstinación y ceguera espiritual del pueblo, en contraste con la paciencia y la gracia ilimitadas del Señor. ¿Cómo es posible que cada nueva generación fuera tan lenta en aprender?
Antes de juzgar excesivamente a las generaciones pasadas, deberíamos pensar en nosotros mismos. ¿No somos también nosotros olvidadizos de las maravillas pasadas de Dios y negligentes con sus exigencias pactadas? El salmo no anima a la gente a confiar en sus propias obras. Al contrario, Salmo 78 muestra la futilidad de la voluntad humana, a menos que esté cimentada en el reconocimiento constante de la fidelidad de Dios y en la aceptación de su gracia. Las batallas infructuosas del pueblo de Dios (Sal. 78:9, 62-64) esclarecen la lección del salmo de que los esfuerzos humanos sin fidelidad a Dios están condenados al fracaso.
¿Qué lecciones has aprendido, o deberías haber aprendido, de tus errores pasados?
Comentarios Elena G.W
La Palabra de Dios debiera ser nuestra consejera, y debiera guiarnos en nuestra experiencia. Las lecciones de la historia del Antiguo Testamento, si se las estudia con fidelidad, nos mostrarán cómo se puede lograr esto. Cristo, envuelto en una columna de nube de día y en una columna de fuego de noche, era el Guía y la Luz de los hijos de Israel mientras peregrinaban por el desierto. Tenían un Guía infalible.
Mediante todas sus vicisitudes, Dios estaba enseñándoles a obedecer a su Guía celestial, y a que tuvieran fe en su poder libertador. Su liberación de las aflicciones de Egipto, y su paso a través del Mar Rojo, les manifestaron su poder para salvar. Cuando se revelaban contra él y desobedecían su voluntad, Dios los castigaba. Cuando persistían en su rebelión y se decidían a seguir su propio camino, Dios les daba lo que pedían, y de esa manera les mostraba que cuando los privaba de algo era para su propio bien. Todo juicio que les sobrevino como resultado de sus murmuraciones era una lección para esa vasta multitud que el pesar y el sufrimiento son siempre el resultado de la transgresión de las leyes de Dios (Cada día con Dios, p. 252).
Dice el salmista: «Pues tentaron a Dios en su corazón, pidiendo comida a su gusto. Y hablaron contra Dios, diciendo: ¿Podrá poner mesa en el desierto? He aquí ha herido la peña, y corrieron aguas, y arroyos salieron ondeando: ¿podrá también dar pan? ¿aparejará carne a su pueblo? Por tanto oyó Jehová, e indignóse». Salmo 78:18-21. Las murmuraciones y las asonadas habían sido frecuentes durante el trayecto del mar Rojo al Sinaí, pero porque se compadecía de su ignorancia y su ceguedad Dios no castigó el pecado de ellos con sus juicios. Pero desde entonces se les había revelado en Horeb. Habían recibido mucha luz, pues habían visto la majestad, el poder y la misericordia de Dios; y por su incredulidad y descontento incurrieron en gran culpabilidad. Además, habían pactado aceptar a Jehová como su rey y obedecer su autoridad. Sus murmuraciones eran ahora rebelión, y como tal habían de recibir pronto y señalado castigo, si se quería preservar a Israel de la anarquía y la ruina. «Enardecióse su furor, y encendióse en ellos fuego de Jehová y consumió el un cabo del campo». Véase Números 11. Los más culpables de los quejosos quedaron muertos, fulminados por el rayo de la nube (Historia de los patriarcas y profetas, p. 397).
Las repetidas murmuraciones de los israelitas, y las manifestaciones de la ira de Dios por causa de sus transgresiones, aparecen registradas en la historia sagrada en beneficio del pueblo de Dios que habría de vivir después sobre la tierra, pero muy especialmente para que constituyeran una advertencia para los que vivieran cerca del fin del tiempo. Incluso sus actos de devoción, la energía y la generosidad manifestada al traer sus ofrendas voluntarias a Moisés aparecen registrados en beneficio del pueblo del Señor. Su ejemplo al preparar con tanta alegría los materiales para el tabernáculo son un ejemplo para todos los que verdaderamente aman y adoran al Altísimo (La historia de la redención, pp. 155, 156).