Sábado 2 de marzo – LECCIONES DEL PASADO

LECCIONES DEL PASADO “Lo que hemos oído y entendido, que nuestros padres nos contaron. No las ocultaremos a sus hijos,…

 Sábado 2 de marzo – LECCIONES DEL PASADO

LECCIONES DEL PASADO

“Lo que hemos oído y entendido, que nuestros padres nos contaron. No las ocultaremos a sus hijos, contaremos a la generación venidera las alabanzas del Señor, su fortaleza y las maravillas que hizo” (Sal. 78:3, 4).

Sábado: 2 de marzo

LECCIONES DEL PASADO

En numerosos salmos, la alabanza adopta la dinámica de narrar los poderosos actos de salvación del Señor. Estos salmos suelen llamarse “salmos de la historia de la salvación”, o “salmos históricos”. Algunos apelan al pueblo de Dios, al pedirle que aprenda de su historia; en particular, de sus errores y de los de sus antepasados. Ciertos salmos históricos contienen una nota predominante de himnos que destacan los maravillosos hechos de Dios en el pasado en favor de su pueblo y que fortalecen su confianza en el Señor, quien es capaz y fiel para librarlos de sus dificultades presentes.

El atractivo especial de los salmos históricos es que nos ayudan a ver nuestra vida como parte de la historia del pueblo de Dios y a reclamar ese pasado como propio. Como hemos sido adoptados en la familia del pueblo histórico de Dios por medio de Cristo (Rom. 8:15; 9:24-26; Gál. 4:6, 7), la herencia histórica del antiguo pueblo de Israel es, de hecho, el relato de nuestra ascendencia espiritual. Por lo tanto, podemos y debemos aprender de su pasado, que también es el nuestro.

El objetivo final es comprender que cada generación del pueblo de Dios desempeña un papel pequeño pero significativo en el gran despliegue histórico de los propósitos soberanos de Dios en el Gran Conflicto.

Comentarios Elena G.W

Un estudio de la historia de los hijos de Israel nos ayudará a aprender lecciones que nos evitarán repetir los errores que mancillaron su registro. El Señor libró maravillosamente a ese pueblo de la esclavitud a que lo había sometido un rey opresor, y él mismo se hizo cargo de su vasto ejército. Los guio mediante una columna de nube de día, y una columna de nube de noche; y esa nube envolvía su propia presencia. Les proporcionó alimento en el desierto y comieron pan de ángeles…

Poco después que Israel hubo levantado su campamento en el Sinaí, Moisés recibió la invitación de ascender la montaña para encontrarse con Dios. Subió solo la inclinada y áspera ladera y se acercó a la nube que señalaba la presencia de Jehová. Israel debía entrar ahora en una relación íntima y peculiar con el Altísimo. Debía ponerse como nación bajo el gobierno especial de Dios (Cada día con Dios, p. 235).

Debiéramos meditar en las Escrituras, pensando seria y sinceramente en las cosas que atañen a nuestra salvación eterna. La infinita misericordia, el amor de Jesús y el sacrificio hecho por nosotros, exigen una seria y solemne reflexión. Debiéramos espaciarnos en el carácter de nuestro querido Redentor e Intercesor. Debiéramos procurar comprender el significado del plan de salvación y meditar en la misión de Aquel que vino para salvar a su pueblo de sus pecados.

Nuestra fe y amor se fortalecerán mediante la contemplación de los temas celestiales. Nuestras oraciones serán más aceptables a Dios porque estarán más mezcladas con fe y amor. Serán más inteligentes y fervorosas. Habrá una confianza más constante en Jesús, y tendremos una experiencia diaria y viva de la voluntad y el poder de Cristo para salvar a todos los que acuden a Dios mediante él (Mente carácter y personalidad, t. 2, p. 762).

En los anales de la historia humana, el desarrollo de las naciones, el nacimiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y las proezas de los hombres; y en cierta medida los acontecimientos se dirían determinados por el poder, la ambición y los caprichos de ellos. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo, y encima, detrás y a través de todo el juego y contrajuego de los humanos intereses, poder y pasiones, contemplamos a los agentes del que es todo misericordioso, que cumplen silenciosa y pacientemente los designios y la voluntad de él.

En palabras de incomparable belleza y ternura, el apóstol Pablo presentó a los sabios de Atenas el propósito que Dios había tenido en la creación y distribución de las razas y naciones. Declaró el apóstol: «El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de la habitación de ellos; para que buscasen a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen». Hechos 17:24-27 (Profetas y reyes, p. 366).

Elena G.W

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