David, en su prosperidad, no conservó esa humildad de carácter y confianza en Dios que
caracterizó la primera parte de su vida. Contempló con orgullo las mejorías al reino, y contrastó
su condición entonces próspera con su escaso número y poca fuerza cuando él ascendió al trono,
atribuyéndose la gloria. Complació sus sentimientos ambiciosos al ceder a las tentaciones del
diablo de enumerar a Israel, para poder comparar su debilidad anterior con su estado ahora
próspero bajo su propio gobierno. Esto era desagradable para Dios, y contrario a su mandato
expreso. Llevaría a Israel a confiar en su fuerza numérica, en vez de confiar en el Dios vivo
David ya estaba convencido de que había cometido un gran pecado contra Dios antes de que
terminara completamente la tarea de censar a Israel. Vio su error, y se humilló ante Dios
confesando su gran pecado de contar neciamente al pueblo. Pero su arrepentimiento fue demasiado
tardío. El Señor ya había impartido a su fiel profeta la orden de dar un mensaje a David y ofrecerle
que escogiera el castigo por su transgresión. David todavía demostró que tenía confianza en Dios.
Eligió caer en las manos de un Dios misericordioso antes que ser dejado al cruel arbitrio de
hombres perversos (Spiritual Gifts, t. 4a, p. 92; parcialmente en Comentarios de Elena G. de White
en el Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1145).
Por su propio ejemplo el Salvador ha demostrado que sus seguidores pueden estar en el mundo y
con todo, no ser del mundo. No vino para participar de sus ilusorios placeres, para dejarse influir
por sus costumbres y seguir sus prácticas, sino para hacer la voluntad de su Padre, para buscar y
salvar a los perdidos. Con este propósito, el cristiano puede permanecer sin contaminación en
cualquier circunstancia. No importa su situación o condición, sea exaltada o humilde, manifestará
el poder de la religión verdadera en el fiel cumplimiento del deber.
No es fuera de la prueba, sino en medio de ella, donde se desarrolla el carácter cristiano. Expuestos
a las contrariedades y la oposición, los seguidores de Cristo son inducidos a ejercer mayor
vigilancia y a orar más fervientemente al poderoso Auxiliador. Las duras pruebas soportadas por
la gracia de Dios, desarrollan paciencia, vigilancia, fortaleza y profunda y permanente confianza
en Dios. Este es el triunfo de la fe cristiana que habilita a sus seguidores a sufrir y a ser fuertes; a
someterse y así conquistar; a ser muertos todo el día y sin embargo vivir; a soportar la cruz y así
ganar la corona de gloria (Los hechos de los apóstoles, p. 373).
Si os allegáis a Dios para obtener ayuda y sabiduría, él no frustrará nunca vuestra fe...
Puede argüirse que el Señor da sabiduría especial a aquellos a quienes han sido confiadas
responsabilidades importantes. Es cierto que, si andan humildemente con él, les dará ayuda para
su obra; y os la dará para la vuestra, si la buscáis con el mismo espíritu. Si el Señor, en su
providencia, os ha impuesto importantes responsabilidades, os hará idóneos para llevarlas, si
acudís a él con fe a fin de obtener fuerza para cumplirlas. Cuando pongáis vuestra confianza en él
y dependáis de su consejo, él no os abandonará a vuestro juicio finito para que hagáis planes
imperfectos y fracaséis (Obreros evangélicos, p. 432).