Martes 14 de marzo – CÓMO ADMINISTRARSE EN TIEMPOS DIFÍCILES

CÓMO ADMINISTRARSE EN TIEMPOS DIFÍCILES “Ofrece a Dios sacrificios de alabanza, y paga tus votos al Altísimo, e invócame en…

 Martes 14 de marzo – CÓMO ADMINISTRARSE EN TIEMPOS DIFÍCILES

CÓMO ADMINISTRARSE EN TIEMPOS DIFÍCILES

“Ofrece a Dios sacrificios de alabanza, y paga tus votos al Altísimo, e invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Sal. 50:14, 15).

Martes: 14 de Marzo

¿ES HORA DE SIMPLIFICAR?

¿Qué debemos hacer los cristianos adventistas del séptimo día en respuesta a los tiempos difíciles? ¿Atrincherarnos en un “modo supervivencia”? No, en realidad, todo lo contrario. Porque sabemos que el fin del mundo y la segunda venida de Cristo están cerca, queremos usar nuestros bienes para contar a otros las buenas nuevas del evangelio y lo que Dios ha preparado para aquellos que lo aman. Entendemos que algún día, pronto, todo en esta Tierra se consumirá.

Lee 2 Pedro 3:3 al 12. ¿Qué nos está comunicando Pedro con estas palabras?

Entendemos, por la Palabra de Dios, que el Señor no está enviando camiones de mudanza para llevar nuestras pertenencias al cielo. Todo se quemará en la conflagración final, cuando todos los rastros de pecado y maldad, excepto las cicatrices en las manos de Cristo, serán destruidos para siempre.

Entonces, ¿qué debemos hacer con nuestras posesiones? “Ahora es cuando nuestros hermanos debieran estar reduciendo sus propiedades en vez de aumentarlas. Estamos por trasladarnos a una patria mejor, a saber, la celestial. No seamos, pues, moradores de la Tierra, sino más bien reduzcamos nuestras cosas a la menor cantidad posible” (CMC 62).

¡Por supuesto, ella escribió esas palabras hace más de un siglo! Pero el principio perdura: el tiempo siempre es corto, porque nuestra vida siempre es corta. ¿Qué son sesenta años, ochenta años o cien años (si tienes buenos genes y buenos hábitos de salud) en contraste con la Eternidad? Tu vida puede terminar antes de que termines de leer la lección de esta semana, y lo siguiente que advertirás es la segunda venida de Jesús. (¡Eso sí que es rápido, después de todo!, ¿no?)

Como cristianos adventistas del séptimo día, debemos vivir siempre a la luz de la Eternidad. Sí, desde luego, tenemos que esforzarnos para costear nuestras necesidades y las de nuestra familia; y si hemos sido bendecidos con riquezas, no hay nada de malo en disfrutarlas ahora, con tal de que no nos volvamos codiciosos y de que seamos generosos con los necesitados. Sin embargo, siempre debemos recordar que todo lo que acumulamos aquí es transitorio, fugaz, y si no tenemos cuidado, tiene el potencial de corrompernos espiritualmente.

 

Si supieras que Jesús vendrá dentro de diez años, ¿cómo cambiarías tu vida? ¿O en cinco años? ¿O en tres?

Comentarios Elena G.W

Los hombres están postergando la venida del Señor. Se burlan de las amonestaciones. Orgullosamente se jactan diciendo: "Todas las cosas permanecen así como desde el principio". 2 Pedro 3:4. En el mundo todo es agitación. Las señales de los tiempos son alarmantes. Los acontecimientos venideros proyectan ya sus sombras delante de sí. El Espíritu de Dios se está retirando de la tierra, y una calamidad sigue a otra por tierra y mar. Hay tempestades, terremotos, incendios, inundaciones, homicidios de toda magnitud. ¿Quién puede leer lo futuro? ¿Dónde hay seguridad? Solemnemente llegan hasta nosotros, a través de los siglos, las palabras amonestadoras de nuestro Señor desde el monte de las Olivas: "Mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y de los cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día". "Velad pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que han de venir y de estar en pie delante del Hijo del hombre" (El Deseado de todas las gentes, 590, 591). Las obligaciones que descansan sobre nosotros no son insignificantes. Nuestro sentido de dependencia nos debe acercar a Dios; nuestro concepto del deber que debemos llevar a cabo nos debe inducir a esforzarnos, combinando nuestros esfuerzos con ferviente oración, con obras, con fe y con oración constante. ¡Poder! ¡Poder! ¡Nuestro gran clamor consiste en solicitar poder sin medida! Nos espera. Solo tenemos que obtenerlo, confiar en la Palabra de Dios, obrar por fe, confiar firmemente en las promesas y luchar para obtener los dones de la gracia de Dios. La erudición no es esencial, el genio no es necesario, la elocuencia puede faltar, pero Dios escucha las oraciones del corazón humilde y contrito, y cuando él escucha no hay obstáculos que puedan impedir la marcha. El poder de Dios nos hará eficientes (Cada día con Dios, p. 185). ¿Creemos con todo nuestro corazón que Cristo va a venir pronto y que tenemos ahora el último mensaje de misericordia que haya de ser dado a un mundo culpable? ¿Es nuestro ejemplo lo que debiera ser? Por nuestra vida y santa conversación, ¿revelamos a los que nos rodean que estamos esperando la gloriosa aparición de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien cambiará estos viles cuerpos y los transformará a semejanza de su glorioso cuerpo? Temo que no creamos ni comprendamos estas cosas como debiéramos... Los ángeles están velando sobre nosotros y nos guardan; pero a menudo los agraviamos participando en conversaciones triviales, en bromas, y también descendiendo a una negligente condición de estupor. Aunque de vez en cuando hagamos un esfuerzo para obtener la victoria, y la obtengamos, no obstante, si no la conservamos y, volviendo a la condición anterior de descuido e indiferencia, nos demostramos incapaces de hacer frente a las tentaciones y de resistir al enemigo, no soportamos la prueba de nuestra fe que es más preciosa que el oro. No estamos sufriendo por Cristo, ni nos gloriamos en la tribulación Hay una gran falta de fortaleza cristiana y no se sirve a Dios por principio. No debemos procurar agradar al yo, sino honrar y glorificar a Dios, y en todo lo que hagamos y digamos procurar sinceramente su gloria (Primeros escritos, pp. 1 11, 112).

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