Sábado 9 de marzo – EL ANHELO DE DIOS EN SION

EL ANHELO DE DIOS EN SION “Anhelo y ardientemente deseo los atrios del Señor. Mi corazón y mi carne cantan…

 Sábado 9 de marzo – EL ANHELO DE DIOS EN SION

EL ANHELO DE DIOS EN SION

“Anhelo y ardientemente deseo los atrios del Señor. Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo” (Sal. 84:2).

Sábado: 9 de marzo

EL ANHELO DE DIOS EN SION

Los cantos de Sion son himnos alegres que magnifican la belleza de Sion y la soberanía del Señor, quien reina desde su monte santo. Estos salmos a menudo alaban los méritos de la casa del Señor y expresan un amor por el Santuario que se encuentra también en otros salmos. Muchos de estos salmos fueron compuestos por los hijos de Coré, quienes experimentaron de primera mano la bendición de la casa del Señor como músicos del Templo (1 Crón. 6:3138) y como guardianes de las puertas del Templo (1 Crón. 9:19).

¿Qué hace que Sion sea fuente de esperanza y alegría? Sion representaba la viva presencia de Dios entre su pueblo. Así como el pueblo de Israel es el pueblo elegido de Dios (Deut. 7:6), Sion es el monte elegido de Dios (Sal. 78:68; 87:2). Dios reina desde Sion (Sal. 99:1, 2) y fundó su Templo también en Sion (Sal. 87:1). Así pues, Sion es un lugar de bendiciones y de refugio divinos. A menudo se hace referencia a Sion en paralelo (o incluso en forma indistinta) con Jerusalén y el Santuario, el centro de la obra de salvación de Dios para el mundo antiguo.

Las bendiciones de Sion desbordan hasta los confines de la Tierra, porque la Persona y la gracia del Señor superan los límites de cualquier lugar santo. Sion es el gozo de toda la Tierra (Sal. 48:2), y proclama que toda la Tierra pertenece a Dios.

Comentarios Elena G.W

Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Salmo 84:2…

El corazón del hombre puede ser la morada del Espíritu Santo. La paz de Cristo que sobrepuja todo entendimiento puede descansar sobre vuestra alma, y el poder transformador de su gracia puede obrar en vuestra vida, preparándoos para las cortes de gloria…

Si vuestro ojo está fijo en el blanco, si está dirigido hacia el cielo, la luz celestial llenará vuestra alma, y las cosas terrenales parecerán insignificantes e insípidas. Los propósitos del corazón cambiarán y las admoniciones de Jesús serán atendidas… Vuestros pensamientos se dirigirán a la gran recompensa de la eternidad. Todos vuestros planes se harán con respecto a la vida futura e inmortal (La maravillosa gracia de Dios, p. 251).

El templo de Dios está abierto en el cielo, y su umbral está inundado por la gloria destinada para cada iglesia que ama a Dios y guarda sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar. Entonces tendremos visión espiritual para discernir las cortes interiores del templo celestial. Captaremos los temas de los cantos y las acciones de gracias del coro celestial que rodea el trono. Cuando Sion se levante y brille, su luz será más penetrante, y preciosos cantos de alabanza y agradecimiento se escucharán en las reuniones de los santos. Dejarán de escucharse las murmuraciones, las quejas y los lamentos por pequeños chascos y dificultades. Al aplicarnos el colirio celestial contemplaremos la gloria que se extiende más allá. La fe irrumpirá en la sombra infernal de Satanás, y veremos a nuestro Abogado que ofrece el incienso de sus propios méritos en nuestro favor (A fin de conocerle, p. 275).

En el Santuario del tabernáculo construido en el desierto y en el del templo, que eran símbolos terrenales de la morada de Dios, había un lugar sagrado para su presencia. El velo adornado de querubines a su entrada solo debía ser alzado por una mano. Alzar aquel velo, y entrar sin invitación en el sagrado misterio del Lugar Santísimo, acarreaba la muerte, pues sobre el propiciatorio descansaba la gloria del Santo de los santos, a la que nadie podía mirar y sobrevivir. En el único día del año señalado para el desempeño de su ministerio en el Lugar Santísimo, el sumo sacerdote penetraba en él temblando ante la presencia de Dios, mientras que nubes de incienso velaban la gloria ante sus ojos. En todos los atrios del templo se acallaba todo rumor. Ningún sacerdote actuaba en los altares. Los adoradores, inclinados en silencioso temor, dirigían sus peticiones en demanda de misericordia divina…

«Jehová está en su santo templo:

calle delante de él toda la tierra».

«Jehová reinó, temblarán los pueblos:

él está sentado sobre los querubines, conmoverse la tierra.

Jehová en Sion es grande,

y ensalzado sobre todos los pueblos.

Alaben tu nombre grande y tremendo: él es santo»

(El ministerio de curación, p. 344).

Elena G.W

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