- febrero 23, 2025
Domingo 23 de febrero – UN ENEMIGO HIZO ESTO – EL CONFLICTO CÓSMICO
EL CONFLICTO CÓSMICO “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te…

EL CONFLICTO CÓSMICO

“Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón” (Gén. 3: 15).
Domingo: 23 de febrero
UN ENEMIGO HIZO ESTO
Lee Mateo 13: 24 al 27. ¿Cómo nos ayuda esa parábola a entender la existencia del mal en nuestro mundo?
Mateo 13: 24-27
24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
Jesús cuenta la historia de un agricultor que siembra solo semillas buenas en su campo. Sin embargo, la cizaña brota entre el trigo. Al ver esto, los criados del propietario le preguntan: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?” (Mat. 13: 27). Esto se asemeja a la pregunta que se oye a menudo acerca del problema del mal: Si el mundo era perfecto cuando salió de las manos de Dios, ¿por qué hay maldad en él?
Lee Mateo 13: 28 al 30 a la luz de la explicación de Cristo en Mateo 13: 37 al 40. ¿Cómo ilumina esto la naturaleza del Conflicto Cósmico?
Mateo 13: 28-30
28 Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? 29 Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.
Mateo 13: 37-40
37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. 40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo.
El amo responde a la pregunta de su criado: “Un enemigo ha hecho esto” (Mat. 13: 28). Más adelante, Jesús identifica al “que siembra la buena semilla” como “el Hijo del hombre”, que es el propio Jesús (Mat. 13: 37), y explica que “el campo es el mundo” (Mat. 13: 38), y que el “enemigo” que sembró la cizaña es “el diablo” (Mat. 13: 39), describiendo explícitamente un conflicto cósmico entre Cristo y Satanás. ¿Por qué existe el mal en el mundo? El mal es el resultado del enemigo (el Diablo) que se opone al amo. “Un enemigo ha hecho esto” (Mat. 13: 28).
Esta respuesta, sin embargo, provoca la siguiente pregunta: “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?”. En otras palabras, ¿por qué no desarraigar el mal inmediatamente? El amo dijo entonces: “No, porque al arrancar la cizaña podrían también arrancar el trigo. Dejen que crezcan lo uno y lo otro hasta la cosecha. Cuando llegue el momento de cosechar, yo les diré a los segadores que recojan primero la cizaña y la aten en manojos, para quemarla, y que después guarden el trigo en mi granero” (Mat. 13: 29, 30, RVC; compara con Mar. 4: 29). Según la parábola, Dios acabará finalmente con el mal, pero desarraigarlo antes de tiempo provocaría daños colaterales irreversibles que perjudicarían al bien.
¿Cuáles son los riesgos de arrancar ahora la cizaña que está en medio del trigo? Al mismo tiempo, ¿por qué el hecho de no arrancarla no significa que debamos ser indiferentes ante el mal?
Comentarios Elena G.W
La enseñanza de esta parábola queda ilustrada en el propio trato de Dios con los hombres y los ángeles. Satanás es un engañador. Cuando él pecó en el cielo, aun los ángeles leales no discernieron plenamente su carácter. Esta es la razón por la cual Dios no destruyó en el acto a Satanás. Si lo hubiese hecho, los santos ángeles no hubieran percibido la justicia y el amor de Dios. Una duda acerca de la bondad de Dios habría sido una mala semilla productora de amargos frutos de pecado y dolor. Por lo tanto, el autor del mal fue dejado con vida hasta que desarrollase plenamente su carácter. A través de las largas edades, Dios ha soportado la angustia de contemplar la obra del mal, y otorgó el infinito Don del Calvario antes de permitir que alguien fuese engañado por las falsas interpretaciones del maligno; pues la cizaña no podía ser extirpada sin peligro de desarraigar también el grano precioso. ¿Y no seremos nosotros tan tolerantes para con nuestros semejantes como el Señor del cielo y de la tierra lo es con Satanás? (Palabras de vida del gran Maestro, p. 51).
Cristo… no nos ha encomendado la tarea de juzgar el carácter y los motivos. El conoce demasiado bien nuestra naturaleza para confiarnos esta obra a nosotros. Si tratásemos de extirpar de la iglesia a aquellos que suponemos cristianos falsos, cometeríamos seguramente errores. A menudo consideramos sin esperanza a los mismos a quienes Cristo está atrayendo hacia sí. Si tuviéramos nosotros que tratar con estas almas de acuerdo con nuestro juicio imperfecto tal vez ello extinguiría su última esperanza. Muchos que se creen cristianos serán hallados faltos al fin. En el cielo habrá muchos de quienes sus prójimos suponían que nunca entrarían allí. El hombre juzga por la apariencia, pero Dios juzga el corazón. La cizaña y el trigo han de crecer juntamente hasta la cosecha; y la cosecha es el fin del tiempo de gracia.
Existe otra lección en las palabras del Salvador, una lección de maravillosa clemencia y tierno amor. Así como la cizaña tiene sus raíces estrechamente entrelazadas con las del buen grano, los falsos cristianos en la iglesia pueden estar estrechamente unidos con los verdaderos discípulos. El verdadero carácter de estos fingidos creyentes no es plenamente manifiesto. Si se los separase de la iglesia, se haría tropezar a otros que, de no mediar esto, habrían permanecido firmes (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 50, 51).
Debemos cuidarnos de dar rienda suelta a un espíritu de fanatismo e intolerancia. No debemos permanecer apartados de otros, con un espíritu que parece decir: «No te acerques a mí, porque soy más santo que tú». No debemos encerrarnos en nosotros mismos, lejos de nuestros semejantes, sino que debemos tratar de impartirles la preciosa verdad que ha santificado nuestros corazones…
Pero… deberíamos estar firmemente arraigados en la convicción de que en todo lo que en cualquier sentido se desvíe de la verdad y la justicia en nuestra asociación y compañía con los hombres, no nos puede beneficiar y deshonra grandemente a Dios (En los lugares celestiales, p. 312).