Cuando el pastor John Ortberg visitó Etiopía en una época en la que estaba prohibido ser cristiano en ese país, le llamó mucho la atención algo que sucedía en las cárceles. Por causa de la persecución religiosa que predominaba, con cierta frecuencia las autoridades arrestaban a los cristianos, que tenían que pasar una temporada en prisión. Todas las cárceles del país estaban ya sobresaturadas de gente, por lo que no había comida para alimentarlos a todos.
Por esa razón, los presos no creyentes anhelaban que llegara algún cristiano a su prisión, porque cuando un cristiano era encarcelado, los miembros de su iglesia se encargaban de llevarle comida regularmente. De hecho, llevaban más comida de la que una persona podía comer, así que había sobras para compartir. La oración más oída en las cárceles etíopes era: “Dios, envía a un cristiano a esta cárcel”.3
Por supuesto, no hace falta decir que en el mundo hay mucha gente caritativa aparte de los cristianos y que, con frecuencia, los cristianos no estamos a la altura del nivel de caridad que hace falta alrededor nuestro, o incluso del nivel de caridad al que nos llama la Biblia.
Pero qué bendición cuando los seguidores de Jesús logramos marcar la diferencia en nuestro entorno inmediato, porque ese es uno de los llamados más apremiantes que nos hace el evangelio.
Si buscas la palabra “caridad” en el diccionario encontrarás que esta es su primera acepción: “Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno”. Digamos que la caridad va un pasito más allá de la compasión, cuya definición es: “Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”.
Creo que la actitud que tuvo Cristo —siempre sensible al dolor, el sufrimiento y la necesidad humana— fue más allá de los sentimientos y de la identificación; él dio un paso, actuó, hizo algo, en cada ocasión en que se vio frente a un caso de necesidad.
No sé cuál es la necesidad ajena que más abunda a tu alrededor; tal vez sea también visitar las cárceles, o a una familia inmigrante sin recursos, o a una mujer que se está divorciando… Sea cual sea esa necesidad, imitar a Cristo significa pasar a la acción, no quedarse al nivel de la compasión sino ser solidaria y hacer algo. O sea, tener caridad.
“Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron” (Mat. 25:40).