- febrero 1, 2025
Domingo 2 de febrero – AMOR Y JUSTICIA – EL AMOR DE DIOS POR LA JUSTICIA
EL AMOR DE DIOS POR LA JUSTICIA “Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme,…
EL AMOR DE DIOS POR LA JUSTICIA
“Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice Jehová” (Jer. 9: 24).
Domingo: 2 de febrero
AMOR Y JUSTICIA
El amor y la justicia son inseparables a lo largo de las Escrituras. El verdadero amor exige justicia, y la verdadera justicia solo puede regirse y ser impartida sobre la base del amor. No estamos acostumbrados a pensar en estos dos conceptos juntos, pero ello se debe a que tanto el amor como la justicia han sido pervertidos por la humanidad.
Lee Salmo 33: 5; 85: 10; 89: 14; Isaías 61: 8; y Jeremías 9: 24. ¿Cómo iluminan estos textos el amor de Dios y su preocupación por la justicia?
Salmo 33: 5
5 Él ama justicia y juicio; De la misericordia de Jehová está llena la tierra.
Salmos 85: 10
10 La misericordia y la verdad se encontraron;La justicia y la paz se besaron.
Salmos 89: 14
14 Justicia y juicio son el cimiento de tu trono;Misericordia y verdad van delante de tu rostro.
Isaías 61: 8
8 Porque yo Jehová soy amante del derecho, aborrecedor del latrocinio para holocausto; por tanto, afirmaré en verdad su obra, y haré con ellos pacto perpetuo.
Jeremías 9: 24
24 Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.
Estos textos declaran explícitamente que Dios ama la justicia (Sal. 33: 5; Isa. 61: 8). En la Escritura, el amor y la justicia de Dios son inseparables ya que a él le preocupa profundamente que se obre con rectitud en el mundo.
Por eso, los profetas denuncian sistemáticamente todo tipo de injusticia, incluidas las leyes injustas; las transacciones comerciales engañosas; y la injusticia y la opresión en perjuicio de los pobres, las viudas y cualquier persona vulnerable. Aunque los seres humanos cometen muchas maldades e injusticias, Dios es quien constantemente actúa con “misericordia, juicio y justicia” (Jer. 9: 24). En consecuencia, a lo largo de la Escritura, los fieles a Dios anhelan con gran expectación el juicio divino como algo muy bueno, ya que trae consigo el castigo para los malhechores y los opresores, y la justicia y la liberación para las víctimas de la injusticia y la opresión.
El juicio y la justicia son el fundamento del amoroso gobierno de Dios, a diferencia de los gobiernos corruptos de este mundo, que a menudo perpetúan la injusticia para obtener poder y beneficios personales. En Dios, “la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Sal. 85: 10).
A su vez, Dios deja claro lo que espera de nosotros. “Él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6: 8). Es fundamental que reflejemos el amor, la justicia y la misericordia propios del carácter de Dios.
¿Qué ejemplos existen de justicia humana pervertida? ¿Cómo no habríamos de clamar, entonces, para que la justicia perfecta de Dios se haga realidad?
Comentarios Elena G.W
[El Señor] retiene sus juicios para suplicar a los impenitentes. El que ejerce «misericordia, juicio, y justicia en la tierra» (Jeremías 9:24), siente profundos anhelos por sus hijos errantes; y de toda manera posible procura enseñarles el camino de la vida eterna. Había sacado a los israelitas de la servidumbre para que le sirviesen a él, único Dios verdadero y viviente. Aunque durante mucho tiempo se habían extraviado en la idolatría y habían despreciado sus amonestaciones, les declara ahora su buena voluntad para postergar el castigo y para darles otra oportunidad de arrepentirse. Les indica claramente que tan solo mediante una reforma cabal del corazón podía evitarse la ruina inminente. Vana sería la confianza que pusiesen en el templo y sus servicios. Los ritos y las ceremonias no podían expiar el pecado. A pesar de su aserto de ser el pueblo escogido de Dios, únicamente la reforma del corazón y de las prácticas en la vida podía salvarlos del resultado inevitable de la continua transgresión (Profetas y reyes, p. 304).
El amor de Dios ha sido expresado en su justicia no menos que en su misericordia. La justicia es el fundamento de su trono y el fruto de su amor. Había sido el propósito de Satanás divorciar la misericordia de la verdad y la justicia. Procuró demostrar que la justicia de la ley de Dios es enemiga de la paz. Pero Cristo demuestra que en el plan de Dios están indisolublemente unidas; la una no puede existir sin la otra. »La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron». Salmo 85:10.
Por su vida y su muerte, Cristo demostró que la justicia de Dios no destruye su misericordia, que el pecado podía ser perdonado, y que la ley es justa y puede ser obedecida perfectamente. Las acusaciones de Satanás fueron refutadas. Dios había dado al hombre evidencia inequívoca de su amor (El Deseado de todas las gentes, p. 711).
Todo hombre, mujer y niño es propiedad de Dios, y ha sido comprado por precio, incluso con el precio infinito de la preciosa sangre del Hijo de Dios. Dios no tolerará la injusticia del hombre hacia sus semejantes. No pasará por alto la opresión y el mal. Los hombres que ocupan cargos públicos no pueden permitir la práctica de la injusticia y, a la vez, librarse del juicio de Dios. Por el bien de sus propias almas, y por el bien de las almas de los demás, los hombres que ocupan puestos de confianza deben procurar hacer el bien a sus semejantes, en representación del carácter del gran Legislador. «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas». Mateo 7:12…
Toda obra ha de ser sometida a juicio, y toda cosa secreta, sea buena o sea mala, y cada hombre será recompensado según haya sido su obra. Los que practican la injusticia y la opresión menosprecian la autoridad de Dios y declaran mediante sus acciones que no tienen en cuenta la palabra de Cristo, quien compró la redención a un precio infinito (The Review and Herald, 10 de octubre, 1895, «Rule in the Fear of God»).