Domingo 26 de febrero – “GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA”

“GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA” “Y les dijo: ‘¡Cuidado! Guárdense de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en…

 Domingo 26 de febrero – “GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA”

“GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA”

“Y les dijo: ‘¡Cuidado! Guárdense de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee’ ” (Luc. 12:15).

Domingo: 26 de Febrero

¿EL PECADO ORIGINAL DEFINITIVO?

A menudo se plantea la cuestión, y es comprensible, acerca de cómo surgió el pecado en el Universo de Dios. Entendemos cómo, por lo menos en parte. Y en esencia, fue por codicia. Por ende, quizá la codicia sea el pecado original definitivo.

Lee Isaías 14:12 al 14. ¿Qué pistas se dan allí sobre la caída de Lucifer? ¿Qué papel crucial jugó la codicia en esa caída?

“Descontento con su posición, y a pesar de ser el ángel que recibía más honores entre las huestes celestiales, se aventuró a codiciar el homenaje que solo debe darse al Creador. En vez de procurar el ensalzamiento de Dios como supremo en el afecto y la lealtad de todos los seres creados, trató de obtener para sí mismo el servicio y la lealtad de ellos. Y, codiciando la gloria con que el Padre infinito había investido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiraba al poder que solo era un privilegio de Cristo” (PP 13, 14).

Lee Efesios 5:5; y Colosenses 3:5. ¿Con qué equipara Pablo la codicia, y por qué?

Es fascinante notar que dos veces Pablo compara la codicia con la idolatría. La gente practica la idolatría cuando adora, es decir, dedica su vida a algo que no es Dios, algo creado en vez de al Creador (Rom. 1:25). Codiciar, entonces, ¿podría ser desear algo que no deberíamos tener, y desearlo tanto que nuestro deseo por ello (antes que por el Señor) se convierta en el centro de nuestro corazón?
Indudablemente, al principio Lucifer no sabía a dónde lo llevarían sus deseos equivocados. Lo mismo puede ocurrir con nosotros. El mandamiento contra la codicia, el único Mandamiento que se ocupa únicamente de los pensamientos, puede evitar que realicemos actos que también lleven a la violación de otros Mandamientos. (Ver, por ejemplo, 2 Sam. 11.)

Lee 1 Timoteo 6:6 y 7. Centrarnos en lo que Pablo escribe aquí, ¿cómo puede ayudarnos a protegernos de la codicia?

Comentarios Elena G.W

Mientras todos los seres creados reconocieron la lealtad del amor, hubo perfecta armonía en el universo de Dios. Cumplir los designios de su Creador era el gozo de las huestes celestiales. Se deleitaban en reflejar la gloria del Todopoderoso y en alabarle. Y su amor mutuo fue fiel y desinteresado mientras el amor de Dios fue supremo. No había nota discordante que perturbara las armonías celestiales. Pero se produjo un cambio en ese estado de felicidad… Poco a poco Lucifer llegó a albergar el deseo de ensalzarse. Las Escrituras dicen: “Enaltecióse tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu resplandor”. Ezequiel 28:17. “Tú que decías en tu corazón: … Junto a las estrellas de Dios ensalzaré mi solio… y seré semejante al Altísimo”. Isaías 14:13, 14. Aunque toda su gloria procedía de Dios, este poderoso ángel llegó a considerarla como perteneciente a sí mismo. Descontento con el puesto que ocupaba, a pesar de ser el ángel que recibía más honores entre las huestes celestiales, se aventuró a codiciar el homenaje que solo debe darse al Creador. En vez de procurar el ensalzamiento de Dios como supremo en el afecto y la lealtad de todos los seres creados, trató de obtener para sí mismo el servicio y la lealtad de ellos. Y codiciando la gloria con que el Padre infinito había investido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiraba al poder que solo pertenecía a Cristo (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 13, 14). Muchos que pretenden creer en Dios lo niegan con sus obras. Su adoración del dinero, las casas y los terrenos los señalan como idólatras y apóstatas. Todo egoísmo es codicia, y por lo tanto es idolatría. Muchos que han hecho inscribir sus nombres en los libros de la iglesia como creyentes en Dios y en la Biblia, están adorando los bienes que el Señor les ha confiado para que ellos fuesen sus administradores. No se inclinan literalmente ante su riqueza terrenal, pero esta de todos modos es su dios. Son adoradores de Mamón. Honran las cosas de este mundo con un homenaje que pertenece al Creador. El que ve y conoce todas las cosas registra la falsedad de su profesión de piedad. Dios queda excluido del templo del alma de un cristiano mundano, a fin de que la política mundanal tenga abundante lugar. El dinero es su dios. Pertenece a Jehová, pero aquel a quien ha sido confiado rehúsa dejarlo fluir en términos de obras de benevolencia. Si lo hubiese utilizado de acuerdo con el propósito de Dios, el incienso de sus buenas obras habría ascendido al cielo, y de miles de almas convertidas se habrían oído los himnos de alabanza y agradecimiento (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 235). La religión pura proporciona paz, felicidad, contento; la piedad es provechosa para esta vida y la vida venidera. Esa inquietud y descontento que termina en enojo y queja es pecaminosa; pero el descontento con uno mismo que induce a un esfuerzo más ferviente para lograr un aprovechamiento de la mente, para alcanzar un campo más amplio de utilidad es digno de alabanza. Este descontento no termina en disgusto, sino en la reunión de fuerza para alcanzar un campo más extenso y elevado de utilidad. Estad siempre equilibrados únicamente por un principio religioso firme y una conciencia sensible, teniendo siempre el temor de Dios ante vosotros, y ciertamente prosperaréis en vuestra preparación para una vida de utilidad (Nuestra elevada vocación, p. 244).

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *