Lunes 2 de diciembre – CIERTAMENTE, VOLVERÉ – EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA “A Dios nadie lo vio jamás. El Hijo único, que es Dios, que…

 Lunes 2 de diciembre – CIERTAMENTE, VOLVERÉ – EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA

“A Dios nadie lo vio jamás. El Hijo único, que es Dios, que está en el seno del Padre, él lo dio a conocer” (Juan 1:18).

Lunes: 2 de diciembre

CIERTAMENTE, VOLVERÉ

Lee Juan 14:1 al 3. ¿En qué contexto dijo Jesús estas palabras?

 

Juan 14:1-3

1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Al final de Juan 13, Jesús dice que se va (Juan 13:33), lo que hace que Pedro le pregunte adónde (Juan 13:36). Los discípulos no entienden que Jesús está hablando de su muerte, resurrección y ascensión. Pedro dice que está dispuesto a dar la vida por él (Juan 13:37). Entonces, Jesús predice la negación del discípulo (Juan 13:38).

En este contexto, Jesús dice a sus discípulos que no se turben (Juan 14:1). El verbo griego traducido como “turbar” es tarassō, que significa agitar, perturbar, inquietar, confundir. No era de extrañar que los discípulos se sintieran confusos ante las palabras de Jesús acerca de su partida.

Pero, para contrarrestar sus temores, les habla de la casa de su Padre, donde hay muchas habitaciones (no mansiones, sino habitaciones, como en una posada). Él va allí a prepararles un lugar. Sus palabras van más allá de la tormenta de la Cruz, hacia el momento en que regresará para redimir a su pueblo. Está mirando hacia el momento en que toda esta tragedia del pecado termine de una vez por todas (ver Dan. 7:27).

Jesús dice: “Y después que me vaya y les prepare lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, ustedes también estén” (Juan 14:3). Es claramente la promesa de su segunda venida.

¿En qué se basa nuestra confianza en esa promesa? Muchos dirían que en el cumplimiento de la profecía bíblica, y eso es cierto. Pero en Juan 14:3, la base de esa confianza se establece de manera diferente. En el idioma original, la afirmación “vendré” está en tiempo presente (“vengo” o “estoy viniendo”). Este uso del tiempo verbal presente en griego se conoce como “futurista”, y sirve para referirse a un acontecimiento futuro tan cierto que se describe como si ya estuviera ocurriendo. Por lo tanto, una traducción válida de la aseveración de Jesús podría ser: “Les aseguro que volveré”.

La base de nuestra esperanza en el regreso de nuestro Señor no es simplemente el cumplimiento de las profecías bíblicas. Es, además y sobre todo, nuestra confianza en Quien hizo la promesa. Él dijo que ciertamente regresaría por su pueblo. Podemos poner nuestra confianza en esa promesa en virtud de Quien la hizo.

¿Qué nos enseña la Cruz acerca de la certeza del regreso de Cristo? ¿De qué nos serviría la muerte de Jesús sin la Segunda Venida?

Comentarios Elena G.W

Dirigiéndose a ellos con el término cariñoso de «hijitos», dijo: «Aun un poco estoy con vosotros. Me buscaréis; mas, como dije a los Judíos: Donde yo voy, vosotros no podéis venir; así digo a vosotros ahora»

Los discípulos no podían regocijarse cuando oyeron esto. El temor se apoderó de ellos. Se acercaron aun más al Salvador… Obscuros eran los presentimientos que les llenaban el corazón.

Pero las palabras que les dirigía el Salvador estaban llenas de esperanza. El sabía que iban a ser asaltados por el enemigo, y que la astucia de Satanás tiene más éxito contra los que están deprimidos por las dificultades. Por lo tanto, quiso desviar su atención de «las cosas que se ven» a «las que no se ven». 2 Corintios 4:18. Apartó sus pensamientos del destierro terrenal al hogar celestial.

«No se turbe vuestro corazón —dijo—: creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde yo voy; y sabéis el camino» El objeto de la partida de Cristo era lo opuesto de lo que temían los discípulos. No significaba una separación final. Iba a prepararles lugar, a fin de volver aquí mismo a buscarlos. Mientras les estuviese edificando mansiones, ellos habían de edificar un carácter conforme a la semejanza divina (El Deseado de todas las gentes, pp. 617, 618).

Pedro guardaba viva en su corazón la esperanza del regreso de Cristo, y aseguró a la iglesia del infalible cumplimiento de la promesa del Salvador: «Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo». Juan 14:3. Para los atribulados y fieles la venida de Cristo iba a parecer muy demorada, pero el apóstol les aseguró: «El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento» (Los hechos de los apóstoles, p. 427).

Al contemplar a Cristo, nos detenemos en la orilla de un amor inconmensurable. Nos esforzamos por hablar de este amor, pero nos faltan las palabras. Consideramos su vida en la tierra, su sacrificio por nosotros, su obra en el cielo como abogado nuestro, y las mansiones que está preparando para aquellos que le aman; y solo podemos exclamar: ¡Oh! ¡qué altura y profundidad las del amor de Cristo! «En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros, y ha enviado a su Hijo en propiciación por nuestros pecados». «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios». 1 Juan 4: 10; 3:1 (Los hechos de los apóstoles, pp. 268, 269).

Elena G.W

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