Jueves 9 de marzo – LA DEVOLUCIÓN

LA DEVOLUCIÓN Y oí una voz del cielo que dijo: Escribe: ¡Bienaventurados los que de aquí en adelante mueren en…

 Jueves 9 de marzo – LA DEVOLUCIÓN

LA DEVOLUCIÓN

Y oí una voz del cielo que dijo: Escribe: ¡Bienaventurados los que de aquí en adelante mueren en el Señor! Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus fatigas y sus obras les sigan (Apoc. 14:13).

Jueves: 9 de Marzo

EL LEGADO ESPIRITUAL

Aunque es difícil saber cómo habría sido la vida en la Tierra si los seres humanos no hubieran pecado, una cosa podemos saber con certeza: no habría habido acaparamiento, codicia ni pobreza, cosas que han plagado nuestro mundo desde que existen registros históricos. Nuestro sentido de propiedad, de aquello por lo que hemos trabajado (y, si lo hicimos honestamente, es legítimamente nuestro) es, con todo, una manifestación de vida en un mundo caído. Sin embargo, al final, independientemente de cuánto poseamos o no, hay un aspecto importante que siempre debemos recordar.

Lee los siguientes pasajes. ¿Cuál es el aspecto central en todos ellos, y cómo debería impactar en lo que hacemos con cualquier medio material con el que Dios nos haya bendecido? (Sal. 24:1; Heb. 3:4; Sal. 50:10; Gén. 14:19; Col. 1:15–17).

Somos mayordomos y administradores de lo que Dios nos ha confiado; es decir, en última instancia, Dios es el Dueño de todo, y es quien nos da la vida, la existencia y la fuerza para obtener cualquier cosa. Es lógico, entonces, que cuando hayamos terminado con lo que Dios nos ha dado y hayamos cuidado de nuestra familia, le devolvamos el resto.

“Al dar para la obra de Dios, nos estamos haciendo tesoros en el cielo. Todo lo que depositamos arriba está asegurado contra el desastre y la pérdida, y está aumentando en valor eterno y perdurable, [y] se registrará en nuestra cuenta en el Reino de los cielos” (CMC 332).

Hay muchas ventajas en dar ahora, mientras vivimos. Estas son algunas: 

1. El donante realmente puede ver los resultados de la donación: un nuevo edificio de la iglesia, un joven en la universidad, una campaña de evangelización financiada, y otros.

2. El ministerio o la persona puede beneficiarse ahora cuando la necesidad es mayor.

3. No hay peleas entre familiares o amigos después de su muerte.

4. Da un buen ejemplo de valores familiares de generosidad y amor por los demás.

5. Minimiza la consecuencia del impuesto al patrimonio.

6. Garantiza que el donativo se haga a su entidad deseada (sin interferencia de tribunales ni familiares descontentos).

7. Demuestra que el corazón del donante ha sido cambiado del egoísmo al altruismo.

8. Almacena tesoros en el Cielo.

Comentarios Elena G.W

No es correcto que os conforméis con hacer vuestros donativos y legados testamentarios al morir. No podéis determinar ni con el menor grado de certeza que la causa se verá alguna vez beneficiada por ellos. Satanás obra con suma destreza para incitar a los familiares, y busca todo falso pretexto para ganar en favor del mundo lo que fue solemnemente prometido a la causa de Dios. Siempre se recibe una suma menor que la que se prometió en el testamento. Satanás hasta inculca en el corazón de los hombres y mujeres que se opongan a que los familiares hagan lo que quieran en relación con la dotación de su propiedad. Al parecer estiman que todo lo que se dé al Señor representa un robo hecho a los familiares de los finados. Si deseáis que vuestros recursos sean dedicados a la causa, entregadlos, o por lo menos todo lo que realmente no os hace falta para vuestra mantención, mientras vivís. Unos pocos de los hermanos están haciéndolo así y disfrutan de la satisfacción de ser ejecutores de su propio testamento. Por su avaricia, ¿tendrán los hombres que ser privados de la vida para que lo que Dios les ha prestado no permanezca Inservible para siempre? Que ninguno de vosotros atraiga sobre sí el destino del siervo inútil que ocultó bajo tierra el dinero de su Señor (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 144, 145). La primera iglesia cristiana no tuvo los privilegios y oportunidades que nosotros tenemos. Eran un pueblo pobre, pero sentían el poder de la verdad. El blanco que tenían por delante era suficiente para llevarlos a invertirlo todo. Sentían que la salvación o la perdición del mundo dependía de sus medios. Lo entregaron todo, y se mantuvieron listos para ir o venir a las órdenes de su Señor. Nosotros profesamos estar gobernados por los mismos principios, bajo la influencia del mismo espíritu. Pero en vez de darlo -todo mor Cristo, muchos han tomado el lingote de oro, y el codiciable manto babilónico, y los han escondido en el campamento. Si la presencia de un solo Acán bastó para debilitar todo el campamento de Israel, ¿podemos sorprendernos ante el escaso éxito que corona nuestros esfuerzos, ahora que cada iglesia, y casi cada familia, tiene su Acán? Vayamos individualmente a trabajar para estimular a otros por nuestro ejemplo de benevolencia desinteresada. La obra podría haber avanzado con mucho mayor poder, si todos hubieran hecho lo posible por proveer medios para la tesorería (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 146, 147). Muchos cometen una gran equivocación respecto de las cosas de esta vida. Economizan, privándose ellos mismos y a otros, del bien que podrían recibir por el uso correcto de los medios que Dios les ha prestado, y se tornan egoístas y avarientos. Descuidan sus intereses espirituales, y su desarrollo religioso se atrofia; todo por el afán de acumular riquezas que no pueden usar. Dejan su propiedad a sus hijos, y en nueve casos de cada diez es para sus herederos una maldición aun mayor de lo que ha sido para ellos. Los hijos, confiados en las propiedades de sus padres, con frecuencia no alcanzan a tener éxito en esta vida, y generalmente fracasan completamente en lo que respecta a obtener la vida venidera. El mejor legado que los padres pueden dejar a sus hijos es un conocimiento del trabajo útil y el ejemplo de una vida caracterizada por la benevolencia desinteresada. Por una vida tal demuestran el verdadero valor del dinero, que debe ser apreciado únicamente por el bien que realizará al aliviar las necesidades propias y ajenas y al adelantar la causa de Dios (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 439).

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