Domingo 24 de septiembre – SOMOS BENDITOS EN CRISTO

EFESIOS EN EL CORAZÓN “Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino…

 Domingo 24 de septiembre – SOMOS BENDITOS EN CRISTO

EFESIOS EN EL CORAZÓN

“Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe; porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios de antemano preparó para que anduviésemos en ellas” (Efe. 2:8-10).

Domingo: 24 de septiembre

SOMOS BENDITOS EN CRISTO

Alguien ha descrito a Efesios como los Alpes del Nuevo Testamento. Pablo, nuestro guía de montaña, nos lleva a un rápido ascenso en Efesios 1. Rápidamente nos quedamos sin aliento y asombrados por la vista desde la cumbre.

Reflexiona sobre Efesios 1. ¿Qué te inspira especialmente? ¿Qué picos elevados ves?

 

Efesios 1

 

1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, 10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. 11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. 13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria. 15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, 21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero; 22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

Efesios 1:3 al 14 funciona como un mapa en la cima de una montaña que identifica los picos en el horizonte, mientras Pablo nos orienta hacia nuestro lugar bendito en el vasto paisaje del plan de salvación. El escenario cubre el lapso completo de la historia de la salvación, desde la eternidad pasada, pasando por las acciones llenas de gracia de Dios en Cristo, hasta la eternidad futura. La redención de los creyentes refleja iniciativas divinas que se adoptaron “antes de la creación del mundo” (Efe. 1:4), y que ahora se están cumpliendo en nuestra vida (ver Efe. 1:7, 8, 13, 14). Estas estrategias previas a la Creación se cumplirán plenamente en el tiempo del fin (Efe. 1:9, 10). Entonces, “todo lo que está en el Cielo y lo que está en la tierra” se reunirá o se unirá en Cristo, y el plan de Dios para “cuando se cumpliera el tiempo” (NVI) se cumplirá (Efe. 1:10). Entonces, experimentaremos plenamente el misterioso plan de Dios (Efe. 1:9). En el presente, podemos estar seguros de que la salvación cristocéntrica en la que nos encontramos actualmente es una parte importante del amplio plan de Dios para la redención de “todas las cosas” (NVI).

Estar en la cima de una montaña inspira gratitud. En Efesios 1:15 al 19, Pablo da gracias a Dios mientras ora para que los creyentes puedan conocer la salvación que Dios ha preparado para ellos. Encontramos otra subida empinada cuando Pablo nos señala hacia el Cristo resucitado, ascendido y exaltado, que gobierna sobre todo poder imaginable para siempre (Efe. 1:20–23).

¡Por la gracia de Dios expresada en Cristo Jesús, podemos vivir este día en la cima de la montaña!

Efesios 1:4 nos dice que Cristo “nos eligió en él desde antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos y sin culpa ante él en amor”. Piensa en lo que eso significa. ¡Escogidos en él antes de que el mundo existiera! ¿Qué gran esperanza debería darte esto en cuanto al deseo de Dios de que seas salvo?

Comentarios Elena G.W

Se le revelaron al apóstol los peligros que iban a asaltar a la iglesia de Efeso. «Porque yo sé —dijo— que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al ganado; y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí». Pablo temblaba por la iglesia cuando, al pensar en el futuro, veía los ataques que iba a sufrir de enemigos exteriores e interiores. Aconsejó solemnemente a sus hermanos que guardasen vigilantemente su sagrado cometido…

  «Y ahora, hermanos —continuó—, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia: el cual es poderoso para sobreedificar, y daros heredad con todos los santificados…

«Y como hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos. Entonces hubo un gran lloro de todos: y echándose en el cuello de Pablo, le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, que no habían de ver más su rostro. Y le acompañaron al navío» (Los hechos de los apóstoles, pp. 316, 317).

Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor; habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo a sí mismo, según el puro afecto de su voluntad. Efesios 1:4, 5.

En el concilio del cielo se hizo provisión para que los hombres, aunque fueran transgresores, no perecieran en su desobediencia, sino que, mediante la fe en Cristo como su sustituto y garantía, pudieran llegar a ser los elegidos de Dios… Dios quiere que todos los hombres se salven, porque se ha hecho una amplia provisión para pagar el rescate del hombre, mediante su Hijo unigénito. Aquellos que perezcan, perecerán porque rehusarán ser adoptados como hijos de Dios a través de Jesucristo. El orgullo del hombre le impide que acepte la provisión para la salvación. Pero el mérito humano no bastará para admitir un hombre a la presencia de Dios. Lo que hace aceptable a un hombre delante de Dios, es la gracia impartida de Cristo, a través de la fe en su nombre. No se puede colocar ninguna confianza en las obras, ni en los felices vuelos de los sentimientos, como evidencia de que los hombres han sido elegidos por Dios, porque los elegidos lo son a través de Cristo (Nuestra elevada vocación, p. 80).

Nuestra santificación es el objetivo de Dios en todo su trato con nosotros. El nos ha escogido desde la eternidad para que fuéramos santos. Cristo se dio a sí mismo por nuestra redención, para que por nuestra fe en su poder para salvar del pecado pudiéramos ser completos en él. Al darnos su Palabra, él nos ha dado alimento del Cielo…

Desead la plenitud de la gracia de Cristo. Sí, anhelad la justicia. Sentid hambre y sed de justicia». La promesa es: seréis saciados. Estén colmados vuestros corazones de un intenso anhelo de su justicia, cuya obra Dios declara que es paz, y su efecto reposo y seguridad para siempre (Mensajes selectos, t. 3, pp. 230, 231).

Elena G.W

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