Lunes 25 de septiembre – NUESTRA REDENCIÓN TIENE IMPACTO COMUNITARIO

EFESIOS EN EL CORAZÓN “Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino…

 Lunes 25  de septiembre – NUESTRA REDENCIÓN TIENE IMPACTO COMUNITARIO

EFESIOS EN EL CORAZÓN

“Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe; porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, que Dios de antemano preparó para que anduviésemos en ellas” (Efe. 2:8-10).

Lunes: 25 de septiembre

NUESTRA REDENCIÓN TIENE IMPACTO COMUNITARIO

Mientras lees Efesios 2, trata de responder esta pregunta: ¿Qué ha hecho Dios por nosotros mediante su Hijo Jesucristo?

 

Efesios 2

 

1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. 11 Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. 12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. 14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. 17 Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; 18 porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. 19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, 20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, 21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; 22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.

“Pero Dios […]”. Esas dos palabras deben ser las más esperanzadoras para la humanidad. En Efesios 2:1 al 10, Pablo describe el pasado sombrío de su audiencia. Estos creyentes, que compartían la difícil situación de toda la humanidad, se inclinaron hacia la rebelión en contra de Dios, por lo que el pecado y Satanás dominaban sus vidas (Efe. 2:1-3). “Pero Dios, que es rico en misericordia […]”. ¿Y qué hizo Dios por ellos y por nosotros? 1. Él nos dio vida con Cristo: la resurrección de Cristo es la nuestra. 2. Nos elevó con Cristo: la ascensión de Cristo es la nuestra. 3. En el Cielo, nos hizo sentar con Cristo: la coronación de Cristo es la nuestra (Efe. 2:4-7). ¡No somos meros espectadores de los acontecimientos de la vida de Cristo que transforman el cosmos! Dios lleva a cabo estas notables acciones no por ningún mérito en nosotros, sino por su gracia (Efe. 2:8, 9), y pretende que los creyentes vivan en solidaridad con Jesús y practiquen las “buenas obras” (Efe. 2:10).

Si Efesios 2:1 al 10 enseña que vivimos en solidaridad con Jesús, Efesios 2:11 al 22 enseña que vivimos en solidaridad con los demás como parte de su iglesia. La muerte de Jesús tiene beneficios verticales, que restablecen la relación del creyente con Dios (Efe. 2:1–10), y horizontales, que cimentan nuestra relación con los demás (Efe. 2:11–22). Mediante la Cruz, Jesús derriba todo lo que divide a los creyentes gentiles de los judíos, incluyendo el uso indebido de la ley, lo que profundiza el abismo (Efe. 2:11–18). Jesús también construye algo: un asombroso “templo” nuevo compuesto por creyentes. Los gentiles, que en otro tiempo estuvieron excluidos del culto en los lugares santos del Templo, ahora se unen a los creyentes judíos para llegar a ser uno. Nosotros también llegamos a ser parte de la iglesia de Dios, un “templo santo en el Señor” (Efe. 2:19–22).

Por la gracia de Dios, tienes el privilegio de vivir este día en solidaridad con Jesús y con tus hermanos en la fe.

Efesios 2:8 al 10 ha desempeñado un papel en la conversión de muchos. Martín Lutero halló en estos versículos la gracia que conquistó su corazón, y descubrió también algunas declaraciones esenciales de la Reforma: la salvación se obtiene solo por la fe, solo por la gracia, solo por Cristo, y solo para la gloria de Dios. En 1738, 18 días después de experimentar la conversión en la calle Aldersgate de Londres, John Wesley predicó en la Universidad de Oxford, donde presentó “un grito del corazón” y “el manifiesto de un nuevo movimiento”. ¿Su texto? Efesios 2:8. (Ver A. Skevington Wood, “Strangely Warmed: The Wesleys and the Evangelical Awakening”, Christian History [revista], t. 5, Nº 1 [1984].)

Comentarios Elena G.W

Nuestro Señor dice: Bajo la convicción del pecado, recordad que yo morí por vosotros… Cuando vuestro corazón se atemoriza ante la penosa prueba, recordad que vuestro Redentor vive para interceder por vosotros…

Estas son las cosas que nunca hemos de olvidar. El amor de Jesús, con su poder constrictivo, ha de mantenerse fresco en nuestra memoria… No puede haber unión entre nuestras almas y Dios excepto por Cristo. La unión y el amor entre hermanos deben ser cimentados y hechos eternos por el amor de Jesús. Y nada menos que la muerte de Cristo podía hacer eficaz para nosotros este amor. Es únicamente por causa de su muerte por lo que nosotros podemos considerar con gozo su segunda venida. Su sacrificio es el centro de nuestra esperanza. En él debemos fijar nuestra fe (El Deseado de todas las gentes, pp. 614, 615).

La unidad con Cristo establece un vínculo de unión de los unos con los otros. Esta unidad es para el mundo la prueba más convincente de la majestad y la virtud de Cristo, y de su poder para quitar el pecado.

Los poderes de las tinieblas tienen poca ocasión contra los creyentes que se aman mutuamente como Cristo los amó, que rehúsan crear desunión y contienda, que permanecen juntos, que son bondadosos, corteses y compasivos, fomentando la fe que obra por amor y purifica el alma. Debemos poseer el Espíritu de Cristo, o no somos suyos…

Mientras más íntima sea nuestra unión con Cristo, más íntima será nuestra unión con el prójimo (Sons and Daughters of God, p. 286; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 288).

La gracia de Cristo ha de justificar gratuitamente al pecador sin mérito ni pretensión de parte de él. La justificación es el perdón total y completo del pecado. En el momento en que el pecador acepta a Cristo por la fe, es perdonado. La justicia de Cristo le es imputada, y ya no ha de dudar de la gracia perdonadora de Dios…

El pecador no puede depender de sus propias buenas obras como medio de justificación. Debe llegar a la situación de renunciar a todos sus pecados y abrazar una luz tras otra, a medida que brillen sobre su sendero. Simplemente acepta por fe la gratuita y amplia provisión hecha por la sangre de Cristo. Cree las promesas de Dios, que por medio de Cristo son hechas para él santificación y justificación y redención.

Y si sigue a Jesús, caminará humildemente en la luz, gozándose en ella, y difundiéndola a otros. Estando justificado por fe, lleva consigo la alegría al obedecer en toda su vida. La paz con Dios es el resultado de lo que Cristo es para él (Reflejemos a Jesús, p. 70).

Elena G.W

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