Sábado 10 de febrero – TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS “Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones. Porque…

 Sábado 10 de febrero – TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

“Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones. Porque tu amor es grande hasta los cielos, y hasta las nubes tu fidelidad” (Sal. 57:9, 10).

Sábado: 10 de febrero

TU AMOR ES GRANDE HASTA LOS CIELOS

Los salmistas reconocen que son espiritualmente pobres y que no tienen nada bueno para ofrecer a Dios; es decir, que no tienen nada en sí mismos que los recomiende ante el santo Trono de Dios (Sal. 40:17). Entienden que, como todos nosotros, necesitan gracia, la gracia de Dios.

En resumen, necesitan el evangelio.

Los salmos subrayan el hecho de que la gente depende de la misericordia de Dios por completo. Afortunadamente, la misericordia de Dios es eterna, como lo demuestran la Creación de Dios y la historia del pueblo de Dios (Sal. 136). Ante el Dios eterno, la vida humana es tan efímera como la hierba, pero Dios se compadece de los seres humanos y renueva sus fuerzas (Sal. 103:3, 5, 15), y en él tienen la promesa de la eternidad.

El pueblo de Dios se consuela con el hecho de que el Señor es fiel a su Pacto. Las súplicas del pueblo, aunque a veces sean apremiantes, suelen estar llenas de esperanza, porque se dirigen a su compasivo Padre celestial (Sal. 103:1; 68:5; 89:26). Las nuevas experiencias de la gracia y el amor de Dios fortalecen su determinación de adorar y servir a Dios; a nadie ni a nada más.

Comentarios Elena G.W

Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes. Salmo 40:17.

Que no os desanime vuestra gran necesidad. El Salvador de los pecadores, el Amigo de los que no tienen amigo, con una compasión infinitamente mayor de la que tiene una madre tierna por un hijo amado y afligido, nos invita: «Mirad a mí y sed salvos». Isaías 45:22. «Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados». Isaías 53:5.

Existe el peligro de no hacer un asunto personal de las enseñanzas de Cristo, de no recibirlas como si se nos dirigieran personalmente. Jesús se dirige a mí en sus palabras de instrucción. Puedo apropiarme de sus méritos, su muerte, su sangre purificadora, tan plenamente como si no hubiera otro pecador en el mundo por quien hubiera muerto Cristo (A fin de conocerle, p. 282).

Aprenda constantemente de Jesús, aumente siempre su fe y crezca en la gracia y en el conocimiento de la verdad… [E]l Señor es nuestro ayudador y nuestro escudo. Los ángeles de Dios están empeñados en esta obra de proclamar al mundo el mensaje de amonestación. Nosotros mismos nada podemos hacer. Sin el Espíritu del Señor somos tan débiles como el agua. Nuestra fuerza consiste en ocultarnos en Jesús. Sea Cristo el muy amado y señalado entre diez mil (Cada día con Dios, p. 58).

No debes sucumbir al desaliento. El corazón débil será fortalecido; el abatido tendrá esperanza. Dios cuida tiernamente de su pueblo. Sus oídos están abiertos a su clamor. No tengo temores por la causa de Dios. El cuidará de su causa. Nuestro deber es cumplir con nuestra parte, en nuestro lugar, y vivir… con humildad al pie de la cruz y ser fieles, viviendo píamente delante de El. Al hacerlo no seremos avergonzados, sino que nuestras almas confiarán en Dios con santa osadía…

Mi corazón está determinado en su confianza en Dios. Tenemos un Salvador poderoso. Podemos regocijarnos en su rica plenitud. Anhelo ser más devota y consagrada a Dios. Este mundo es demasiado oscuro para mi. Jesús dijo que él iría a prepararnos mansiones, para que donde él esté nosotros también podamos estar. Alabado sea Dios por esto. Mi corazón salta de alegría ante la gozosa perspectiva…

[M]ientras percibimos el maravilloso amor de Dios, no nos quedaremos quietos, sino que ofreceremos a Dios un sacrificio de agradecimiento y haremos canción a su nombre con nuestros corazones y voces. Pongamos nuestros pies sobre la Roca de la eternidad, y allí obtendremos apoyo y consuelo permanentes. Nuestras almas descansarán en Dios con una confianza inconmovible (Reflejemos a Jesús, p. 343).

Elena G.W

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