Martes 24 de octubre – EL ESPÍRITU DE ORACIÓN DE ABRAHAM – COMPARTIR LA MISIÓN DE DIOS

COMPARTIR LA MISIÓN DE DIOS “Un mandamiento nuevo les doy: que se amen unos a otros. Que se amen así…

 Martes 24 de octubre – EL ESPÍRITU DE ORACIÓN DE ABRAHAM – COMPARTIR LA MISIÓN DE DIOS

COMPARTIR LA MISIÓN DE DIOS

“Un mandamiento nuevo les doy: que se amen unos a otros. Que se amen así como yo los he amado. En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros” (Juan 13:34, 35).

Martes: 24 de octubre

EL ESPÍRITU DE ORACIÓN DE ABRAHAM

Lee Génesis 18:23 al 32 y Santiago 5:16. ¿Qué nos enseña esto acerca del poder de la oración intercesora?

 

Génesis 18:23-32

23 Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? 24 Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? 25 Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? 26 Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos. 27 Y Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza. 28 Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco. 29 Y volvió a hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo haré por amor a los cuarenta. 30 Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta. 31 Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte. 32 Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez.

 

Santiago 5:16

16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.

El diálogo entre Abraham y Dios es un tipo, una representación, de la oración intercesora. Este capítulo presenta a Abraham como un intercesor ante Dios por el pueblo de Sodoma y Gomorra. Él suplicaba por ellos, en favor de ellos; es decir, actuaba en cierto modo como un tipo, un símbolo, de Jesús como nuestro Intercesor ante el Padre. Nuestra misión de hoy únicamente tendrá éxito si avanzamos con este tipo de oración.

Abraham había aprendido a amar a los habitantes de Sodoma, Gomorra y las demás ciudades cercanas. Por eso, su oración era honesta y sincera. Ya había luchado contra algunos reyes que habían derrotado a los reyes de Sodoma y Gomorra. Después de la victoria de Abraham, Bera, el rey de Sodoma, vino al encuentro de Abraham con Melquisedec. Bera pidió que su pueblo regresara a sus hogares: “Dame las personas, y toma para ti la hacienda” (Gén. 14:21). Esta es una indicación del amor de este rey por su pueblo. Puesto que una de las grandes características de Abraham era el amor, amó a los reyes de Sodoma y Gomorra, y oró por ellos y por su pueblo. “El amor por las almas a punto de perecer inspiraba las oraciones de Abraham” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 135).

Abraham ejerció humildad y perseverancia en sus oraciones. En cuanto Dios aceptó la primera petición, salvar la ciudad mientras vivieran allí cincuenta justos, él continuó con su intercesión.

Nuestra misión no puede ser exitosa sin oración, la oración intercesora. Después de reunirnos con alguien, después de dar un sermón o un estudio bíblico, debemos orar por aquellos con quienes hemos estado en contacto. Dios está atento a estas oraciones para tocar el corazón de la gente con la que nos hemos relacionado. No son nuestras palabras ni nuestra elocuencia las que convertirán a nuestros amigos o conocidos: es el Espíritu Santo. Por eso, en cualquier misión que estemos llevando a cabo, debemos orar por cada persona de manera individual.

Lee Romanos 8:34 y Hebreos 7:25. ¿Qué nos dicen acerca de lo que Jesús hace por nosotros, y cómo puede esta verdad ayudarnos a entender mejor nuestra propia función como intercesores en favor de los demás?

Comentarios Elena G.W

¿Están progresando ustedes en el conocimiento de la verdad? ¿Tienen una relación viviente con Jesucristo? Abraham la tuvo, y conversó con los ángeles y les pudo pedir un favor…

Nuestra fe y nuestra experiencia carecen del suficiente fervor… Espero que ninguno de ustedes se quede conforme simplemente porque cree en la verdad. Mientras haya un alma que salvar en el mundo, es necesario que acudan a la Fuente de toda luz y todo poder para salvar a esas almas. A ustedes no les importa que su experiencia tenga un molde terrenal y mundano. Hay almas que se pueden salvar o perder, y necesitan asimilar mucho más de Jesús en sus vidas, caracteres y experiencias. Pueden ser de ayuda y bendición mutuas si son fieles donde están, y si sienten que son representantes de Dios en la tierra (Cada día con Dios, p. 93).

Las lecciones de Cristo con respecto a la oración deben ser cuidadosamente consideradas. Hay una ciencia divina en la oración, y la ilustración de Cristo presenta un principio que todos necesitamos comprender. Demuestra lo que es el verdadero espíritu de oración, enseña la necesidad de la perseverancia al presentar a Dios nuestras peticiones, y nos asegura que él está dispuesto a escucharnos y a contestar la oración.

Nuestras oraciones no han de consistir en peticiones egoístas, meramente para nuestro propio beneficio. Hemos de pedir para poder dar. El principio de la vida de Cristo debe ser el principio de nuestra vida… La misma devoción, la misma abnegación, la misma sujeción a las declaraciones de la Palabra de Dios que se manifestaron en Cristo, deben verse en sus siervos. Nuestra misión en el mundo no es servirnos o agradarnos a nosotros mismos. Hemos de glorificar a Dios cooperando con él para salvar a los pecadores. Debemos pedir bendiciones a Dios para poder comunicarlas a los demás. La capacidad de recibir es preservada únicamente impartiendo. No podemos continuar recibiendo tesoros celestiales sin comunicarlos a aquellos que nos rodean (Palabras de vida del gran Maestro, p. 108).

[Cristo] está ahora junto al altar del incienso presentando las oraciones de aquellos que desean su ayuda.

A las almas que se vuelven a él en procura de refugio, Jesús las eleva por encima de las acusaciones y contiendas de las lenguas. Ningún hombre ni ángel malo puede acusar a estas almas. Cristo las une a su propia naturaleza divino-humana. Ellas están de pie junto al gran Expiador del pecado, en la luz que procede del trono de Dios. «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros». Romanos 8:33, 34 (El Deseado de todas las gentes, p. 522).

Elena G.W

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