Martes 30 de abril – ILUMINADO POR EL ESPÍRITU – FE CONTRA TODO PRONÓSTICO

FE CONTRA TODO PRONÓSTICO “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal. 119:11). Martes: 30…

 Martes 30 de abril – ILUMINADO POR EL ESPÍRITU – FE CONTRA TODO PRONÓSTICO

FE CONTRA TODO PRONÓSTICO

“En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal. 119:11).

Martes: 30 de abril

ILUMINADO POR EL ESPÍRITU

Un día, mientras estudiaba en la biblioteca de la Universidad, Martín Lutero llegó a un punto de inflexión en su vida. Descubrió un ejemplar de la Biblia en latín. Con gran deleite, leyó capítulo tras capítulo, versículo tras versículo. Le asombraba la claridad y el poder de la Palabra de Dios. Mientras estudiaba sus páginas detenidamente, el Espíritu Santo iluminó su mente. Sintió la dirección del Espíritu Santo cuando las verdades ensombrecidas por la tradición parecían saltar de las páginas de la Sagrada Escritura. Al describir su primera experiencia con la Biblia, escribió: “¡Oh, que Dios me diera un libro así para mí!”

¿Qué principios podemos extraer de los siguientes pasajes sobre cómo debemos interpretar la Biblia?

 

Juan 14:25-26

25 Os he dicho estas cosas estando con vosotros. 26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

 

Juan 16:13–15

13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14 Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.

 

2 Pedro 1:20-21

20 entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, 21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

Lo excepcional de estos versículos es la seguridad de que el mismo Espíritu Santo que inspiró a los autores de la Biblia nos guía a nosotros cuando leemos las Escrituras. Él es el Intérprete divino de la verdad divina. Lamentablemente, muchos cristianos profesos hoy minimizan el elemento sobrenatural en la Biblia y exageran el elemento humano. Como Satanás ya no nos puede mantener alejados de la Biblia, su mejor alternativa es despojarla de su carácter sobrenatural, convertirla meramente en buena literatura o, peor aún, en una herramienta opresiva de la religión para controlar a las masas.

Los reformadores vieron claramente que el Espíritu Santo (no los sacerdotes, los prelados ni los papas) era el Intérprete infalible de las Escrituras. Hay un interesante intercambio registrado entre John Knox, el reformador escocés, y María, reina de Escocia. “María respondió: ‘Usted interpreta las Escrituras de un modo, y ellos [los maestros católico-romanos] las interpretan de otro; ¿a quién creeré y quién será juez [en este asunto]?’ ”

El reformador contestó: “ ‘Debe creer en Dios, que habla con sencillez en su Palabra; y más de lo que la Palabra le enseñe, no debe creer ni a unos ni a otros. La Palabra de Dios es clara en sí misma; y si parece haber oscuridad en algún lugar, el Espíritu Santo, que nunca se contradice a sí mismo, lo explica con más claridad en otros lugares, de modo que no queda lugar a duda sino para quien decide, obstinadamente, permanecer ignorante’ ” (David Laing, The Collected Works of John Knox, t. 2, pp. 281, 284, citado en Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 293).

Comentarios Elena G.W

Debería enseñarse al estudiante de la Biblia a acercarse a ella con el espíritu del que aprende. Debemos escudriñar sus páginas, no en busca de pruebas que apoyen nuestras opiniones, sino para saber lo que Dios dice.

Sólo se puede obtener un verdadero conocimiento de la Biblia mediante la ayuda del Espíritu que dio la Palabra. Y a fin de obtener ese conocimiento debemos vivir de acuerdo con él. Debemos obedecer todo lo que la Palabra de Dios manda. Podemos reclamar todas sus promesas. Mediante su poder, debemos vivir la vida que ella recomienda. Sólo si se la considera de este modo, se la puede estudiar eficazmente (La educación, p. 189).

Dios entregó a hombres finitos la preparación de su Palabra divinamente inspirada. Esta Palabra, distribuida en dos libros, el Antiguo y el Nuevo Testamentos, es el libro guía para los habitantes de un mundo caído, libro legado a ellos para que, mediante su estudio y la obediencia a sus instrucciones, ninguna alma pierda su camino al cielo.

Los que piensan que pueden simplificar las pretendidas dificultades de las sencillas Escrituras, calibrando con su regla finita lo que es inspirado y lo que no es inspirado, mejor sería que se cubrieran el rostro, como Elías cuando le habló la tenue vocecilla, pues están en la presencia de Dios y de los santos ángeles, que durante siglos han comunicado a los hombres luz y conocimiento, diciéndoles qué hacer y qué no hacer, desplegando delante de ellos escenas de emocionante interés, hito tras hito, en símbolos, representaciones e ilustraciones…

[N]o se ocupe ninguna mente ni mano en criticar la Biblia. Esa es una obra que Satanás se deleita en que alguien la haga, pero no es una obra que el Señor nos ha indicado hacer.

Los hombres debieran dejar que Dios cuide de su propio Libro, de sus oráculos vivientes, como lo ha hecho durante siglos (Mensajes selectos, t. 1, pp. 18-20).

La predicación de la palabra sería inútil sin la continua presencia y ayuda del Espíritu Santo. Este es el único maestro eficaz de la verdad divina. Únicamente cuando la verdad vaya al corazón acompañada por el Espíritu vivificará la conciencia o transformará la vida. Uno podría presentar la letra de la Palabra de Dios, estar familiarizado con todos sus mandamientos y promesas; pero a menos que el Espíritu Santo grabe la verdad, ninguna alma caerá sobre la Roca y será quebrantada. Ningún grado de educación ni ventaja alguna, por grande que sea, puede hacer de uno un conducto de luz sin la cooperación del Espíritu de Dios (El Deseado de todas las gentes, pp. 625, 626).

Elena G.W

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