Miércoles 24 de enero – DEFENSOR Y LIBERTADOR – EL SEÑOR OYE Y SALVA

EL SEÑOR OYE Y SALVA “Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias”…

 Miércoles 24 de enero – DEFENSOR Y LIBERTADOR – EL SEÑOR OYE Y SALVA

EL SEÑOR OYE Y SALVA

“Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Sal. 34:17).

Miércoles: 24 de enero

DEFENSOR Y LIBERTADOR

Lee 1 Corintios 10:1 al 4. ¿Cómo describe Pablo la historia del Éxodo? ¿Qué lección espiritual busca enseñar con ella?

 

1 Corintios 10:1-4

1 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.

 

Lee Salmo 114. ¿Cómo se describe poéticamente aquí la liberación divina del pueblo de Israel de Egipto?

 

Salmo 114

1 Cuando salió Israel de Egipto, La casa de Jacob del pueblo extranjero, Judá vino a ser su santuario, E Israel su señorío. El mar lo vio, y huyó; El Jordán se volvió atrás. Los montes saltaron como carneros, Los collados como corderitos. ¿Qué tuviste, oh mar, que huiste? ¿Y tú, oh Jordán, que te volviste atrás? Oh montes, ¿por qué saltasteis como carneros, Y vosotros, collados, como corderitos? A la presencia de Jehová tiembla la tierra, A la presencia del Dios de Jacob, El cual cambió la peña en estanque de aguas, Y en fuente de aguas la roca.

En Salmo 114 se describe poéticamente la maravillosa liberación de los hijos de Dios de la esclavitud en Egipto. A lo largo de todo el Antiguo Testamento, e incluso en el Nuevo Testamento, la liberación de Egipto es considerada un símbolo del poder de Dios para salvar a su pueblo. Pablo, en estos versículos de Corintios, hace exactamente eso, al considerar toda la historia real como una metáfora, un símbolo de la salvación en Jesucristo.

Salmo 114 también describe la liberación divina mediante la soberanía de Dios como Creador sobre los poderes de la naturaleza, que fue la manera en que salvó a su pueblo en el Éxodo. El mar, el río Jordán, los montes y las colinas representan poéticamente los poderes naturales y los humanos que se oponían a Israel en su camino hacia la Tierra Prometida (Deut. 1:44; Jos. 3:14-17). Sin embargo, Dios es soberano sobre todos ellos.

Por cierto, para muchos de los hijos de Dios de todos los tiempos y los lugares, el camino hacia la Jerusalén celestial está plagado de peligros. Los salmos los animan a mirar más allá de las colinas, hacia el Creador del cielo y de la Tierra (Sal. 121:1).

El espíritu de Salmo 114 queda plasmado en el hecho de que Jesús calmó la tormenta del mar y proclamó que la iglesia no tiene nada que temer porque él ha vencido al mundo (Mat. 8:23-27; Juan 16:33).

Las grandes obras del Señor en favor de su pueblo deberían inspirar a toda la Tierra a temblar ante su presencia (Sal. 114:7). El temblor debe entenderse como reconocimiento y adoración más que como terror (Sal. 96:9; 99:1). Con Dios de su parte, los creyentes no tienen nada que temer.

¿Cuáles son algunos de los peligros espirituales a los que nos enfrentamos como creyentes, y cómo podemos aprender a apoyarnos en el poder del Señor para cuidarnos de no sucumbir a estos peligros, que son tan reales para nosotros ahora como lo fueron para el salmista?

Comentarios Elena G.W

Cuando Jesús fue despertado para hacer frente a la tempestad, se hallaba en perfecta paz. No había en sus palabras ni en su mirada el menor vestigio de temor, porque no había temor en su corazón… Jesús confiaba en el poder del Padre; descansaba en la fe —la fe en el amor y cuidado de Dios—, y el poder de aquella palabra que calmó la tempestad era el poder de Dios.

Así como Jesús reposaba por la fe en el cuidado del Padre, así también hemos de confiar nosotros en el cuidado de nuestro Salvador. Si los discípulos hubiesen confiado en él, habrían sido guardados en paz. Su temor en el tiempo de peligro reveló su incredulidad. En sus esfuerzos por salvarse a sí mismos, se olvidaron de Jesús; y únicamente cuando desesperando de lo que podían hacer, se volvieron a él, pudo ayudarles.

¡Cuán a menudo experimentamos nosotros lo que experimentaron los discípulos! Cuando las tempestades de la tentación nos rodean y fulguran los fieros rayos y las olas nos cubren, batallamos solos con la tempestad, olvidándonos de que hay Uno que puede ayudarnos. Confiamos en nuestra propia fuerza hasta que perdemos nuestra esperanza y estamos a punto de perecer. Entonces nos acordamos de Jesús, y si clamamos a él para que nos salve, no clamaremos en vano… La fe viva en el Redentor serenará el mar de la vida y de la manera que él reconoce como la mejor nos librará del peligro (El Deseado de todas las gentes, pp. 302, 303).

No os alejéis de los brazos de nuestro querido Salvador a causa de vuestras preocupaciones, sino descansad confiados y con fe. El os ama; él os cuida. Es una bendición para vosotros, y os dará su paz y su gracia. Os dice: «Tus pecados te son perdonados». Podéis estar deprimidos a causa de dolencias corporales, pero eso no es una evidencia de que el Señor no esté trabajando cada día por vosotros. Os perdonará con abundancia. Apropiaos de las abundantes promesas de Dios. Jesús es nuestro amigo constante y que no falla, y él quiere que confiéis en él. Apartad vuestra mirada de vosotros mismos y mirad la perfección de Cristo. Desviad la mirada de vosotros mismos y mirad la perfección de Cristo (That I May Know Him, p. 285; parcialmente en A fin de conocerle, p. 287).

La vida en Cristo es una vida de reposo. Tal vez no haya éxtasis de los sentimientos, pero debe haber una confianza continua y apacible. Tu esperanza no se cifra en ti mismo, sino en Cristo. Tu debilidad está unida a su fuerza, tu ignorancia a su sabiduría, tu fragilidad a su eterno poder. Así que no has de mirar a ti mismo ni depender de ti, sino mirar a Cristo. Piensa en su amor, en la belleza y perfección de su carácter. Cristo en su abnegación, Cristo en su humillación, Cristo en su pureza y santidad, Cristo en su incomparable amor: tal es el tema que debe contemplar el alma. Amándole, imitándole, dependiendo enteramente de Él, es como serás transformado a su semejanza (El camino a Cristo, pp. 70, 71).

Elena G.W

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